El tiempo pasa, los sexenios corren, unos partidos se alternaron en el poder hace más de un decenio, para luego regresar a lo mismo, y seguimos con la misma corrupción electoral, el mismo nivel de cinismo, y la misma mentalidad feudal. Lo que más me sigue sorprendiendo es la falta de implicación política de la clase media; aunque en realidad quizá debe corregir porque no creo que ahora sepamos a qué le llamamos clase media mexicana. ¿Se mide por el nivel económico, por el nivel cultural o por la escolaridad, por las aspiraciones, por el tono de la piel, por poseer electrodomésticos, aunque se deban en tiendas que funcionan según principios agiotistas? En cierta época se habló de clase media alta, media media y media baja. Pero, así como el dudoso y manoseado término de la izquierda, estas categorías resultan cada vez más confusas.

En todo caso, existe un segmento de población urbano que se considera a sí mismo clase media porque así quiere definirse, pues esto lo separa de la gente pobre y le da una identidad superior a ellos. Pero también existe gente que se considera clase media porque su familia fue pudiente hace una generación o dos, aunque su nivel adquisitivo ahora dependa en gran parte de los créditos. Normalmente su nivel cultural ha sido más alto que el promedio nacional, y muchos han tenido sus propias empresas. Los hijos fueron alguna vez a Disneylandia y a Europa, e incluso estudiaron en el extranjero, además hablar inglés, aunque sea champurrado, es casi un requisito de pertenencia. Dejando de lado a los que forman parte de uno de estos grupos fluidos, pero que poseen cierta conciencia que va más allá de sus intereses (en particular algunos llamados intelectuales), es difícil ver entre estas “clases medias” un interés en lo social, en lo político, en las elecciones económicas del gobierno, si bien éstas afecten gravemente su poder adquisitivo y su estilo de vida. La capacidad de investigación parece anulada en ellos en estos temas e, incluso, las noticias que reciben pasan filtradas a través de la televisión, la radio o algunas revistas. Intuyen que el conocimiento obliga a actuar o a vivir con una mala conciencia si no se hace nada. El miedo de “las clases medias” no estriba sólo en cambiar o en actuar, sino en tener conciencia, por ello se prefiere la ignorancia supina. Creo que este temor angustioso, igual al que hace que algunos bichos se queden inmóviles para evitar un ataque, es una de las razones que explican mi sorpresa ante la actitud de estos sectores sociales que en principio tienen un nivel de estudios que debería permitirles tener una mayor capacidad crítica. ¿Acaso he olvidado que la escuela está hecha para normalizar a los seres humanos y adaptarlos felizmente al sistema? No, por eso yo, con Kavafis, sigo esperando a los bárbaros.

Además, opino que se respeten los Acuerdos de San Andrés y la Ley de Víctimas, que se investigue Ayotzinapa, que trabajemos por un nuevo Constituyente, que recuperemos nuestra autonomía alimentaria y nuestra dignidad, que revisemos a fondo los sueños prometéicos del TLC.

@PatGtzOtero