Cuanto más siniestros son los deseos de un político, más pomposa se vuelve

la nobleza de su lenguaje. Aldous Huxley

En la actualidad ya nada, ni las declaraciones políticas, los reclamos y el manejo mismo de las informaciones, al igual que los innumerables análisis de personalidades dedicadas al estudio de la política, son ajenos a la campaña presidencial que está en marcha.

Escandalizan, sin embargo, los despropósitos de personajes de la vida pública que, descontentos por las decisiones del Instituto Nacional Electoral, han empezado a exigir la renuncia de los consejeros del instituto, como si fuera un relevo simple.

Esos simplistas dislates uno los entiende de algunos activistas consumidos por el rencor, porque son propios de quienes creen todavía que las complejas situaciones de la lucha democrática se resuelven con la magia de la varita de Harry Potter.

No se entiende que personalidades, caracterizadas por su prudencia y sensatez ante las adversidades, se dejen arrastrar por los arrebatos y ocurrencias que, como la Reina de Corazones de Alicia en el país de las maravillas, ahora pretenden satisfacer su descontento con el clásico “¡qué le corten la cabeza!”

En su patético simplismo pretenden engañar a los ciudadanos, pues bien saben que la renovación del INE, en el eventual caso de que los consejeros, hastiados de que los autores de las restrictivas leyes electorales se nieguen a respetar lo que antes aplaudieron e impulsaron caprichosamente.

Solo la brutalidad de la lucha por el poder, que no es otra cosa la elección presidencial, puede explicar tantos despropósitos como los escuchados a raíz de que el INE ha dictaminado los gastos de campaña.

En esa exigencia subyacen los objetivos, a veces disimulados, a veces descarados, de los poderes fácticos, económicos, políticos y sociales, poco dispuestos a quedar en posición desventajosa para cuando haya nuevo presidente de la república.

Son muchos los que, de acuerdo con el viejo refrán, le prenden una vela a Dios y otra al diablo, en su intento de no equivocarse y sufrir las consecuencias. A punto de partir el tren de las campañas, todos, sin excepción, quieren estar a bordo. Y si no logran un asiento, viajar aunque sea sentados en el suelo.

Bien dijo alguien que la política suele sacar lo mejor y peor de las personas. En este caso, a juzgar por lo ocurrido y lo que vendrá, tal parece que ha sacado lo peor de la condición humana, con toda su miserable cadena de intrigas y traiciones.

jfonseca@cafepolítico.com

@cafepolitico