A veces el asunto desespera. Sin duda, la paz es algo tan valioso que se muestra huidiza. Para unos y otros. Así, mientras la organización terrorista vasca Eusakadi ta Askatazuna (ETA: Patria Vasca y Libertad) tenga el menor hálito de vida —aunque desde hace muchos meses no asesine—, y haya “entregado” algunas armas y explosivos, es una entidad viva que afortunadamente ya no es la principal preocupación de los españoles. Pero aún no desaparece. Lo que importa es que ya no exista. ¿Cuándo?, eso no lo se. Quisiera dar fe de ello.

Por otra parte, el proceso de paz entre el Gobierno colombiano —encabezado por el presidente Juan Manuel Santos— y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), con los inevitables altibajos en una negociación tan complicada como esta que ya dura más de medio siglo, marcha con pasos seguros (aunque desesperantes). El paso final registrado en los acuerdos de La Habana se ha alargado en varias ocasiones. Así sucedió el viernes 23 de junio, cuando en París, Francia, el propio presidente Juan Manuel Santos anunció que ese mismo día se haría efectiva el 100% de la entrega de las armas a la ONU y que el organismo mundial así los haría saber. Falsa noticia. Eri Kaneko, portavoz del Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, contradijo al mandatario colombiano: “No tenemos confirmación aún, en cuanto sepamos algo lo informaremos”. A su vez, el vicepresidente de Colombia, Oscar Naranjo, corrigió la aseveración presidencial y proporcionó otro plazo. Aseguró que la entrega no sería ese viernes, sino en 72 horas más. Plazo que debería cumplirse el martes 27 de junio, un día después de redactar esta crónica.

Pero, justo a las 17 horas del lunes 26, al escribir esta nota, la misión de la ONU adscrita en Colombia certificó, vía Internet, que ya habría recibido 7,132 armas de manos de las FARC, lo que corresponde al conjunto —dice el organismo mundial— de las armas individuales que el movimiento guerrillero tiene en las “zonas veredales” cubiertas por los guerrilleros.

Con esta certificación, se concreta el compromiso de “dejación de armas de las FARC”, acordado el 29 de mayo último, dijo la misión en su comunicado. Solo restan de entregar aquellas armas que servirán para dar seguridad a las “zonas veredales” transitorios de normalización hasta el 1 de agosto, tal y como lo habían acordado el gobierno y la guerrilla.

Este comunicado se dio horas antes del evento simbólico que se realizaría al día siguiente (martes 27 de junio) en Mesetas (Meta), en donde el presidente Santos y el líder guerrillero, Rodrigo Londoño  (Timochenko), oficializarían el documento.

Entonces sí las palabras del mandatario colombiano serían ciertas: “En tan. Solo siete meses el acuerdo de paz de Colombia es tal vez uno de los que más rápido y con más eficacia se ha implementado en la historia de procesos similares…esto cambia la historia de Colombia”. Entonces, cuando la firma del acuerdo se seque, solo entonces, podría afirmarse, sin rubor, que “las FARC, la guerrilla más poderosa y más antigua de América Latina, deja de existir”.

El sitio escogido para realizar este simbólico acto fue la zona federal de Mesetas. Aquí se cerraría este proceso de paz que se inició en la zona de Tibú, al norte de Santander, con el anuncio de Timochenko de haber dejado el primer 30% de las armas. La otras dos fases de la dejación se anunciaron en la zona veredal de La Elvira en el Cauca, y en Pondores, La Guajira. Estas zonas han sido un símbolo histórico del imaginario marquetaliano de las FARC y es donde estaba toda su fuerza, no solo militar sino política.

Al respecto, Néstor Rosania, director del Centro de Estudios en Seguridad y Paz, de Colombia, explicó que en este momento “son un símbolo que habla del pasado pero también del futuro de las FARC como movimiento político, porque ahí va a estar todo su fortín político y todo el caudal electoral que ellos empiezan o esperan empezar a recoger. El voto hacia las FARC como movimiento político no va a ser urbano, va a ser un voto rural”.

De acuerdo a Rosania, que este acto tenga lugar en Mesetas, o en las otras tres zonas escogidas para anunciar las fases del proceso, son un símbolo que ayuda a construir lo que serán como partido político y donde empezarán, con más fuerza, a cambiar el mensaje que han dado por años, es decir, pasar de hablar de la “revolución” a hablar de construir un Estado.

