Los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo. George Santayana

Incorregible optimista, un apreciado amigo, Roy Campos, manifiesta la esperanza de que, a pesar de las diferencias entre tantos sectores de la sociedad, a pesar de las narrativas estridentes en todos los medios de comunicación, en los próximos meses todos nos uniéramos por el bien de la nación.

Será muy difícil traducir esa esperanza a la realidad, al menos que los mexicanos de a pie resistamos el bombardeo de catastrofismos a que estaremos sometidos durante los próximos doce meses.

Mucho de lo que escuchamos y escucharemos son despropósitos, intercambio de improperios y descalificaciones. Todos con el único objetivo de magnificar las divisiones entre los mexicanos, de fomentarlas y capitalizarlas, porque ya están todas las fuerzas de la república, las políticas, las económicas y las sociales, enfrascadas en la brutal lucha por el poder que significa la elección del presidente de la república y el cambio de gobierno dentro de 16 meses.

Como ejemplo tenemos a aquellos que exigen al gobierno de México enfrentar con dignidad los embates del mandatario norteamericano Donald Trump, como si el papel del presidente de México fuera el de cualquier bravucón de cantina.

Recordemos lo que dijo Felipe González, el exjefe del gobierno español. Nos dijo que cuando se llega al gobierno ya no se está sujeto a la ética de los principios, sino a la ética de las responsabilidades.

Y la responsabilidad del actual gobierno de México es que la nación salga lo mejor librada de los forcejeos con un adversario como Trump, quien, aunque algunos aquí coquetean con teorías fantasiosas, es muy probable que permanezca en la Casa Blanca cuando menos por poco más de tres años. Y eso si no lo reeligen.

Con razón se ha dicho que Trump es un peligro para México. Y es una pena que haya tantos que, por prejuicios ideológicos, políticos, por personales agravios y por descarnadas y siempre negadas ambiciones de poder no repasen nuestra historia.

Basta leer, por ejemplo, a José María Roa Bárcena. Él vivió la invasión norteamericana y fue testigo de cómo perdimos más de la mitad del territorio por nuestras divisiones ideológicas, políticas y los mezquinos intereses económicos de uno pocos.

Esta generación del siglo XXI está obligada a repetirse a sí misma la sabia advertencia de Santayana: “quien olvida su historia corre el riesgo de repetirla”.

jfonseca@cafepolitico.com

@cafepolitico