Por Paulina Figueroa

 

¿Qué tienen en común Valeria, Itzel, Lesvy, Diana y Yakiri? Todas ellas fueron víctimas de violencia de género. Valeria -niña violada y asesinada en una combi del Estado de México- y Lesvy -joven encontrada colgada en un teléfono público en CU- no tuvieron que morir. ¿Qué hacer con tanto horror? Diana, Itzel y Yakiri afortunadamente viven para contar sus terribles experiencias de violencia, miedo y negligencia institucional.

En diciembre de 2013, el nombre de Yakiri Rubí Rubio inundó los titulares de la prensa nacional: “Una joven mexicana que denuncia violación termina acusada de homicidio”, “Mata joven a su novio a cuchilladas”, “Agarran a mujer que mató a su novio en un hotel”, “Tuvieron relaciones sexuales, pero no fue contra su voluntad. No sólo degolló a Miguel, le dio 14 puñaladas según la autopsia”.

La joven de 20 años fue secuestrada por dos hombres y la llevaron a un hotel para violarla. Después de ultrajarla, uno de ellos intentó asesinarla. Yakiri, en instantes de desesperación y rabia, mató a su agresor en defensa propia. Sin embargo, la acusaron de homicidio calificado y la encarcelaron en el penal de Santa Marta Acatitla y después fue trasladada al Centro Femenil de Readaptación Social “Tepepan”.

Ana Katiria Suárez, abogada penalista que defendió a Yakiri, relata en el libro “En legítima defensa” ( Grijalbo, 2017) la historia de la joven y la larga lucha para obtener su libertad. En entrevista para Siempre!, la autora cuenta el largo camino burocrático para demostrar un proceso viciado y el contubernio entre los delincuentes y la autoridad.

Además habla de la aportación de su obra en el debate de la violencia de género en un contexto donde ser mujer en México es un verdadero peligro. “Todos sabemos que uniéndonos, visibilizando las atrocidades legales de la autoridad es como podemos exigirle que cumpla con su deber”.

 -¿Qué sentiste la primera vez que conociste a Yakiri, la cual se encontraba detrás de una reja? ¿Por qué decidiste llevar su caso?

Es algo que no se piensa, es algo que sale de las entrañas. El tener una sola herramienta para ayudar a una mujer desvalida y no hacerlo sería contra mi naturaleza, sólo decidí hacerlo sin pensarlo. Cuando vi a Yakiri, por primera vez, sentí mucho enojo, mucha frustración por el país machista en el que vivimos y una necesidad inmensa de contenerla. Juré, por mi vida, que la iba a sacar de ahí, y fue lo que hice.

 -¿Pensaste en renunciar al caso una vez que te pusieron tantas trabas institucionales?

En ningún momento pensé en tirar la toalla. Cuando tienes en tus manos la libertad de una mujer y la estabilidad emocional de una familia entera haces lo mejor posible. Fue un año y medio que no pensé en mí, ni en el cansancio físico, no pensé en las consecuencias que tenían mis actos, sólo sabía que tenía que hacer valer la ley y la justicia para Yakiri.

 -¿Cuál fue la principal causa para que Yakiri fuera considerada como victimaria? La ignorancia de las autoridades, el compadrazgo de las autoridades con los violadores, el hecho de ser mujer, lesbiana y con bajos recursos…

Todas juntas. Hablamos que desde las autoridades de base hasta el máximo exponente de impartición de justicia en esta Ciudad de México están viciados por la corrupción Si Yakiri hubiera conocido sus derechos y exigido que detuvieran a su agresor tendríamos una averiguación previa limpia y una nueva declaración como víctima, no como probable responsable: fue acusada por homicidio calificado. Se integró una nueva averiguación en la Fiscalía de Delitos Sexuales para investigar el delito de violación sexual, ya que había pruebas suficientes y al día de hoy todavía no está cerrado ese caso. Es asqueroso decir que “nos dan atole con el dedo”, resuelven de manera mediocre. No reconocieron el derecho de legítima defensa de Yakiri para proteger su vida por la puñalada que tenía en el brazo, por las fotografías que la propia Procuraduría arrancó del expediente para que sólo fuera juzgada por homicidio y por esa lesión le otorgan el derecho de haberse defendido de la muerte, no por haber sido violada. Parece que nosotros como mujeres no tenemos derecho de defender nuestro cuerpo, nuestra integridad física contra un atacante que va por las calles pisoteando la dignidad humana.

-Después de todo lo vivido y con tu experiencia como abogada, ¿qué significa para ti ser mujer en este país?

