Los días 7 y 8 de julio se celebró en Hamburgo, Alemania, la Cumbre del G-20, foro en el que se reúnen los países más desarrollados y al que asisten las principales economías emergentes. En esta ocasión la reunión tenía, además de su natural importancia, la expectativa de observar la conducta del presidente Trump, quien desde su campaña presidencial y durante los casi seis meses de su gobierno ha logrado chocar con prácticamente todos los países miembros del G-20 y con las principales ideas y proyectos promocionados por varios gobiernos del mismo, entre otros, el libre comercio y la lucha contra el cambio climático.

Entre sus muchos e importantes resultados, hay que señalar que el G-20 se dividió en torno al tema del cambio climático, probablemente la principal amenaza para el futuro de la humanidad. Por una parte, Estados Unidos, con su nuevo autoaislamiento. Del otro lado, el resto del mundo industrializado y emergente. Así, diecinueve de los veinte países del Grupo respaldan el Acuerdo de París, en tanto que el actual gobierno de Washington lo rechaza. Esto es, en materia del cambio climático, con la excepción de Estados Unidos, los restantes miembros del G-20 ratificaron que el Acuerdo de París es irreversible y confirmaron su compromiso de ayudar a los países en desarrollo, incluso con apoyo financiero para que cumplan sus objetivos en la materia.

El presidente francés Emmanuel Macron anunció que convocará a una cumbre climática en París en diciembre para avanzar en la aplicación de los compromisos aprobados hace dos años y ratificados por el G-20.

Pero las diferencias no se limitaron al cambio climático, también se discrepó en materia del libre comercio dada la actitud proteccionista del gobierno de Trump. Sin embargo, gracias a los esfuerzos de la canciller Angela Merkel de Alemania, anfitriona del encuentro, la Cumbre concluyó con un comunicado suscrito por los veinte países participantes.

En materia de libre comercio se logró en el comunicado final del G-20 consignar la voluntad de luchar contra el proteccionismo, así como promover un libre comercio justo basado en reglas, aunque se incluyó por iniciativa estadounidense el uso de “instrumentos legítimos de defensa comercial”.

Uno de los encuentros más esperados fue el celebrado entre Trump y Vladimir Putin, que fue quien sacó, desde el punto de vista de casi todos los analistas, la mejor parte. La reunión de Trump con Putin duró más de dos horas. Se trató el tema de la intervención rusa en las elecciones presidenciales estadounidenses, la crisis en Ucrania y se ratificaron acuerdos contra el Estado Islámico y el terrorismo internacional.

Pero el tema es mucho más complicado de lo que parece, ya que el tratamiento de la llamada trama rusa, aunque Trump trate de soslayarla, choca con las conclusiones de la CIA, el FBI y la NSA (Agencia de Seguridad Nacional). Para ellos es claro que Vladimir Putin interfirió en las elecciones presidenciales para minar la fe pública en el proceso democrático y evitar la posible presidencia de Hillary Clinton. El gran ganador del encuentro es Putin. Primero, habría ordenado la mayor operación conocida hasta ahora para interferir en la vida política de Estados Unidos, y después, se sienta con el nuevo presidente de ese país, la primera potencia del mundo, para arreglar problemas internacionales. En forma simultánea las investigaciones en torno a la interferencia rusa en las elecciones estadounidenses continúan y cada vez involucran a más personas del entorno personal de Trump y su familia.

El encuentro de Trump con Xi Jinping, presidente de China, tuvo como tema Corea del Norte. Por lo pronto, Trump se concentra en el régimen de sanciones contra Corea del Norte, para lo cual necesita convencer a Pekín y a Moscú de no vetar su aprobación en el Consejo de Seguridad de la ONU. También Estados Unidos tiene tensiones con Pekín por el tránsito de aviones y buques militares estadounidenses en el mar del Sur de China, en zonas que este país reclama como propios. Además, está la decisión de Trump de vender armamento a Taiwán por 1,200 millones de dólares. En el fondo está la lucha comercial.

Entre los inacabables detalles pintorescos está que al presidente de Estados Unidos lo ha sustituido en un par de ocasiones en discusiones oficiales su hija Ivanka. Hay que reconocer el vigoroso esfuerzo del presidente Trump de convertir Estados Unidos en una república bananera.

En el caso de la participación de los países latinoamericanos, destaca en primer término el desencuentro que generó Trump en la reunión con México al insistir en el tema del muro fronterizo y de su pago por parte de nuestro país. Los equipos negociadores pueden avanzar en los temas pero están sujetos a las reacciones del explosivo presidente Trump. Se trató el tema de Venezuela, a propuesta de Argentina y con el respaldo de México, España y Brasil se propuso la condena al asalto a la Asamblea Nacional venezolana y se expresó la preocupación por la situación de los derechos humanos en ese país.

La Cumbre del G-20 en Hamburgo se desarrolló en medio de un conjunto de protestas durante toda la semana, hasta 100 mil manifestantes ocuparon las calles y debieron ser contenidos por miles de policías.

En suma, la Cumbre del G-20 celebrada recientemente en Hamburgo fue una vez más una oportunidad desperdiciada para el análisis y la discusión de la profunda y cada vez más compleja problemática global. Esto se debió en parte a la estridencia de Trump, pero también a la falta de una agenda que verdaderamente plantee los retos que la humanidad enfrenta, como la acelerada destrucción de la naturaleza y el ambiente que no se limita a luchar contra el cambio climático y a preservar el Acuerdo de París; a la lucha para revertir la creciente desigualdad social y regional; a la descalificación de las tendencias dictatoriales y autoritarias que se enseñorean en varios países, así como a la revisión del modelo económico que excluye sectores muy amplios de la población.