El nuevo rostro de la ciudad lo íbamos modelando a puñaladas. Manuel Payno

En tanto la estructura que dio nombre a la plaza mayor de la Ciudad de México, es decir, el zócalo de lo que sería el monumento a la Independencia soñado por Santa Anna en 1843, sorprendía recientemente a arqueólogos y obligaba a su conservación ante la avasallante obra concebida por el gobierno del Dr. Miguel Ángel Mancera (quien encargó una plaza multiusos para sus eventos masivos), en el auditorio Benito Juárez de la Asamblea Legislativa, la autoridad capitalina constataba el rechazo masivo a su Programa de Desarrollo Urbano 2017-2030.

En sentido contrario a las sólidas argumentaciones y razonamientos en pro de una ciudad habitable, vecinal, amable y armoniosa, algunos legisladores defensores del proyecto suicida del gobierno capitalino optaron por denostar a los legisladores de Morena, quienes desde el 22 de septiembre de 2015 presentamos en tribuna una propuesta a favor de generar un consenso social que permita establecer principios y propuestas de desarrollo urbano equilibradas entre la sociedad y el sector inmobiliario.

No nos amilanó el desdén y rechazo parlamentario a nuestra propuesta y hemos seguido trabajando, proponiendo y haciéndonos eco de las denuncias vecinales que exhiben megaproyectos ajenos a su vida cotidiana, componendas para facilitar sus construcciones y lecturas a modo de las normas urbanas vigentes a fin de construir en contra de una comunidad que los rechaza.

Mienten quienes anatemizan al Bando 2 —decretado por Andrés Manuel López Obrador en su primer año de gobierno— acusándolo de daños inexistentes a la ciudad: los resultados de su aplicación mostraron que las delegaciones centrales lograron un repoblamiento importante, como el registrado en la delegación Cuauhtémoc, que en el censo del año 2000 contaba con 516,215 habitantes de los 595,960 que tuvo en 1990 y que a siete años de su aplicación mostró un crecimiento a 530,035 habitantes, según conteo del Inegi.

Durante los tres días que duró el foro legislativo, cientos de personas expresaron su rechazo al programa elaborado por la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda a través del Consejo Para el Desarrollo Urbano Sustentable, mecanismo de participación que rechazó cubrir las expectativas de una sociedad presa de la voracidad inmobiliaria y de la avidez privatizadora del espacio público practicada por el gobierno.

Si los habitantes de zonas residenciales de la ciudad se encuentran severamente molestos por las megatorres de oficinas, departamentales y plazas comerciales que han venido a desarticular sus hábitos y propiedades, tampoco los pueblos y barrios originarios fueron debidamente informados ni consultados, y las clases medias y populares, al percatarse de las transformaciones, emiten su inmediato rechazo a esa concepción urbanística de ciudades policéntricas y compactas.

Parafraseando a don Manuel Payno: a puñaladas el gobierno de Mancera modela el rostro de la nueva ciudad.