Las artes y la delincuencia siempre han florecido juntas.
G. Ballard

Nadie puede creer que la Ciudad de México, el corazón de la nación, el centro de la toma de decisiones políticas y económicas. La gran urbe que se encuentra entre las más pobladas del mundo, la que alberga a más de 8 millones 800 mil habitantes, la que ocupa el cuarto lugar en la tierra y está por encima de importantes ciudades como Nueva York, Bogotá o Tokio, esté protegida por un manto que evita que la delincuencia organizada no asiente sus reales y no le sea atractiva para desarrollar sus ilícitos negocios en un mercado que da para todo.

En cualquier ciudad capital del mundo es sabido el interés de la delincuencia por adueñarse de espacios que naturalmente les da la alta concentración poblacional y los flujos enormes de recursos: económicos, sociales y la infraestructura de comunicación y desarrollo generada en estos centros neurálgicos, que sin duda les permiten mejores dividendos.

Por ello resulta inverosímil y peligroso que el Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, pretenda minimizar la problemática de inseguridad y delincuencia organizada que se vive en la capital del país. Decir que aquí no existe la operación de carteles de la delincuencia organizada es querer tapar el sol con un dedo, decir que solo se trata de narcomenudeo es querer ocultar una realidad.

Si en todo el país la delincuencia hace de las suyas, la pregunta que nos surge es ¿porque no habría de hacerlo en la más grande y poblada de las ciudades? ¿Por qué no incursionar donde está asentado el aeropuerto internacional que conecta a todo el mundo y las vías de comunicación a todo el país? ¿Por qué la ciudad de México estaría excluida del mal de inseguridad que azota a las entidades del país y no se escapan sus ciudades capitales?

Lo que hace el jefe de gobierno al minimizar esta problemática es autoprotegerse de las críticas y los ataques que pueden minar sus aspiraciones presidenciales, sin embargo el hecho de negar lo evidente no hace que los problemas desaparezcan, por el contrario, los agravan, porque confunden a la sociedad y la opinión publica se ve afectada por el sesgo de información, pero al final de cuentas, como siempre, los mas afectados somos los ciudadanos.

La incursión de la Marina y las fuerzas federales que abatieron a un presunto líder de delincuentes denominado “el Ojos”, exhibe una realidad que se ha querido mantener oculta y que se suma a los cientos de ejecuciones, más la creciente delincuencia, robos, secuestros, decomisos de drogas, trata de personas y tantas cosas que no habíamos visto en la capital del país.

Sin duda se debe actuar con prudencia, pero esta no implica que se oculte la verdad, se minimice o se pretenda ignorar. Al jefe de gobierno y a las autoridades les es obligado actuar para dar seguridad ante una ciudad que se encuentra bajo amenaza.

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