Stephen Mallarmé (1842-1898) es uno de los poetas más trascendentes del siglo XIX francés y representa la culminación del simbolismo; es uno de los pioneros  de la vanguardia. Nacido en Etienne Mallarmé, en París; cuando contaba con siete años murió su madre; sus abuelos se encargaron de su instrucción. Estudió en Sens, en la Borgoña. Muy joven se fue a vivir a Londres donde fungió como profesor de inglés; pronto sería nombrado coordinador de estudios  del Instituto Tournon. Se casó con la joven alemana Marie Gerhardt un año después de haber llegado a Reino Unido. Luego de sus jornadas laborales se concentraba en la escritura. Le Parnasse Contemporain le publicó una decena de poemas. Regresa a Francia y se integra como docente el Liceo de Aviñón y en 1864 publica Herodías.

En esos días conoció  a Paul  Verlaine y obtiene, poco después, un lugar como profesor en el liceo Fontanes en París. La complejidad  de su poesía le procuró admiradores, sobre todo entre los simbolistas; fue elogiado por Verlaine y de Huysmans, quienes  leyeron con avidez, también, sus  traducciones  de los poemas  de Edgar Allan Poe (1809-1849), publicados  hacia 1888. Era una voz magisterial de las  tertulias, frecuentadas  por  figuras  como André Gide y Paul Valéry, realizadas los martes en la casa de Mallarmé, situada en la rue de Rome, en el Distrito XVII de París. Ahí también llegaban Rimbaud, Leconte de Lisle y el propio Verlaine, quienes llamaron al autor de Un tiro de dados, el Príncipe  de los Poetas.

En las postrimerías del siglo, la revista Cosmopolis publicó Un tiro de dados nunca abolirá el azar, que —a decir del poeta, periodista y traductor peruano Rodolfo Hinostroza (1941-2016)— formaba parte de una obra absoluta el Libro Perfecto, que no se culminó, y cuya realización precisó Mallarmé en el folleto A propósito del libro (1898); “Intentaba reproducir, a nivel incluso tipográfico, el proceso de pensamiento en la creación del poema y el juego de posibilidades oculto en el lenguaje. Constituía un claro precedente de la poesía de las vanguardias”.

Víctor Manuel Mendiola, en Ediciones el Tucán de Virginia, ha integrado en un volumen Un tiro de dados…, con la traducción de Hinostroza, junto a ensayos de Alfonso Reyes, Rafael Cansinos Assens, Salvador Elizondo y Gabriel Bernal Granados.

La recuperación de esta traducción, además de ser una nueva  edición a  un poeta  clásico —que en sí mismo ya  es  significativa—, también incide en las  revelaciones  que  alcanzó el poema. Mendiola señala que el traductor peruano comprendió… “La dispersión y la concentración, la simultaneidad y la velocidad de Stéphane Mallarmé le obsequió a la literatura del siglo XX. En un estilo exuberante y arrollador, la furia vital y poética de Hinostroza reanimó los signos, las alegorías y los ideogramas”. Esta traducción ganó el Premio Maldodor 1970, cuyo jurado se integró por Octavio Paz, Félix de Azúa, Carlos Barral, José María Castallet y Jaime Gil de Biedma.

Ya el mismo título representó un enigma: Un coup de dés jamais n’abolirá le hasard. Los simbolistas lo consideraron el más importante poema francés del siglo XIX porque, además, es el poema con que se inicia la poesía de la modernidad.

Hinostroza penetró hondo en el poema que “se ordenaba dinámicamente por la tensión entre la diagonal plena y la diagonal vacía de la página blanca, incorporando el espacio vacío al poema, y ocupándolo plenamente, sin dejar márgenes ni resquicios”.

Esta edición, facsimilar, incluye también el prefacio a la primera edición de Mallarmé  (en traducción de Bernal Granados), quien al referirse a los  “blancos” de las hojas en su poema: “adquieren relevancia, desde un principio; la versificación lo exige, como el silencio en torno, como es usual, al punto de que un trozo, lírico o de unos cuantos pies, ocupa, en el medio, el tercio de la hoja: yo no transgredo esta medida, solamente la disperso. El papel interviene cada vez que una imagen, ella misma, cesa o vuelve, dando lugar a la sucesión de otras y no se precisan, como antaño, los tramos sonoros o versos […] El Poema aquí dispuesto, más que un boceto, es un ‘estado’  que no rompe en ningún punto con la tradición; se antepone su presentación en muchos  sentidos de manera que no ofusque a nadie: apenas, para abrir los ojos”. El texto —aquí reproducido sin la “tipografía poética” y sin los espacios originales— inicia:

“JAMÁS/ ASÍ FUERA LANZADO EN CIRCUNSANCIA/ ETERNA/ DEL FONDO DE UN NAUFRAGIO/ SEA/ que /el Abismo/ blanqueado/ quieto/ furioso/ bajo una inclinación/ planea desesperadamente/ de ala/ la suya…”.

Esta reveladora y pulcra edición incluye también “Soneto en ix” del propio Mallarmé en traducción de Octavio Paz. La “Meditación de Mallarmé” (1951) de Alfonso Reyes, explica entre líneas cómo la lectura de un mismo texto se transforma al leerse  en la juventud y, después, en la edad  madura. Los tópicos que de la lectura Reyes rescatamos van del ansia del poeta a la Creación. El poeta francés “Comienza por bajar hasta el remolino del naufragio. Ya, apenas, sobresale el airón, la pluma del gorro […] desde su abismo giratorio, lanza los dados como boleadoras de gaucho. ¡A ver si logra enredar un día las piernas furtivas de la Casualidad. Del azar que es la cacería!”.

Agregamos, provisionalmente: la forma concebida también como elemento de la poesía desplegada en el espacio. Se integran, asimismo, a los tópicos inevitables de la realidad del mundo y el desarrollo de la poesía —desde la mirada del poeta— que se manifiesta en el caos irradiado por el azar y el impulso de la vitalidad que, a su vez, exclama, implora y explora, también, con suspensos —entre el silencio y el vacío— representado también en los “blancos” de la página. Es la huida a la sombra de todo terreno: la muerte.

Stéphene Mallarmé, Un tiro de dados (Traducción de Rodolfo Hinostroza), y “Soneto en ix” (Traducción de Octavio Paz), con ensayos de Rafael Cansinos, Salvador Elizondo y Gabriel Bernal Granados, Tucán de Virginia, México, 2017.