Todo mundo se hace cruces por algo cada vez más imposible: que el presidente de Estados Unidos de América (EUA), Donald Trump se comporte en una reunión internacional como lo que es: el poderoso mandatario de la Unión Americana. Al parecer, su lema de campaña: “America First”, en lugar de afianzar a la gran potencia como referencia mundial, a cada encuentro diplomático en la cumbre aísla al Tío Sam del resto del planeta. Asimismo, el comportamiento infantiloide del gigantón rubio se vuelve incontrolable y explosivo cuando menos se espera.

La noticia sería: “Trump se comportó como un estadista a la altura de su importancia”, pero no, la nota de escándalo se ha impuesto: En Hamburgo, en esta ocasión sede del G20 (que más allá de sus debilidades es un organismo de gran utilidad), Donald volvió a comportarse erróneamente. En cuestiones vitales como mantenerse dentro del Acuerdo de París, ratificó lo que ya había anunciado: darle la espalda al resto de los firmantes, olvidando que EUA es uno de los países más contaminantes de la Tierra. Pasan los días y no aprende. Así, los otros mandatarios se desesperan y empiezan a hacerle el vacío. ¿Hasta cuándo? La cumbre del G20 se trocó en el G19.

Si se hace un balance serio de la cumbre en Hamburgo para señalar a un ganador de la misma, nadie podría afirmar que Donald Trump fue la “figura” del encuentro como podría haberlo sido en otras circunstancias. Aunque estas reuniones no se hacen para elegir a un ganador, como si fueran un match boxístico, siempre hay alguno de los participantes que sobresale más que otros. En este caso, aunque la anfitriona, Angela Merkel, hubiera deseado que las violentas manifestaciones de protesta —incluidos anarquistas que llevaron las cosas a niveles no acostumbrados— no hubieran obligado la intervención de miles de policías que en los enfrentamientos llevaron la peor parte,  al final de cuentas logró, por lo menos, que en materia ambiental, el G19 mantuviera los compromisos suscritos en París, haciendo a un lado, con la mano, a Trump y sus niñerías. La  experiencia de la canciller germana como negociadora se puso en claro lo que la afianza en su propósito de ganar la cuarta reelección en los comicios de septiembre próximo. Angela Merkel, la hizo.

Otro ganador del encuentro en terreno alemán, fue el discutido dirigente ruso, Vladimir Putin, el personaje que, por razones psicológicas que solo los especialistas pueden aclarar, ejerce especial magnetismo sobre el presidente estadounidense. En su primer encuentro, vis-a-vis, Trump dobló las manos y en su plática, (in)conscientemente hubo un punto previo que dejó sin resolver y que lo envenena todo con consecuencias que nadie sabe hasta dónde llegarán: la trama rusa. Claro que Putin, avezados en estas lides, negó, con displicencia, le intervención rusa en los pasados comicios presidenciales estadounidenses. Esta trama todavía está muy lejos de ser resuelta. A la corta o a la larga, Trump pagará caro este asunto.

La cumbre del G20 sobresale entre otras en su género porque los mandatarios que acuden a la misma representan poco más de dos terceras partes de la población mundial, el 85% del PIB planetario y el 75% del comercio de la Tierra. De tal suerte, entre el elitismo del G7 —el selecto club donde solo se reúnen las economías del primer mundo occidental: Alemania, Canadá, Estados Unidos de América, Francia, Italia, Japón y el Reino Unido de la Gran Bretaña—, y la inoperancia de varios de los organismos especializados de la Organización de Naciones Unidas (ONU), que actualmente la forman 193 países, y la falta de un Gobierno mundial, el G20 cuenta con la necesaria legitimidad y eficacias que lo acredita para ser el foro desde el que podría marcarse el rumbo a seguir por la gobernanza mundial.

