A partir del tan famoso como pernicioso Pacto de Washington, la humanidad se adentró en el modelo neoliberal en el que rifa el dinero, este estilo de dirigir la economía adelgazó los Estados para robustecer la cleptocracia e incentivar la codicia y avaricia de una oligarquía rampante que se ha convertido en la dueña del dinero, que, cuando se lo proponen, lo ponen a dieta.

Con los efectos de la globalización también se han expandido muchos males, como una corrupción superlativa; actualmente la corrupción se incrementó de la mano de algunos oligopolios que les ha dado por ser enormes lavadoras de capital y practicar como deporte favorito los sobornos.

La corrupción es hace mucho un mal sistémico en América Latina, basta observar lo que ha sucedido en diversos frentes: Brasil con Dilma y Lula, Perú con Ollanta Humala; así como otros puntos en los que se presumen los escándalos gigantescos en los que la ambición va de la mano de sobornos que carcomen la certidumbre en algunos países.

Algunas biografías anteriormente lustrosas han sido alcanzadas por los escándalos; destaca el caso de Lula da Silva quien en su gestión al frente de Brasil operaba lo que se calificaba como un auténtico milagro: crecimiento económico, combate a fondo a la desigualdad e incremento de fuentes ocupacionales. Lula hacía recordar las palabas que alguna vez dijo el célebre escritor Stefan Zweig “Brasil es la tierra del futuro”. El golpe de la realidad fue demoledor contra el exmandatario.

En nuestro país también se han registrado escándalos, acaso en mayor medida que en otras naciones y la lista parece incrementarse cada semana; por ejemplo este lunes 17 de julio fue extraditado a México el exgobernador de Veracruz Javier Duarte. Con el veracruzano se llegó al extremo en el asunto de expoliar recursos públicos de manera insultante, digamos, como nunca en la historia de dicha entidad.

Otros exmandatarios están detenidos y a la espera de regresar a nuestro país para enfrentar procesos legales, y pesan sobre ellos imputaciones severas por daños al erario, abusaron de la autoridad que les brindaba su estatus como gobernadores al estilo de los antiguos señores feudales. En algunos casos se presumen vínculos con el crimen organizado

La ética parece letra muerta en el servicio público, en ocasiones parece asomar tímidamente en los tratados de Platón y Aristóteles, no obstante parece imponerse el formato maquiavélico que retrata la oscura condición humana.

En otros puntos del orbe se sienta en el banquillo de los acusados a exmandatarios, pero en nuestro país parecen protegerlos las burbujas de los intereses creados, nuestra tierra es la del no pasa nada aunque haya sucedido de todo. Entre paradojas.

Una vez que comiencen las campañas electorales, que en muchos casos serán concurrentes, atizarán más escándalos porque es una vía de hacer política en estos tiempos vertiginosos de la posmodernidad en los que la búsqueda del poder es sórdida, descarnada, y es la era en que no prevalecen los valores sino la jungla.