La tercera no siempre es la vencida. El Senado de Estados Unidos rechazó por 51 votos a favor y 49 en contra la derogación del programa de salud pública instaurado por Barack Obama, mejor conocido como Obamacare. Esta votación no sólo mostró las dificultades que tiene el mandatario estadounidense para imponer su estilo de gobierno, sino que dejó en evidencia una abierta disensión en las filas republicanas, pues entre los senadores que votaron en contra fue ni más ni menos que John McCain, uno de los conservadores más poderosos entre las filas de su bancada partidaria.

Pero lo interesante no termina ahí, los otros dos votos que prácticamente echaron abajo la propuesta de Donald Trump también fueron republicanos: Susan Collins y Lisa Murkowski, quienes hicieron bando con los demócratas para dar un duro revés al magnate inmobiliario, en su intento por eliminar la política de su antecesor.

En un mensaje a través de redes sociales, Trump aseguró que los 51 senadores que han votado en contra “han decepcionado al pueblo estadounidense”.

Ni siquiera el intento del vicepresidente Mike Pence de acudir al Capitolio para emitir su voto en favor de la también conocida como “Ley flaca” de Trump (llamada así porque se trata de un Obamacare reducido con el que trató de atraer a los partidarios de éste) pudo ayudarle. Pence consideraba que en caso de empate, su voto podía hacer la diferencia; algo que ni siquiera pasó.

Ciertamente, los republicanos han tenido en la mira la derogación del Obamacare, misma que han tratado de eliminarla desde hace siete años, pero ahora se evidencia que el gobierno de Trump ya no le resulta tan agradable ni a sus propios correligionarios, quienes en esta ocasión lo castigaron rechazando su iniciativa alterna.

Con ésta, suman tres los intentos infructuosos de Trump por imponer una nueva ley sanitaria para el país. Anteriormente ya habían fracasado otros dos proyectos desde que se abrió el martes el debate en la Cámara Alta. Por su parte, el líder de los demócratas en el Senado, Chuck Schumer, invitó a los republicanos a “trabajar juntos para mejorar” la actual ley de salud.

Sólo para que lo sepan: la llamada “ley flaca” de Trump proponía acabar con la obligatoriedad de contar con un seguro médico y con la multa que se impone en caso de no contar con el mismo. También buscaba recortar fondos a una fundación de derechos reproductivos llamada Planned parenthood y dejaba a los estados el compromiso de cumplir con las protecciones garantizadas por el Obamacare. Se estima que si la medida hubiera sido aprobada, más de 16 millones de estadounidenses se hubieran quedado sin seguro médico durante la década siguiente.