Un riesgo, una afrenta, un andar tortuoso constante. Lo que sabe un abogado lo tiene que saber tres veces más una mujer, tiene que prepararse más que un hombre, ya que no es digna de confianza. Las mujeres que levantamos la voz somos una alborotadoras, chismosas y no somos dignas de respeto. Llevo tres años sin hacer mucha reflexión que ha cambiado en mí el caso de Yakiri, porque no te puedes detener, porque la vida sigue, los casos siguen y porque la ayuda sigue haciendo falta. Puedo decir que mi intolerancia ante las agresiones de la autoridad es total, porque ya no encuentro justificaciones dignas para que esas autoridades merezcan respeto de la ciudadanía.

¿México ha avanzado con respecto a los derechos de las mujeres? o (como refieres en el libro) una mujer mexicana puede compararse a la de Pakistán?

México se ha atrevido a firmar convenios, tratados internacionales que no se han cumplido. Lo que le importa a la instituciones publicas y al país es aparentar que todo está bien. Crear un escenario para justificar su actuar. Existen protocolos de atención a las víctimas que denuncian una agresión sexual que no se cumplen, atención psicológica, retrovirales, antibióticos, pastillas del día siguiente que es obligación de la autoridad. Hoy, a través de los medios de comunicación, se dan a conocen nuestros derechos para exigírselos a las autoridades, porque los derechos no se mendigan, se exigen.

La prensa fue un factor determinante para que el caso de Yakiri se diera a conocer a nivel mundial.  Sin embargo, fueron los primeros en difundir la información errónea, hecha por el MP. ¿Hacen falta leyes que regulen la información que los medios sacan a la luz y que podrían afectar la imagen de una persona?

No quiero justificar a los medios de comunicación que se atrevieron a manchar la imagen de una mujer violada, pero los primeros responsable son los servidores públicos de las instituciones dentro de la Procuraduría capitalina. Siempre hay fuga de información para generar una corriente de opinión en la sociedad civil y de ahí ocurra el apoyo o no de estas víctimas. ¿Qué sucede si la misma Procuraduría envía la nota diciendo “asesina”, “prostituta”, “narcomenudista”, “asesinó a su amante”, contra una posición justa que es una mujer que fue violada por dos sujetos y logra salvar su vida? ¿Quién es el principal responsable? Las autoridades de base. La responsabilidad de los medios de comunicación es fundamental y también son nuestro mejor apoyo.

-Ahora está el debate que por el nuevo sistema de justicia penal hay más delincuencia… ¿qué es el que debe cambiar para que el caso de Yakiri no vuelva a ocurrir?

 El cambio empieza por nosotros, llevamos muchos años de ejemplos día tras día para entender que no debemos de confiar en las autoridades, le duela a quien le duela lo que estoy diciendo. No son dignas de nuestra confianza. Cuando nos atrevemos a confiar en ellos, nos pisan, abusan, tienen preferencia con el que tenga mayor alcance por indicaciones jerárquicas. ¿Qué debe de ocurrir? La gente debe conocer sus derechos para saber hasta dónde puede llegar la autoridad. El Sistema Penal Acusatorio es un sistema distinto del escrito, lo que cambia es la temporalidad de los juicios y la oralidad de los mismos pero con las mismas maquinaciones y porquerías que se vienen haciendo de toda la vida, ¿por qué van a cambiar? ¿Cómo podemos obligarlos a que cumplan con la ley? A partir de ponerles límites, de señalarlos.

-A la fecha, ¿cuál es tu situación respecto a tu protección personal? ¿Sigues temiendo por tu vida?

Pertenezco al Mecanismo para los Defensores y Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas. Creo que al igual que los defensores de derechos humanos nos encontramos en constante vulnerabilidad frente a la represión del Estado. He recibido amenazas por haber publicado y presentado el libro por parte altos funcionarios de este país, no han cesado de amedrentarme. Tengo miedo y hago responsable a estas altas instituciones de lo que me pueda pasar, pero no me voy a callar. No quiero ser condescendiente con las porquerías de las instituciones, con el machismo y la discriminación.

¿Pudiste corroborar el dicho que las cárceles se encuentran llenas de “inocentes” y la justicia es “amiga” de los ricos?

Lo pude corroborar desde el primer día. Hace 16 años decidí ser penalista y lo pude corroborar en todos los casos que me ha tocado suplicarle a la autoridad que se tiente el corazón para hacer justicia. El caso de Yakiri es una gota en medio de una lluvia enorme, pero Yakiri somos todas.

 -Actualmente ¿cómo se encuentra Yakiri?

 Yakiri evolucionó increíble, emergió en ella una mujer con una sed de lucha y justicia. Ella juró, cuando salió de la cárcel, que en lo que sus manos estuviera no se iba a repetir su historia. Forma parte de una asociación civil que protege a mujeres que han sufrido violencia de género. El lazo que une a una víctima de su defensor va mucho más allá de un expediente y ese es el que sigue caminando entre Yakiri y yo.