Hoy que todos los actores políticos, violando los tiempos del dios Cronos, tienen la vista puesta en 2018 y en la elección presidencial, la bruma del tiempo les hace una regresión al pasado. Como carcajada de la cumbancha, diversos hechos que buscan desesperadamente construir escenarios para esa elección del año próximo los retrotraen al pasado.

La conformación de un Frente Opositor —Democrático, le añaden algunos— o de una Alianza de las Izquierdas para arrancar el PRI del poder; pudimos ver nuevamente, como si el tiempo se hubiera detenido hace 30 años en los mismos personajes que anunciaban la epifanía de una nueva era. Y parafraseando a Tito Monterroso, los viejos dinosaurios seguían ahí. Doña Ifigenia —respetada y respetable—, Cárdenas y el inefable Porfirio. Otra vez, otro frente.

Esta figura calcada de los frentes populares impulsados por socialistas y comunistas en los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial, para enfrentar el fascismo y el nacionalsocialismo. Quién recuerda ahora el frente Democrático Nacional. Algunos sí. Lo que nos lleva a la reflexión de que en las tres décadas trascurridas, en las izquierdas no se han formado cuadros, ni emergido nuevos liderazgos o las veredas de ascenso están obturadas.

Por otra parte, la firma de adhesión al Pacto de trasformación de México, que impulsa el dueño de Morena, por parte de Lino Korrodi, el creador de “Los Amigos de Fox” que posibilitó el arribo de este al poder en las elecciones del año 2000, de plano propició el aquelarre de las brujas. Más allá, del perdón otorgado  a Korrodi, la vista se volvió a los redimidos del morenismo y la mirada se detuvo en Manuel Bartlett, el secretario de Gobernación en 1988, y los viejos brujos exigieron que explicara el supuesto o real fraude cometido en esa elección. Unos dicen que a Cárdenas, aunque en su momento los panistas decían que a Clouthier.

Y Bartlett, con tropezones verbales, conceptuales, nemotécnicos e históricos, involucró en los dimes y diretes a Fernández de Cevallos, a Calderón, al propio Salinas de Gortari y, otra vez, a discutir: si se quemaron las boletas que probaban el fraude, eso no importa, porque las actas distritales obran en el Archivo General de la Nación. Que el fraude no fue cibernético, fue en tierra. Que se llevaban dos cómputos paralelos. Que el responsable fue De la Vega Domínguez, por anticipar el triunfo de Salinas de Gortari sin datos fehacientes. Que el PAN se acomodó porque ganó posiciones, transando con el PRI. Que el mismo Miguel de la Madrid lo aceptó.

El caso es que quienes buscan el futuro acabaron discutiendo el pasado. Envueltos en las brumas del tiempo, encontramos actores que coherentes siguen en sus trincheras, otros maromeros en esencia han cambiado de partido o chaqueteado varias veces, pero no quieren sosegarse y serenarse. Otros voltearon armas y “a la vejez, viruela”  hoy visten ropajes de “izquierda”.

Y los jóvenes y los no tan viejos, ocupados unos y otros en las redes sociales. Los politizados impulsando candidaturas independientes y la  participación ciudadana. Otros dedican sus afanes en defensa de causas ambientales. Las mayorías apáticas, desencantadas de la política y la partidocracia. Entre tanto, crece la ira social y el descontento antisistema.