En la segunda década del siglo XXI, el multilateralismo es la vía más conducente para tratar de poner cierto orden en el complejísimo mundo que nos toco vivir. Los retos son de gran magnitud en lo económico y en lo político. El comercio y la inversión en lo primero, y en lo segundo: el cambio climático, la migración ilegal con destino al Viejo Continente, los EUA y el terrorismo en casi todo el planeta. De ahí que la globalización puede funcionar en beneficio de todos en cumbres como la del G20. Pero, no todos los participantes son de la misma idea. El caso de Donald Trump lo hace evidente. Su eslogan “América primero”, empieza a demostrar sus consecuencias, amén que recuerda décadas muy negras del siglo pasado, cuando el proteccionismo y el autoritarismo enfilaban al mundo a la sanguinaria Segunda Guerra Mundial y a otros conflictos internacionales cuyas secuelas todavía repercuten en distintas partes del globo.

En estas condiciones, los especialistas resaltan el desempeño de Donald Trump en el G20, que pudo echar por la borda los propósitos de la misma: separarse de los acuerdos de París sobre el clima y guardarse acciones unilaterales proteccionistas. En un tris pudo no haber comunicado común, pero los cabildeos de Angela Merkel lo sacaron adelante. La deserción estadounidense la tomaron por los cuernos y así la expusieron los otros 19 miembros del G20. El hecho es que Donald Trump volvió a marcar, una vez más, la agenda global con sus “contradicciones y cambios de rumbo”.

Al respecto, el editorial de El País el lunes 10 de julio explica muy bien el problema: “Tras hablar en Varsovia de la crisis civilizatoria en Occidente y preguntarse si este está dispuesto a defender sus valores, (Trump) obvió todos los problemas que Occidente tiene con Rusia en su primera entrevista con Putin, manteniendo a cambio incólume la hostilidad hacia México con su promesa de hacerle pagar el muro, todo ello mientras en el mejor estilo de satrapía oriental sentaba a su hija Ivanka en su silla para sustituirle en lugar de a su secretario de Estado, como dicta el protocolo, para asombro de todos los demás líderes”.

Finaliza el editorial  citado: “La buena noticia del G20 es que sigue adelante, siquiera como G19. Por fortuna, Trump no va a lograr hacer descarrilar la globalización ni la gobernanza global, pues todos los demás Estados tienen un interés directo en asegurarla. El G0, o incluso el G1 con el que sueña Trump no va a ocurrir. Europa, que esta semana ha firmado un crucial acuerdo de libre comercio con Japón y que acaba de ratificar otro con Canadá, debe continuar apostando por el multilateralismo. Con o sin Trump”.

Aunque el caso de México es diferente al de Europa respecto a EUA, es claro que él presidente Enrique Peña Nieto no puede mostrarse blandengue frente al belicoso e irrespetuoso Donald Trump, sin caer en su juego de matón barato.

Los tiempos marcaron las formas como se desarrollaron los trabajos de la cumbre del G20 en Hamburgo. La lucha contra el cambio climático no fue el único asunto en que Trump se enfrentó a los 19 mandatarios restantes. El debate sobre el libre comercio fue aún más difícil, debido a la preferencia proteccionista de la nueva administración estadounidense, ya la imposibilidad de limitarse como con el cambio climático, a constatar las discrepancias. Al respecto, Merkel reconoció: “No voy a ocultar que las negociaciones sobre comercio han sido difíciles”. Tan difíciles como las  violentas protestas callejeras durante varias jornadas en las calles de Hamburgo. La policía —20 mil agentes— fueron rebasados. La canciller germana mostró su enojo por estas manifestaciones que fueron bien concertadas.

Pese a todo, la cumbre no fracasó. Hasta el propio Trump felicitó a la canciller Merkel. Y se suscribió un documento final en el que se incluye: “Tomamos nota de la decisión de Estados Unidos de retirarse del Acuerdo de París… EE UU se esforzará por trabajar estrechamente con otros países para ayudarles a acceder y utilizar combustibles fósiles más limpios”, párrafo que más resistencia provocó, debido a la insistencia estadounidense en incluir el tipo de energía más contaminante. La propuesta se incluyó pero como una propuesta gringa, y el párrafo se completó con “otras fuentes de energías renovables y limpias”. Y, lo mejor, es que el documento afirma que el Acuerdo de París es “irreversible”, pese a la salida de EUA del mismo.

Sin duda, después de esta cumbre del G20, la hegemonía de EUA en el escenario internacional es diferente. “America First”, tiene sus complicaciones. VALE.