A su vez, Ariel Avila, coordinador de la Fundación Paz y Reconciliación, manifiesta que para el inicio del desarme se escogió la zona veredal de Tibú, principalmente porque es el lugar en donde permanecieron por más de dos décadas los hombres de Rodrigo Londoño. Además, al ser la zona más atrasada de las 26 que crearon con el gobierno, quisieron recalcar que seguirían con el proceso pese a los retrasos.

En fin, sería en Mesetas donde tendría lugar el anuncio por las tres partes —el gobierno, las FARC y la misión de la ONU—, que el 100% de las armas ya está en los contenedores y que se procederá a su destrucción para el metal resultante se convierta en tres monumentos: uno en Colombia, otro en La Habana, y el último en Nueva York, frente a la sede de Naciones Unidas.

Como sea, Colombia llegó a su momento culminante, después de 53 años de guerra. Guerra que oficialmente ha terminado con la organización guerrillera, pero la violencia continúa. De la peor manera: a mediados de junio en una plaza comercial de Bogotá, la capital del país, el estallido de una bomba casera en los baños para mujeres puso fin a la vida de tres jovencitas, más una decena de heridos, y el consiguiente pánico en la sociedad que ya creía que el terrorismo urbano era cosa del pasado, de la época de la guerra contra el narcotraficante Pablo Escobar Gaviria, que ya se ha convertido en personaje de libros, revistas, películas, telenovelas. Leyenda nefasta. Días más tarde, la policía ha ido deteniendo a nueve sospechosos del atentado. Los primeros cuatro hombres y  cuatro mujeres —paridad de género—, detenidos, parecen ser del llamado Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP), grupo guerrillero menor que tuvo relaciones con células del Ejército de Liberación Nacional, que todavía está activa, hay que en febrero ultimo mantuvo pláticas con el gobierno en Quito, Ecuador, buscando un posible cese al fuego y seguir los pasos de las FARC. El atentado en el Centro comercial Andino, no ayuda mucho para que avancen un remoto cese al fuego. Asimismo, en las mismas fechas, el ELN dejó en libertad a dos periodistas holandeses que mantenía secuestrados  desde hacía una semana en la zona del Catatumbo, cerca de la frontera con Venezuela. Región, por cierto, abandonada por el Gobierno, situación que aprovecha la organización guerrillera para secuestrar a diestra y siniestra, aunque lo niega. Esto hace que su relación con Bogotá sea pésima sin posibilidades de que sus negociaciones fructifiquen. A todo esto haya que sumar la descarnada violencia de grupos armados dedicados al narcotráfico. Sobre todo el más peligroso, el Clan del Golfo, que mantiene una ofensiva contra el Estado que se conoce con el nombre del “Plan Pistola”, que consiste en pagar a los sicarios 700 dólares por cada policía asesinado, como en la época de Escobar Gaviria, durante los peores años de plomo en Colombia.

En este sentido, el presidente Juan Manuel Santos ha sido muy claro. Al ser informado de la detención de los posibles responsables del atentado en el centro comercial bogotano, advirtió que no permitiría que nadie perjudicara el camino a la paz. “Hemos caminado mucho para consolidar la tranquilidad de los colombianos y tengan la seguridad de que no vamos a permitir que lo logrado hasta ahora sea frenado por un puñado de extremistas, de cobardes o de quienes no quieren la reconciliación de Colombia”.

Así como todavía dentro de los círculos políticos de Colombia, como varios ex presidentes, son contrarios a los acuerdos con las FARC, Juan Manuel Santos cuenta con apoyos importantes como el Papa Francisco que viajará a territorio colombiano en septiembre próximo en un “gran encuentro de oración por la reconciliación nacional”, en Villavicencio, capital del departamento del Meta (Mesetas), uno de los más afectados durante décadas por la guerrilla y por la producción de coca.

También visitará Bogotá, Medellín y Cartagena, con el propósito de dar otro pasos hacia la paz, en busca de mayor diálogo con el ELN. La Iglesia Católica colombiana ya quiere el cese al fuego. La visita papal es una buena oportunidad para concertarlo. Colombia ya necesitaba la paz. VALE.