Elvira Báez García Mariscal
La Rabina Dra. Analía Bortz está casada con el Rabino Mario Karpuj, con quien tiene dos hijas, Tamar de 24 años y Adina de 19. Es Rabina de tiempo completo de la Congregación Or Hadash en Sandy Springs Atlanta, una Congregación que fundaron en 2003 y que originalmente contaba con 50 familias. En la actualidad la componen cerca de 400. Este crecimiento se ha dado a lo largo de 10 años. La Rabina Bortz tiene 25 años de experiencia como rabina y es la primera mujer Latinoamericana que ostenta este cargo. Completó su ordenamiento como Rabina en Jerusalem como estudiante del “Seminario Rabinico Latino-Americano Marshall T. Meyer”. Es médica con posdoctorado en Bioética. La Rabina Analía es también la fundadora de “Semillas de Esperanza”, un grupo de mujeres que sufre de esterilidad e infertilidad. Asimismo, es Rabino miembro Senior del lnstituto Shalom Hartman en Jerusalem. En 2011, fue nombrada “Héroe Comunitario” y, al año siguiente, recibió la investidura de “Mujer de Logros” de Georgia YWCA. Inspirada por las palabras de Abrahm Joshua Heschel, la Rabina Analía describe su vocación: “La Medicina es Religión en actos y la Religión es Medicina en Plegarias”.
EB: ¿Qué significa ser Rabina en una tradición aparentemente conservadora donde las mujeres tienen espacios reducidos?
AB: El Rabinato implica una situación en la que un líder se transforma en aquel que puede establecer ciertos estudios y tiene la sed de aprender de los demás. Un rabino, en definitiva, es un maestro. La sensación que uno tiene cuando sale de los países latinoamericanos es que no sólo existe el Rabinato para los hombres, sino también para la mujer: no hay ninguna fuente que prohíba ser rabina. Bíblicamente, la mujer fue bien aceptada desde el comienzo, desde Eva, gracias a quien fuimos echados del Paraíso (voy a decirlo así). Después de eso, todas nuestras matriarcas (Sara, Rebeca, Raquel, Lea), profetizas (Miriam, Deborah) y otras mujeres (Ruth, Esther) se han encargado de hacer la historia del pueblo judío: tienen un papel central desde el punto de vista bíblico. También tenemos mujeres importantes en la época talmúdica, pero fueron mucho más silenciadas porque el hombre tomó la relevancia. Tenemos que pensar que el Talmud se escribió con mucha influencia grecorromana. El poder del Imperio romano era detentado por los varones en todos los aspectos: el teológico, el filosófico, el administrativo. De modo que el pueblo de Israel, imbuido como estaba en el dominio masculino romano puesto que era parte de ese Imperio, imprimió esta circunstancia sociológica en el Talmud. Así, la mujer se encontraba más relegada. No obstante, cuando se descubre el Deuteronomio, el quinto libro de la Torá, quien tenía el poder de entender de qué se trataba el libro era la mujer, la profetisa Hulda. Las mujeres fueron silenciadas por la aculturización de otras creencias. No faltan las mujeres en la historia del pueblo judío. La mujer fue silenciada por culturas externas y no por los judíos, si bien sí existen en el Talmud regulaciones al comportamiento femenino.

EB: ¿Qué significa ser la primera rabina latinoamericana?
