La belleza de los volcanes de México van más allá que modelos para fotografías bonitas, encarnan los desafíos ambientales y sociales que enfrenta nuestro país, así lo deja saber el fotógrafo mexicano Héctor Guerrero.

Durante años ha retratado la ruta de los siete volcanes más altos de México, sus imágenes muestran áreas donde ha habido nevadas, poblados donde los habitantes han tomado las armas para defenderse del crimen organizado y las nuevas poblaciones formadas por personas que abandonaron sus tierras debido a la minería o a la tala ilegal.

A su vez su obra refleja las condiciones climáticas extremas que obligan a los habitantes a migrar a Estados Unidos o a establecerse bajo la sombra de los volcanes. “En esta ruta puedes encontrar todos los climas del mundo y todos los problemas que enfrentan las grandes ciudades.

“Al hablar de la violencia en América Latina, descubres que muchos conflictos se originan debido al entorno por el control del agua o la minería. Sin embargo, la gente no hace la conexión. En México, tenemos el gran problema del narcotráfico, pero ¿por qué los jóvenes recurren a la delincuencia organizada? Muchos de ellos provienen de comunidades desplazadas o lugares donde las minas les arrebataron las formas tradicionales que tenían de ganarse la vida”.

El objetivo de fotografiar volcanes era cuestionar la forma tradicional en la que estos lugares son mostrados. En cambio de fotografiarlos en colores vivos optó por el blanco y negro para reflejar el lado humano y no sólo la belleza natural. Su idea era observar a la gente y su relación con el entorno.

Inició con el Nevado de Toluca, donde solía caer nieve todo el año. “Entonces, a la gente no le importaba. Ahora que ya no sucede, lo valoran. Ahora es un parque nacional protegido”.

Capturó la belleza del volcán de Colima, también conocido como el Volcán de Fuego. El artista afirma que los habitantes no le teme al volcán. “Uno puede ver que la ceniza cae sobre los pueblos y la gente no quiere irse. El gobierno hace que la gente firme un papel donde acepta el riesgo, pase lo que pase”.

Entre sus imágenes también destacan pueblos que quedaron sepultados por la lava y las cenizas, donde la torre de una iglesia se asoma entre el paisaje.

Héctor comenzó a hacer fotografía a los 16 años, cuando su madre lo obligó a que aprendiera un oficio, en caso de que el camino académico no fuera suficiente para ganarse la vida.

“Nunca había tomado una fotografía antes, en mi casa no había cámara, ni siquiera tengo fotos mías de bebé. Así que cuando vi un curso básico, me pregunté qué tan difícil podía ser”. Las imágenes de Bruno Barbey sobre los enfrentamientos y las protestas en París en 1968 lo impactaron al grado de pensar en la fotografía como una profesión.

“Me impresionó enormemente. ¿Por qué alguien tomaba fotos de eso? Pensaba que la fotografía solo era para los momentos felices. Pregunté a un maestro y me dijo que se llamaba fotoperiodismo. Esa imagen cambió mi vida. A los 16 años supe que quería ser fotoperiodista”.

Es considerado como un fotógrafo nómada que ha recorrido casi todo el país realizando diversas coberturas que van desde problemas sociales hasta catástrofes ecológicas. Su interés refleja sus preocupaciones por el medioambiente y el cambio climático.

“Muchos pueden conocer el nombre de un volcán, pero no lo han visto de cerca. No han visto ninguna campaña que explique lo majestuosos que son. El gobierno mexicano los ha abandonado. La gente no puede amar aquello que desconoce”.

Héctor Guerrero ha trabajado para la Agencia France Press para la oficina de México y para Reuters. En los últimos años, en colaboración con otros fotógrafos, ha impartido talleres de auto-protección para fotoperiodistas.

En 2008, obtuvo la beca del Fondo y del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Jalisco con el documental Sur-Independencia-Norte. Fue nominado en 2012 y 2014 por la región México, Centroamérica y El Caribe para el Joop Swart Master class de World Press Photo. Recibió el Premio Photofest-2014.