Aunque para algunas personas puede parecer que el llamado efecto Mozart fue identificado y comprobado hace ya muchas décadas, en realidad se le llamó así hace apenas 24 años y no se han comprobado la infinidad de características que se le han atribuido.

Claro que no faltan quienes refieran que ellos mismos han experimentado ese efecto o que conocen a personas que les han dicho que efectivamente la música de Mozart les produce una sensación de expansión de la mente o mayor percepción. Pero aparte de esos datos anecdóticos y curiosos, nadie ha logrado repetir exactamente lo descrito en 1993 por tres investigadores.

¿Cómo surgió el efecto Mozart?

Todo empezó el 14 de octubre de 1993, cuando Frances H. Rauscher de la Universidad de Wisconsin-Oshkosh, Gordon L. Shaw y Catherine N. Ky de la Universidad de California en Irvine, publicaron en la revista Nature su artículo Music and Spatial Task Performance (La música y el desempeño en la tarea espacial) en el que dieron a conocer el resultado de un experimento con tres grupos de voluntarios.

A esas personas se les pidió realizar una prueba de inteligencia espacial (que consiste en verificar el grado de habilidades que se tienen para visualizar un objeto en diferentes posiciones, descubrir semejanzas entre varios objetos y orientarse en mapas y planos, entre otras), pero antes de llevarla a cabo, el primer grupo escuchó la Sonata para dos pianos en Re mayor (K448) de Mozart, que tiene 20 minutos de duración; el segundo realizó ejercicios de relajación en ese mismo lapso y el último esperó en silencio que los otros grupos concluyeran sus actividades previas.

El resultado fue sorprendente: el grupo que escuchó la sonata obtuvo las mejores calificaciones en la prueba, lo cual parecía abrir las posibilidades de mejorar las habilidades mentales con la música, por lo que la psicóloga Rauscher y sus colaboradores llamaron a este fenómeno el efecto Mozart.

A partir de entonces, investigadores de diferentes laboratorios trataron de repetir el experimento sin obtener los mismos resultados; algunos especialistas lo intentaron sin éxito con otras obras del músico austriaco y de otros compositores; otros se dieron a la tarea de analizar la sonata (única que compuso para dos pianos) pero no encontraron algo singular que llevara a la mejoría de las habilidades espaciales.

La propia doctora Rauscher y Sean C. Hinton publicaron en 2006 en la revista Educational Psichologist su trabajo The Mozart Effect: Music Listening is Not Music Instruction (El efecto Mozart: Escuchar música no es instrucción musical) en el que recomiendan que los investigadores sigan buscando “vínculos entre la instrucción musical y el rendimiento cognitivo, porque si se hace caso omiso de estos efectos pueden pasar por alto una intervención educativa potencialmente importante”.

El efecto antiepiléptico

Lo que sí se ha encontrado es un efecto de la Sonata para dos pianos en Re mayor en pacientes con crisis epilépticas, probablemente gracias a los primeros trabajos de la doctora Rauscher, ya que el interés despertado por el experimento de 1993 abrió una línea de investigación sobre la música y sus efectos en el cerebro.

En mayo de 2010, Rei-Cheng Yang y colaboradores presentaron en la revista Research Epilepsy los resultados de un estudio con 58 niños con diferentes tipos de epilepsia, a quienes prescribieron varias sesiones en que escuchaban la Sonata para dos pianos en Re mayor. Se encontró que el número de crisis epilépticas y su duración disminuía durante y después de escuchar la obra de Mozart. Cuatro años más tarde, la investigadora Samaneh Dastgheb, de la Universidad de Mashhad de Irán, y colaboradores publicaron en Current Neurology and Neuroscience Reports un trabajo de revisión de varios estudios que corroboraron que escuchar la sonata de Mozart reduce las crisis epilépticas.

Ese es el verdadero efecto Mozart. Lo que falta por determinar es la razón por la que esta obra y no otras, de Mozart y de diferentes autores, no producen esos efectos. La única que ha tenido resultados similares es Acroyali / Standing In Motion de Yanni.

Los investigadores han planteado que estas obras pueden modificar las conexiones cerebrales de tal forma que inhiben las señales de descargas epilépticas, pero se requiere de estudios que investiguen esas conexiones cerebrales y los patrones musicales de las obras de Mozart y Yanni para poder confirmar esa hipótesis. Por ahora solamente se puede afirmar que el efecto Mozart solamente se encuentra en pacientes con crisis epilépticas.

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f/René Anaya Periodista Científico