AB: Es un gran desafío. Volver al año 1994, 23 años atrás. Al principio, yo soy rabino y médico, hice ambas carreras en Buenos Aires. Como médico, me recibí con la especialidad en Radiología en Jerusalém. Fue una revolución. Salí en todos los medios, porque se tenía que entender un cambio en la estructura cultural. No tenía que ver con el conocimiento ni con la influencia. Tenía que ver con el cambio cultural. Llegando nuevamente a Argentina, por supuesto que fue una gran revolución empezar a ser aceptada en el movimiento ortodoxo. Después, nosotros, con mi esposo, que también es rabino, nos vamos a Chile, que fue una experiencia maravillosa en una comunidad increíble que pasó a ser familia, también fue una gran revolución, porque nunca habían escuchado de una rabina mujer. Estamos hablando de los años noventa. Pero debemos recordar que, desde el año 72, el movimiento reconstruccionista y el movimiento reformista aceptaron a las mujeres como rabinas y también las ordenaron. En el 84, el movimiento conservador, en los Estados Unidos, aceptó a las mujeres como rabinas. En el 94, tanto Israel como en Latinoamérica, fuimos ordenadas mujeres rabinas. Pero fue un gran desafío. La sensación es que una tiene que hacer un poquito más. Llegar a la perfección. Bueno, no existe la perfección, pero ser perfectible para poder ser aceptada. Como que había que romper barreras, los preconceptos, los prejuicios. La verdad es que, en mi caso, yo no tenía ganas de romper prejuicios. Yo quería enseñar desde mi corazón, desde el punto de vista intelectual. Había barreras. Había que pavimentar autopistas para las mujeres que se ordenaron después de mí. Y fue una transformación muy positiva. En mi caso personal, yo hice mucho estudio con lo que tenía que ver con la mente y el cuerpo (el tema médico), y con el espíritu (mi formación de rabina). Entonces logré una increíble relación entre estos dos aspectos. En nuestro judaísmo, cuando nos levantamos por las mañanas, y cuando le agradecemos a Dios por el alma y el cuerpo que nos ha dado, la primera bendición es por el cuerpo. Le decimos “gracias, Dios, por habernos dado los distintos orificios del cuerpo, porque si uno fallara no podríamos existir” y si uno piensa, nuestra alma también sufre. Entonces la primera bendición es la del cuerpo; después agradecemos por el alma. Entonces el judaísmo es la combinación entre alma y cuerpo. Yo creo que como mujer podría traer una perspectiva completamente diferente: como mujer que ha tenido hijos, podría entender el líquido amniótico como si fuera una inmersión en un mundo distinto, como que el líquido amniótico da posibilidad de nacer de nuevo. Entonces para mí fue una perfecta combinación: nunca tuve la sensación de que estaba imponiendo mi opinión particular en nadie, sino que fui de a poquito, muy progresivamente, enseñando lo que yo sabía, y desafiándome a mí misma para seguir estudiando, para tener la posibilidad de seguir enseñando con algo que no estaba escrito en la piedra, sino que yo podía involucrarme un poquito más en la vida de la gente. Eso fue tremendamente positivo para mi experiencia. Los comienzos fueron muy difíciles y fueron pasos muy pequeños a pesar de que, en mi particular manera de ser, me gusta ser rápida. No era fácil romper las estructuras culturales y tampoco era mi objetivo romperlas. Mi objetivo era poder enseñar, entender y despertar la sed de la intelectualidad, de la emoción y de la espiritualidad de la gente. Gracias a Dios, se fue dando en una evolución orgánica. Eso fue muy positivo.
EB: Uno de los grandes dramaturgos mexicanos, me refiero a Rafael Solana, escribió en el siglo pasado “Debiera haber obispas”, ¿cómo llegó el tiempo en que debiera haber rabinas?
AB: En el libro del Eclesiastés (en hebreo se llama Qohéleth), dice: “para todo hay tiempo y todo tiene un determinado momento debajo del sol”. Yo creo que el tiempo llegó en una cultura donde la mujer empezó a tener acceso a la vida política, a la vida científica, a la vida cultural; en donde la mujer fue elevada y aceptada y honrada por sus propios méritos y no por los del que tuviese al lado. Entonces, yo creo que hemos abierto muchos caminos, tanto del punto de vista cultural, emotivo, científico, político, en la literatura… Se abrieron muchos caminos para poder entender que cada uno en su género puede aportar algo distinto. Ese aporte es para el enriquecimiento general y no necesariamente para opacar al otro. Así, los géneros se pueden unir o pueden caminar paralelamente para poder entender que hay algo que cada uno de nosotros puede brindar para el enriquecimiento de la sociedad y no necesariamente en nuestra pequeña burbuja. Eso definitivamente es el tiempo, que yo no tomo como una revolución femenina, sino como un aporte progresivo en el que cada uno puede brindarse sin tener que imponerse para competir con el otro. Yo no creo en esa competencia; yo creo en la unidad donde cada uno puede brindar. Definitivamente es el tiempo de que haya rabinas. Hay muchas en Estados Unidos. Hoy en día hay muchas en Latinoamérica, aunque todavía hay muchas que no están en púlpitos porque no están aceptadas. Estamos llegando a los 25 años de esta generación de rabinas. Yo creo que es tiempo de que la sociedad se flexibilice un poco más para que podamos comprender cuán importante es entender la visión del otro.
EB: ¿Cuál considera que, actualmente, es su mayor reto?
