Francesca Gargallo nació en Sicilia, Italia, en 1956, pero llegó a México —Zacatecas, para ser precisos— en 1985… y decidió que había descubierto su lugar en el mundo. Se considera una escritora mexicana porque aquí descubrió su vocación y su obra completa está escrita en español. Editorial Era ha publicado gran parte de su producción, pero después de Marcha seca, una impactante novela de tintes apocalípticos, publicada en 1999, ha optado por expandir sus horizontes. Su más reciente novela, Los extraños de la planta baja, fue publicada por Ediciones desde abajo de Colombia.

“En 2003, Era rechazó —dice— tres novelas mías al hilo, entonces decidí no presentarle ni una más. Pero cada día tenía más molestia hacia la «transnacionalización» de las editoriales de calidad, que en la década de 1990-2000 fueron vendiéndose a pocas megaeditoriales que no tienen interés en la literatura, sino en generar ganancias. En México quedan solo dos o tres editoriales independientes con gran difusión”.

 

De la Condesa a Santa María de la Ribera

“Esta situación —continúa la autora— tiene como efecto la disminución de la diversidad en las obras y su calidad narrativa. Los lenguajes de la narrativa deben reinventarse para expresar emociones fuertes, empatías, rechazos, identificaciones, sobresaltos. No se puede narrar algo interesante con un lenguaje plano o estándar. Lo vital saca imágenes e inquietudes de los contextos locales, reelabora dialectos, da rienda suelta a expresiones ligadas a formas del decir. Me temo que de escribir hoy, Juan Rulfo no encontraría quien lo publique”.

Recientemente Francesca cambió un hermoso departamento de la Condesa, herencia de su padre, para iniciar una nueva vida sobre un gran terreno en Santa María la Ribera donde de a poco ha ido erigiendo una comuna para artistas… ¿Tiene eso alguna relación con Los extraños de la planta baja?

“Hay quien afirma —dice— que puede reconocer todos los personajes entre mis amigos… Sin embargo, irme de la Condesa a la Santa María tiene que ver más con el espacio y lo insoportable que se vuelve la vida en un barrio gentrificado, donde las autoridades permiten desmontar la arquitectura liberty para favorecer a las constructoras”.

“La Santa María —agrega— me ofreció la oportunidad de comprar una ruina de casa hermosa, señorial, de 450 metros, construida originalmente en 1901 para dos hermanos panaderos devotos de San Pascual Bailón. Esos muros a medio caer que hemos reconstruido entre muchos, respetando su diseño original, nos ofrecen vivir y llevar a cabo proyectos laborales, no sólo artísticos. Como dicen las compañeras y compañeros de Enchúlame la Bici, taller de mecánica de bicicletas emplazado en el sótano: proyectos que hacen barrio”.

Publicada en Colombia, la obra presenta personajes cercanos a la autora.

De joven fui egoísta

Para quienes conocen a la autora, les será imposible no asociarla con Giovanna, la protagonista de Los extraños de la planta baja.

“Ese personaje —dice Francesca— se parece mucho a mí y también a algunas amigas mías. Cualquiera puede sentir rechazo a la cárcel de la familia convencional. Cualquiera puede construir modos de vida alternativos. Cualquiera puede abrir las puertas de su casa a una tribu de amigos con los cuales forjar nuevas prácticas educativas, debatir, escribir, amarse, sentir la sociedad como una responsabilidad”.

Evoca Francesca:

“En mi juventud era bastante personalista, egoísta, me creía única. Me prefiero a los 60, aunque los jóvenes me gustan mucho. Más de 20-25 años. Las jóvenes han incorporado una conciencia ecológica, saben defenderse; me duele que la violencia delincuencial no les haya permitido sentirse libres, pero quizá eso sea lo que les da la urgencia del cambio”.

Hay muchos personajes maravillosos en Los extraños de la panta baja, pero Simón, sin duda, es el que se siente más real.

“La identificación del personaje Simón con el escritor argentino Juan Damonte Taborda —explica Francesca—, genial autor de Chao papá, novela policiaca que logró publicar con éxito, y de dos novelas más que perdió en un taxi, es relativamente fácil. Sin embargo, Simón es un personaje, por lo tanto mucho más simple que una persona de verdad”.

El feminismo de Francesca

Subrayé esta línea de la página 91: (…) En realidad siento que las becas para vivir como escritora cuando no se está escribiendo sólo serían justas si existieran becas para campesinos que no siembran.

“Pertenezco al grupo de personas —dice Francesca— que creen que las becas sirven para llevar a cabo proyectos puntuales: un viaje para una investigación in loco, compra de materiales, la posibilidad de ahondar en ciertos saberes y el tiempo de redactar algo. De ninguna manera creo que una beca deba mantener a una escritora como un salario. Para vivir deberían vender sus libros, sus artículos, sus cuentos, poemas, crónicas. Para ello debería haber revistas, editoriales, librerías, bibliotecas públicas y un público lector con recursos para comprar libros o tener acceso a ellos”.

Francesca Gargallo, que también es teórica del feminismo, siente una gran afinidad por  ecofeministas como Ibone Guevara y Vandana Shiva. Estéticamente se identifica con la canadiense Margaret Atwood, cercana a una ciencia ficción catastrófica, ecologista y muy irónica. Actualmente se mantiene muy activa con la apertura de la biblioteca feminista de Zaachila, donde además se organizan diplomados y ferias internacionales del libro feminista. En la editorial independiente de esa misma entidad, Campamocha, recién ha publicado dos novelas más.

La novela Los extraños de la planta baja solo puede conseguirse en la librería Voces en Tinta, Niza 23, Zona Rosa, o vía correo electrónico director@eldiplo.info