El dramaturgo mexicano Fernando Muñoz Castillo, oriundo de Yucatán, nació en 1951, y pertenece por cronología a la llamada Nueva Dramaturgia Mexicana. Sus intereses creativos se han diversificado entre la investigación (teatral y cinematográfica), el periodismo, la crítica, la historiografía, el ensayo, la poesía, el cuento, la novela, la dirección escénica y la iconografía en la que es un maestro por mérito propio. Muñoz Castillo, empero, debe ser considerado un hombre de teatro por los cuatro costados. Y en el ámbito de la dramaturgia, un revolucionario a la manera de los creadores psicodélicos de los años sesenta y setenta, imantado por los happenings jodorowskianos y la estética de Warhol, y signado por los contrapuntos arrabalistas (del español Fernando Arrabal), la sublimación arrabalera del gran Julio Castillo, y los tópicos surrealistas del Buñuel de La edad de oro y Un perro andaluz.

La obra dramaúrgica de Fernando Muñoz Castillo ha persistido durante más de cuatro décadas, desde que en 1969 estrena bajo su propia dirección la primera de sus obras, Eugenio, a la que seguirán, a partir de 1971, Historia de amor, Variaciones sobre el tema de amor, Homenaje a León Felipe, Mutación de solsticio de verano y —para entonces, y al ser muy joven aún— su audaz adaptación de Temporada en el infierno de Arthur Rimbaud. Inicio de una carrera brillante, siempre marcada por lo propositivo y encaminada a descubrir nuevas pautas y formas de abordar el fenómeno teatral lejos de todo convencionalismo, jugando a la transgresión y apostando por la subversión. Obras como Soy Jasón, tengo 28 años y Vampiros jóvenes lo resignificarán, a finales de los ochenta y principios de los noventa, en el corpus de la dramaturgia nacional, como un autor de aliento finimilenario, ciertamente apocalíptico, y que se anticiparía, con mucho, a lo que despúes fue conocido como posmodernidad. Este teatro de Muñoz, cuya raigambre estética provenía del cómic, era ambicioso: no había personajes, sólo la voz del subconciente colectivo engarzada a la acción dramática, por lo general ubicada como un viaje interminable surcando tiempo y espacio. Vampiros jóvenes tenía mucho que decir al público de principios de los noventa (y tiene todavía, pues se trata de una obra muy vigente), que proponía una dramaturgia que violaba —violentamente, sin duda— las leyes aristotélicas y daba eco a la inquietud colectiva, una inquietud que alertaba sobre la inminente venida del neoliberalismo depredador.

Infatigable, Muñoz ha continuado su proceso creador. Y ahora nos entrega El hastío es pavorreal y otras obras de teatro, libro que invita a la lectura lúdica, y prende la representación en la mente misma del lector; y, si de teatristas se tratase, de los mismos creadores escénicos.

Imposible será no identifcar las voces, los gestos, las genuflexiones de Pita Amor, Andrea Palma, Salvador Novo, Orson Welles, Dolores del Río… o revivir los rostros petrificados en fotografías de Nahui o Lupe Vélez… Delicioso entramado de anécdotas y teatralidades, Encuentros hollywoodenses (2009-2012), revive no el mundo del cine sino la sensibilidad de época de quienes hiceron el cine en sus incios, armando diálogos que van de la filosa indiscreción, al sempiterno estallido nostálgico. Welles, Novo, Mae West, Andrea, Dolores, Lupe… surgen y resurgen como estelas de sus propias imágenes proyectadas en una pantala multipolar.

Vodoo Marlene. Divertimento minihistérico y musical en un acto y varias escenas (2009-2012) es un “boceto” (así definido por el autor) escénico donde la voz de Marlene Dietrich eleva un clamor por el erotismo, la diversidad y la libertad. Es también un juego de espejos confrontativos (e históricos) entre Dietrich y el pintor expresionista George Grosz. Este Vodoo… llama la atención particularmente porque en él, Muñoz Castillo plantea con deliberado énfasis la libertad creativa del director escénico. Por ello, el dramaturgo abunda en didascalias donde el creador (director y/o actor) podrá escarbar hasta concretar su propuesta compositiva. Interesantísimo en forma y contenido, Vodoo Marlene es un libreto de intensa factura, que recupera con brillantez a ese icono de la cinematografía mundial: La Dietrich.

El cine seguirá permeando a este hastiado pavorreal con Las reinas del trópico (teatro documental para alegrar el alma), escrita entre 2005 y 2014, que evidentemente tiene antecedente en la investigación y ensayo iconográfico homónimo publicado en 1993, pero ahora la dramaturgia recurre a los lineamientos del libreto de teatro de revista y con argucia explorativa concibe una delirante mascarada donde música, baile y canto son fundamentales, forjando un grandioso musical, aporte mayúsculo de Muñoz Castillo a la historia del teatro musical mexicano, heredero del teatro popular yucateco y citadino, de la carpa y el bataclán, del erotismo, la entraña y la poesía.

La sensualidad se llama Ninón Sevilla (2015), adaptación teatral basada en el texto Ninón de la vida diaria de Óscar Villegas, es un apasionado homenaje a la figura de Ninón Sevilla, pero también del dramaturgo Óscar Villegas, autor de la célebre Atlántida, pieza icónica del teatro mexicano de la segunda mitad del siglo XX, que llevara a escena Julio Castillo. De mayor aliento teatral que las anteriores (marcadas por la espectacularidad), debido al manejo del diálogo introspectivo desde uno los dramaturgos que aún sigue a la espera de ser revalidado en la historia del teatro mexicano contemporáneo: Óscar Villegas.

El hastio es pavo real que se aburre de sol por la tarde… (minihisteria panfletaria difamatoria indigna intrigosa horrenda y asquerosa traicionera y de bajos instintos) cierra el libro. Como en Encuentros hollywoodenses, la escena recuerda aquel celebérrimo Diálogo de Ilustres en la Rotonda (1966) de Salvador Novo. En esa tradición de diálogo abierto y sin ambages, rozando la sátira y el humor negro, Muñoz desmiembra la opacidad culterana y atufada con que suele revistirse a estas creaturas del cielo de la cultura mexicana, mostrándolos de carne y hueso, con sus apetitos (sexuales, libidinales y patológicos) y pintando un mural de jocoso sabor escénico.

Iconoclasta irredento, Fernando Muñoz Castillo arma un ramillete de provocaciones en esta pieza llamada a ser entrañable no sólo por los personajes en ella retratados, sino por todo lo prohibido que enuncian y cómo lo enuncian (e incluso denuncian).

El hastío es pavorreal seduce de principio a fin, entre la sensualdiad de las rumberas, la liviandad de las poetas, la lubricidad de las artistas plásticas, la labia novescamente venenosa y la burla terriblemente socarrona de las estrellas cinematográficas. Un teatro que danza, que excita, que conmueve, que penetra, que cabalga, que succiona, que ama… es el contenido en esta selección de Fernando Muñoz Castillo, uno de los dramaturgos mexicanos en que la contemporaneidad se asume como eco universal.

Fernando Muñoz Castillo, El hastío es pavorreal y otras obras de teatro. Editorial Ariadna (Colección Tespis de Icaria, Número 5), México, 2016.