Venezuela amaneció y oscureció este domingo consciente de haber vivido un día “histórico”. Así lo consideró el Gobierno de Nicolás Maduro, que llevó a cabo su golpe de Estado sin tomar en consideración la legitimidad que le entregó una participación que situaron en cifras “récord” (8.089.320 votos, el 41,53% del censo electoral) mientras que la oposición registró una abstención del 88% (poco más de dos millones de personas); e igualmente destacada resultó la jornada para la disidencia, que denunció ante la comunidad internacional el culmen de la brutal represión que padecen y que hoy causó diez muertos -dos menores cayeron abatidos por los disparos de las fuerzas policiales-.

El presidente chavista inauguró un día que arrancó pifiado. De madrugada, patrullas de la radicalizada Guardia Nacional Bolivariana segaron la vida de tres personas, entre ellas la del líder opositor juvenil del partido Acción Democrática Ricardo Campos. El compañero de partido del presidente del Parlamento, Henry Ramos Allup, recibió un tiro en la cabeza cuando se encontraba en la esquina del edifició en el que residía. Además, en una suerte de augurio de lo venidero, el carné de la patria -ese sistema por el que el chavismo controló a sus votantes- de Maduro falló en el momento en el que se disponía a inaugurar la votación. Con la televisión estatal retransmitiendo en directo.

A partir de ese punto se desarrolló un escenario bélico, en el que el mencionado cuerpo militar destinado a controlar que las protestas no perturbaran el desarrollo de los comicios (en cumplimiento de la censura, bajo penas de cinco a 10 años de cárcel, anunciada por el Ejecutivo hace tres días) se erigió en tenebroso protagonista, disolviendo manifestaciones con botes lacrimógenos y balas reales -así impidieron la gran marcha opositora que pretendía recorrer Caracas-. Además, su rastro volvió a dejar muerte y saqueos a residencias, terror, detenciones indiscriminadas -como la sufrida por la mujer y las dos hijas del diputado opositor Simón Calzadilla- y barbarie.

Este último punto quedó retratado con el deceso de dos menores de edadde 17 y 13 años, que fueron víctimas de los balazos disparados por la Guardia Nacional Bolivariana cuando se manifestaban en uno de los puntos negros de la geografía venezolana, la región andina de Mérida. Allí perecieron cinco personas, incluido uno de los miembros de la mencionada guardia.

El “atentado” -así catalogado por el Ejecutivo- que provocó heridas de diversa consideración a siete policías al ser detonada una carga explosiva al paso de la patrulla, por la plaza de Altamira de la capital, resultó la justificación de la dureza consiguiente. En medio de la refriega Henrique Capriles y Leopoldo López, líderes opositores distanciados pero unidos este domingo, hicieron un llamamiento a la comunidad internacional ante la “brutal represión” y el “asesinato de venezonalos“. La Fiscalía certificaría el balance de muertos en diez, mientras que en el cálculo efectuado por la trinchera antigubernamental el monto asciende a 16 víctimas. Sea como fuere, el número de fallecidos desde el 1 de abril ronda ya los 120.

Con respecto a la participación, la coalición de partidos opositores llamada Mesa de la Unidad Democrática se vanaglorió por el “fracaso rotundo” del evento. Su registro contabilizó una muy escueta participación del 12% de los electores llamados. Esa masa sería de 2.483.073 ciudadanos contabilizados en un censo de 19,5 millones de personas inscritas. Y es que a la llamada sólo acudían los chavistas, pues los opositores efectuaron, con rigor, un boicot ante una ceremonia “fraudulenta” y previo paso al reforzamiento de la “dictadura”. “Participación hoy no llegará ni siquiera a requerimiento de 15 % electores que podría solicitarla según art.348 CRBV (que permite activar un proceso constituyente)“¡Fracasaste Maduro!”, tuiteó un Capriles que instó a seguir luchando, con marchas para el lunes y el miércoles.

El “remate” del proyecto chavista que caracreó el Gobierno hubo de ser ampliado una hora para tratar de ganar peso. El Consejo Nacional Electoral anunció, cuando expiraba el tiempo fijado antes del cierre de los puntos de elección, que prolongaba el plazo y que no cerraría hasta que las colas de votantes no concluyeran. Pues bien, pasada esa prórroga los votantes seguían acudiendo a los centros para apoyar a la Constituyente, según el relato de la rectora Sandra Oblitas. Cuatro horas después de la caducidad del plazo seguían eligiendo, presumió el oficialismo.

Diosdado Cabello, vicepresidente del oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela, fue la voz que sintetizó el seguimiento de la llamada chavista como un “récord de participación, una victoria ejemplarizante y la muestra de que la semilla que el comandante Hugo Chávez sembró en tierra fértil hoy está dando sus frutos”. Sin precisar ni un sólo número al respecto, confirmó que el Ejecutivo bolivariano activará la nueva Asamblea, con intención de modificar la Constitución y derrocar algún órgano indigesto del Estado. “En los próximos días comenzará a tomar medidas”, manifestó.

Sin embargo, el “ejemplo para todo el mundo” de “empoderamiento” del pueblo que clamó Cabello ha “nacido muerto”, en palabras opositoras. Sólo la incertidumbre prosigue a este “día histórico”, pues si arrancara un proceso constituyente como el ejecutado por Chávez en 1999 -con mucho más apoyo entonces que ahora-, toda vez que se hayan confirmado los 500 integrantes de la Asamblea, paralela al Parlamento de minoría bolivariana, lo hará sobre la escenificación más cruda de la fractura social de su país. Refrendada en las últimas 24 horas de pulsión autoritaria y revolucionaria.

Ni la oposición, ni Estados Unidos, España, la Unión Europea, Colombia, Argentina, Brasil, Perú o México reconocen legitimidad en los comicios celebrados en este volcánico domingo. También parece tendente a desconocer el resultado y sus efectos la amplia masa social que clama por un cambio de régimen en la nación caribeña. La huída hacia adelante del chavismo, plasmada en ruda y temible represión ante los ojos del mundo, tendrá que proseguir con demasiados actores dándole la espalda. La expulsión de más de una treintena de periodistas internacionales ha contribuido al interesado apagón informativo de tintes autoritarios que, para su desgracia, no ha conseguido tapar los mortales desmanes de su modus operandi.