AB: El balance. Si yo tengo que definir mi vida, todo es acerca de la palabra balance. Como rabina, como médica, como autora con doctorado, para mí, mi familia viene primero. No hay nada más importante que mi esposo y mis hijas. Si mi hija algún día escucha este mensaje, cuando lleguen mis nietos, no habrá nada más importante que mis nietos. Entonces el reto es el balance, es buscarlo, porque, a veces, como decía Foucault, el péndulo puede ir de un lado hacia otro y es muy difícil encontrar el balance. Y es importante, cuando uno da el mensaje, que éste sea real, auténtico. Cuando yo hablo de la importancia de la familia, cuando yo oficio la ceremonia de amor, el mensaje debe ser transparente. Entonces, para mí, el reto de todos los días es el balance desde el punto de vista familiar y el de mis logros personales e intelectuales. Busco la armonía entre mi familia y mis profesiones.
EB: Hablando de la mujer dentro de la ciencia. ¿En qué estado se encuentra la Bioética en nuestros días?
AB: La Bioética se encuentra en un estado muy avanzado. La bioética judía para un país como México, católico por regla, o para Estados Unidos, que es protestante, se encuentra en un estado muchísimo más avanzado. Israel, por ejemplo, es pionero en este tema: desde los años 50 se habla de fertilización in vitro, reproducción asistida, aborto, clonación, donación de órganos. La bioética judía ha sido tremendamente progresista. Ha sido una revolución fantástica desde la época del Talmud, 1500 años atrás. En ese tiempo hubo toda una discusión acerca de si un clon (Golem) podía ser considerado parte de un Minián. Incluso este texto alude a la subrogación: Abraham alquiló el vientre de Agar para poder tener descendencia. Cuando yo hice el doctorado en Bioética, tuve que regresar a mis propias fuentes. Escuché a mis propios rabinos. No es casualidad que hospitales israelíes sean los más adelantados en cuestiones de eutanasia. Se han desarrollado mecanismos para conocer el estado del paciente: se han creado timers que conectan y desconectan el respirador y dispositivos para monitorear la vida cerebral del paciente terminal. En resumen, la Bioética ha sido parte de nuestra cultura desde el principio.

EB: Ahora que mencionó estos temas de fertilidad, ¿cómo nace Semillas de Esperanza y cuáles son sus aportaciones más importantes?
AB: Once años atrás, yo creé un grupo de fertilidad para mujeres que luchaban contra su propia infertilidad. El grupo tenía que ver con las conexiones de cuerpo y alma. Once años más tarde, tenemos más de 100 niños que han nacido de ese grupo. Ver a esos niños jugando en el parque; verlos siendo parte de las escuelas, celebrando su Bat o Bar Mitzvah es una emoción difícil de reproducir, en que vuelvo 12 años en el tiempo para ver a madres y padres sufriendo por no poder tener descendencia. Y ahora esos niños brindan felicidad. Yo creo que así como fue uno de los más grandes retos de mi vida, Semillas de Esperanza también fue uno de los más grandes logros. Entonces me llena de alegría poder sobrepasar las barreras culturales de los años 70 y llegar a hoy, cuando hay más de 5 millones de niños creados in vitro. Hace 40 años, la fertilización in vitro era mal vista, puesto que se argumentaba que era “jugar a ser Dios”. Mi madre, de bendita memoria, fue una de las primeras médicos en practicar este procedimiento en la Argentina. Era una monstruosidad en los años 70 y 80, porque “estábamos compitiendo con Dios. Yo dije que estábamos siguiendo lo que Maimónides, el rabino, el filósofo, el médico, dijo en el 1204: “nosotros como médicos somos las herramientas de Dios.
EB: Para terminar, ¿cuál es su mensaje para las mujeres, que Simone de Beauvoir llamara “el segundo sexo”?
AB: Yo leo mucho a Simone de Beauvoir y yo diría que mi mensaje es: hay que soñar, hacer sus sueños realidad y, cuando esos sueños se realicen, crear el próximo. Desafiarse cada día sin perder la integridad y la belleza femenina que ha sido consagrada por Dios. Tenemos tanto para dar sin perder nuestra feminidad, sin competir, siendo de alguna manera un sexo paralelo al masculino, porque Dios creó al hombre y a la mujer. Las mujeres deben sentirse parte de esa creación divina y encontrar esa chispa divina en nuestro ser, cada día. Debemos desafiarnos intelectualmente, en el balance de nuestras vidas, culturalmente. Debemos ponernos siempre el próximo límite, la siguiente ilusión para cumplirla. Y después todavía seguir soñando. Ésa es mi filosofía de vida. Se necesita mucha disciplina.
El título del presente texto es en alusión a la obra más famosa de Rafael Solana, Debiera haber obispas, escrita en 1953 y estrenada al año siguiente.


