A 30 años de la muerte de Andy Warhol (1928, Pittsburgh – 1987, Nueva York), el Museo Jumex de la Ciudad de México —en colaboración con diversos museos que prestan las obras—, abre sus puertas para presentar su obra bajo el título: Andy Warhol. Estrella oscura —curada por Douglas Fogle— una exposición que mostrará los temas y técnicas usados por Warhol y que lo llevaron a posicionarse como uno de los artistas más importantes del pop art estadounidense. La muestra se compone de las pinturas de productos de consumo —como las famosas latas de sopa—, retratos serigrafiados de estrellas del cine y películas silenciosas. “Para Warhol —dice Fogle—, cualquier retrato de la experiencia estadounidense estaba incompleto si no se examinaba su lado oscuro […] el mismo Warhol parecería haber nacido bajo una estrella oscura. En sus pinturas se inscriben augurios del futuro destino del artista a manos de la fascinación de los medios por la fama y la tragedia”. Esta muestra se centra en las obras de Warhol de los años sesenta, los cuales tienen temas diversos, como las promesas utópicas después de la guerra, y que fueron realizadas con múltiples técnicas.

El filósofo y crítico de arte norteamericano Arthur C. Danto (1924-2013) en su libro Warhol (Universidad de Yale, 2009), muestra su fijación con el enigma de Andy Warhol e incluso la condición subversiva de su actividad que trastocó la configuración estética de crítico. Danto es filósofo de profesión, pero sus años ininterrumpidos en la docencia en la Universidad de Columbia, ni sus incontables conferencias alrededor del mundo, han tenido la repercusión de su ensayo titulado El fin del arte, que publicó en 1984, en pleno auge del mercado del arte, y lo que ha derivado en convertir a Danto por méritos propios en una pieza clave del arte moderno. Desde entonces sus ensayos, libros y artículos han entrado en las universidades, que han provocado un sin fin de debates. Nunca ha dedicado sus energías a mediar entre teorías simples, sino a profundizar la audacia de las propias. Sea en sus primeros trabajos a la filosofía de la historia o en sus crónicas de la escena artística de Nueva York publicadas en The Natión, donde siempre marcó su pensamiento de forma radical y crítica.

Danto apela en ocasiones a la secuencia de transformaciones que convierten la imagen de Warhol en un icono indiscutible del arte del siglo XX, como artista decepcionado del curso formalista emprendido por el expresionismo abstracto desde inicios de los setenta, y como performer sobredotado que ha sabido convertir su gestualidad desmesurada en el lenguaje plástico identitario de una deriva magnética de la sensibilidad contemporánea. Danto sitúa la figura de Warhol en los inicios del radicalismo pop y el fecundo diálogo visual con las propuestas de Jasper Johns y Robert Rauschenberg en el momento de la consolidación de la Factory en Nueva York. Un arte de incisiva intencionalidad pública que renuncia al elitismo de la abstracción y propone “un genuino sabor americano” en la ingenua figuración de sus trabajos tempranos. Un arte reflexivo, distanciado de los circunflejos malabarismos de Duchamp —un arte para cómplices—, y de efectismo mediático de Jeff Koons. Una personalidad poliédrica: artista, activista, cineasta, escritor de fácil legibilidad y filósofo a su pesar. Un hito en la definición contemporánea del pensamiento americano.

Danto pasó de ser un acreditado filósofo analítico a crítico de arte de The Nation en 1965: apenas un año antes había descubierto a Warhol en una legendaria exposición que cambió su percepción. El joven artista mostraba diversas cajas de madera pintadas que imitaban los envases comerciales de la esponja Brillo. ¿Podían considerarse obras de arte? ¿No eran simples recipientes utilitarios? La respuesta remite a la convención occidental que sitúa la identidad de las obras de arte en el consenso que alcanza en la institución Arte, ese complejo de interferencias que llamamos mundo del arte en el que artistas, críticos, galeristas, conocedores y público establecen el horizonte de delimitación que califica el arte. Es arte, esa fue y es la pregunta.

En el caso de Warhol, su propuesta es diferencialmente norteamericana y apela a la comprensión de un público amplio; incluso a aquellos que un simple movimiento de translación de sentido nos obliga a la reflexión sobre sus cualidades perceptivas y expresivas.

Warhol actúa, sobre objetos de uso que forman parte de una cultura doméstica compartida, como el refresco Coca-cola o la sopa Campbell. Una cultura que pronto adquirió legitimidad europea entendida como un soplo de arte “nuevo” en la enrarecida atmósfera del expresionismo abstracto en el momento de su inexorable disolución banal. El pop era la cultura alternativa, ajena a la disimulada propaganda informal difundida en la Europa posbélica por la Escuela de Nueva York. Un arte vivo y americano en estructura y figuración: colores simples y brillantes, imágenes mediáticas procedentes de la publicidad comercial. Algo que el artista inglés Richard Hamilton entrevió sutilmente en 1957. Año clave para el informalismo, pues se funda el grupo español El Paso.

El artista pop repudia la belleza ideal y busca una respuesta estética directa en los eficaces anagramas del supermercado. No es casual que cuando IIeana Sonnabend quiso lanzar a Warhol en París aceptara la turbamulta de motivos que identificaban su agresiva figuración: coches aplastados en un accidente vial, revuelta racial, silla eléctrica, amarillismo gráfico: una imagen exagerada y sensacionalista del modo de vida americano que los europeos exigían. Pero, sin embargo, cambiará el llamativo título: frente a Muerte en América, un afilado Warhol. La construcción de un mito, ni más ni menos. Danto dice que el arte europeo, todavía teñido por la vanguardia a inicios de los sesenta, estaba “fuertemente politizado”: la Guerra Fría, el realismo histórico, los neomarxismos, la figuración crítica. Por el contrario, Warhol ridiculizaba la abstracción expresiva americana y el realismo con fronteras del arte comprometido para proponer un nuevo realismo tecnológico y cotidiano. La cultura de masas contra la cultura intelectual: Marilyn y Elvis.

Sin embargo, Warhol inicia su actividad como pintor vanguardista. Danto descubrió en París los collages de Lichstenstein, meros recortes de periódicos sobre un soporte provocador, y pensó que eso era no-arte, o bien, que cualquier cosa podía ser arte a partir de ese momento. Un campo de experiencia para Warhol por aquellos años al amontonar duplicados de los Brillo Boxes y advertir al americano medio: éstos son sus referentes. La transfiguración del lugar común (1981), titula Arthur C. Danto su primer libro de reflexión estética. Danto cierra su aproximación personal a Warhol deteniéndose en La última cena, que entiende como un manifiesto de la actitud performativa y polivalente del artista. Recupera un tema antiguo, la cena evangélica, de ampulosa apoteosis cristiana, pero recurriendo a la imagen trivial de la reproducción gráfica, la única de verdad accesible a todos, creyentes y turistas. Pero a partir de esta imagen establece el núcleo de la realidad de arte: transformar lo cotidiana en unidad trascendente, en símbolo de sentido.

Es ésta la gran argucia de la poderosa imaginación de Warhol: rodear la sublime escena de un utillaje diario, lineal, pop, descriptiva, cercano a la tira gráfica. La repetición entendida de este modo como un signo cifrado de significación. Al igual que el transparente logotipo de General Electric que suplanta la luz artificial. Se trata de externalizar la interioridad de nuestros fetiches, asegura Danto. Aunque hay de decirlo, Warhol, el artista histórico, es otra cosa, desde luego…

miguelamunozpalos@prodigy.net.mx