En 31 capítulos breves, sustanciosos, ágiles y atractivos, José Gordon presenta un panorama detallado de las principales teorías sobre el principio y evolución del universo, que pretenden abarcar una explicación coherente del microcosmos de las partículas y de la inmensidad del universo.

José Gordon, entrañable y generoso amigo y compañero del suplemento de La Cultura en México de Siempre!, es un periodista de valiosa trayectoria, distinguido en 2013 con el Premio Nacional de Periodismo en Divulgación Científica y, por supuesto, un convencido de que la ciencia y el arte van de la mano.

Arte y ciencia, sueño de unidad

Más que un sueño de unidad, la ciencia y el arte conforman una real conjunción que José Gordon hace evidente en su obra, a pesar de que algunos detractores del arte y la ciencia consideran que ambas manifestaciones humanas transitan por vías separadas y hasta divergentes.

El autor de El inconcebible universo conduce al lector a un fascinante viaje por los aparentemente intrincados caminos de la física cuántica, la teoría de las supercuerdas, las teorías del campo unificado, el Big Bang, el Bosón de Higgs, las encantadoras partículas elementales, el prístino plasma de quarks y gluones, las estructuras imposibles y los patrones recurrentes en los sistemas biológicos, pasando ilesos por las ondas gravitacionales y atravesando agujeros negros, entre otras áreas del conocimiento.

Además de la asombrosa capacidad de síntesis del autor, los capítulos muestran cómo se van entreverando la ciencia y el arte. Se encuentra la matemúsica del escritor israelí Amos Oz, quien en su novela Tocar el agua, tocar el viento considera: “La música, por lo tanto, es matemática melódica. Quien tenga esta clave será capaz (en principio) de transformar la materia en energía, la energía en sufrimiento, el sufrimiento en tiempo, el tiempo en deseo y el deseo en espacio”, como consigna Gordon.

Se descubre otra manera de entender el arte escultórico: “Roger Penrose observa con curiosidad los libros del artista plástico Sebastian. Ve las extrañas geometrías de Calabi-Yau y su proceso de conversión en esculturas”, como refiere Gordon, quien también explica que los matemáticos Eugenio Calabi y Shig-Tung Yau fueron los primeros en explorar las seis dimensiones ocultas que la teoría de cuerdas predice que tiene el espacio, además de las tres ya conocidas.

Asimismo, los lectores pueden concordar con Leonard Susskind, profesor en física teórica en la Universidad de Stanford, quien plantea que tal vez llegará el día en que el cielo se convierta en un lienzo gigantesco de supercuerdas parecido al arte de Jackson Pollock.

Por su parte, el dramaturgo y director de cine Peter Brook escribió en el libro Hilos del tiempo: “lo más importante es romper las divisiones entre ciencia y arte para unirlas en el interior de la misma experiencia observable y comprensible cuya clave es la proporción y el sentido del ritmo”.

Las partículas de literatura y ciencia

La literatura también tiene vasos comunicantes con la ciencia, pues ambas requieren de una narrativa: “Cuando tratas de hacer sentido de un experimento cuentas una historia. Tanto en ciencia como en literatura los buenos relatos comparten una dosis de misterio y rareza”, ha afirmado Seth Lloyd, científico del Laboratorio de Investigación en Electrónica del Instituto Tecnológico de Massachusetts, según se lee en El inconcebible universo.

Los poetas también se han encontrado con la ciencia como Octavio Paz, uno de los literatos mexicanos que más se adentró en las metáforas científicas. En Corriente alterna, como subraya José Gordon, afirma: “El poeta procede con las palabras como el hombre de ciencia con las células, los átomos y otras partículas materiales: las arranca de su medio natural, el lenguaje diario, las aísla en una suerte de cámara de vacío, las reúne o separa y, en fin, observa y aprovecha las propiedades del lenguaje como el investigador las de la materia”.

Los investigadores también se adentran en las similitudes, el Premio Nobel de Física George F. Smoot ha comparado la ecuación de Einstein (E=mc2) con un haiku: “un reducido número de palabras que encajan a la perfección, un reducido número de conceptos que encajan a la perfección. Y esto te dice aquello y aquello te dice esto”.

Las referencias entre arte y ciencia es inagotable y tal vez inconcebible para quienes las aprecian superficialmente, pero quienes comparten, como José Gordon, el entusiasmo, asombro y creatividad de artistas y científicos, es inconcebible el divorcio entre arte y ciencia, pues son mundos paralelos que en algunos puntos convergen y hacen vibrar las supercuerdas de la emoción y la estética.

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f/René Anaya Periodista Científico