“Crecí en un ambiente muy musical —señala Imanol Caneyada, autor de la novela La fiesta de los niños desnudos (Tusquets, México, 2017)—. Mi padre tenía discos sinfónicos y uno de mis juegos era ponerlos y dirigir una orquesta imaginaria. En casa había un piano de pared en el que una de mis hermanas practicaba sus lecciones; la otra, la mayor, tocaba la guitarra. Juntas armaban pequeños conciertos a los que me sumaba cantando. Pertenecí al coro de la escuela un tiempo y fui a dos academias de música durante mi infancia. El título de esta novela hace alusión a las Gymnopedies de Eric Satie, palabra cuyo significado texual sería justo ‘la fiesta de los niños desnudos’, y no tiene nada que ver con pedofilia. Es sobre los efectos a largo plazo de una vocación artística traicionera, más que frustrada… pero también un thriller cuyo desconcertante protagonista, Gregorio Cárdenas, estudió música para complacer a un padre al que jamás le dio gusto con nada, y tras la muerte de este se incorpora a un grupo de indigentes liderados por un personaje fascinante que se hace llamar La Mónada Perfecta”.

“Cuando contemplo a alguien ejecutar un instrumento, cualquiera que sea, la admiración y la envidia me invaden por igual, al grado de que no sé si lo disfruto o lo odio. El personaje narrador de esta novela comparte conmigo esta frustración llevándola a extremos sociopáticos —prosigue el también autor de la novela Hotel de arraigo, acreedora al Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares 2015.

—¿Qué representa Satie, en particular, para Caneyada, y para la historia en concreto?

—Descubrí a Satie en un montaje teatral en el que participaba. En un momento de la puesta en escena utilizábamos  La Gnossienne Núm. 1, la partitura más popular del compositor francés. Después seguí indagando en su música y en su biografía. Fue un innovador, un rupturista y un visionario. El estreno en París de su ballet Parade cimbró la escena musical del momento y provocó tal división de opiniones que hubo violencia en el teatro en donde se estrenó. La Gymnopédie Núm. 1 le da título a la novela, pues esta palabra de origen griego puede traducirse como danza o fiesta de los niños desnudos, y hace referencia a una celebración en la antigua Esparta en la que los infantes, desnudos, realizaban una serie de desafíos gimnásticos y dancísticos para entrar en la pubertad. Para mi gusto, la Gymnopédie 1 es un brutal retrato de la soledad del ser humano. De alguna forma subraya muchos rasgos del personaje principal.

—¿Qué hace un piano en medio de un hospital; ese piano donde Dionosio, mejor conocido como La Mónada Perfecta, realiza una interpretación que logra el milagro de sacar del coma al padre de Gregorio?

—En Hermosillo, donde resido, existe un hospital en cuyo recibidor hay un piano de cola a disposición de pacientes y visitas. Cierto día entró un vagabundo de origen estadounidense, de aspecto agresivamente marginal, se sentó ante él y comenzó a ejecutar una serie de piezas. La gente que estaba en ese momento en el lobby pasó del rechazo, el miedo y el estupor al encantamiento. Fue un efecto increíble. Me pareció fascinante construir una personalidad como la de Gregorio Cárdenas desde la primera persona y esos dos contrapuntos, su padre y luego el mendigo pianista, Dionosio. A medida que exploraba los impulsos, las censuras, los deseos y las justificaciones del narrador, descubría que la novela, más allá de la trama y de la anécdota, era la pulsión humana de Gregorio, por ello, creo, terminó siendo una novela de cierto calado psicológico.

—En esta novela no hay mujeres “ideales”. Ni siquiera Brisa, sensual a su manera, corresponde a un estereotipo.

—Si bien, durante mi adolescencia, Rayuela fue una de mis lecturas de cabecera, no me gustan las novelas en que los personajes femeninos son una especie de reencarnación ficcional de la Maga. La Maga, me parece, es una fantasía muy masculina. Creo ver en Brisa una especie de representación de lo que significa ser mujer en nuestro tiempo y en nuestro país; con todas las reservas del mundo, con humildad, aceptando de antemano que puedo estar totalmente equivocado.

Aunque vasco de origen, Imanol Caneyada ha hecho su vida en Sonora, y nadie que lo vea dudaría por un instante que es sonorense, empezando por su acento. Es por ello que puede considerársele sin reserva un escritor sonorense… y sin embargo no echa mano a la bandera de “escritor de la frontera”.

—A la literatura mexicana las etiquetas le han hecho mucho daño; hay gente muy interesada en que estas etiquetas prevalezcan, porque si no, se les acaba el negocio. El género negro, con el que me identifico plenamente, todavía hace poco, y he de decir que en la actualidad, en México tenía el estigma de no ser literatura. De un tiempo a esta parte ha comenzado a ser tomado en cuenta y no paran de decir que si está de moda, que el auge, que los intereses comerciales, que las editoriales sólo quieren novela negra, todo lo cual no es cierto, responde a una idea falsa, es la forma que tienen los de siempre de preservar ciertos nichos.

Para finalizar, y aunque no es muy preciso respecto al tema de su próxima novela, nos dice, “me fascinan mórbidamente esos hombres y mujeres que están haciendo un montón de dinero diciéndonos cómo ser felices”.