La historia vuelve a repetirse, solo que en esta ocasión no fue como comedia. El terrorismo del autollamado Estado Islámico (EI), golpeó la segunda urbe más grande de España, Barcelona, la histórica ciudad condal. DAESH, ISIS, o como quiera llamarse, invocando la repulsiva Yihad, por algunas horas logró su propósito: en Las Ramblas diseminó el terror conduciendo un vehículo criminal que atropelló a su paso, indiscriminadamente, a inocentes personas que ese día disfrutaban lo que cotidianamente ofrecen las ruas barcelonesas. Los medios de comunicación ya dieron cuenta de los trágicos pormenores del caso.

Al oír la noticia del sanguinario atentado, inmediatamente me remonté (perdón por la primera persona) a treinta años atrás, cuando un día sí y otro también escribía sobre los actos criminales de la organización terrorista Euskadi ta Askatasuna (ETA: Patria Vasca y Libertad). El 19 de junio de 1987, el Comando Barcelona, cometió en la capital de Cataluña el atentado más sanguinario de su historia, al hacer estallar un coche-bomba con 25 kg de amonal y 200 litros de líquido inflamable en el estacionamiento del centro comercial Hipercor de Barcelona.

La carga explosiva estalló a las 16.10 horas de la tarde y causó veintiún muertos y cuarenta y cinco heridos. Como ahora los yihadistas, en aquella ocasión los etarras no buscaron un blanco especial: un hombre, una mujer, un funcionario o un oficial en particular. No. El propósito era matar, por matar, sin importar sexo, edad, religión, condición social. Lo de Hipercor pasó a la historia como el signo de la irracionalidad de ETA.

El atentado del jueves 17 de agosto de 2017 cierra un círculo infernal: el asesinato en masa se “globalizó”, en tres décadas se pasó de los matones —dizque marxistas, discípulos de Sabino Arana—, a los asesinos de franquicia internacional, dizque islamistas.

Al propósito vale la pena citar al amigo Jon Juaristi —ex director del Instituto Cervantes de España, que en otros tiempos formó en las filas de ETA para luego denunciarla y convertirse en uno de sus blancos al grado que tuvo que aceptar a su alrededor agentes que lo protegieran de la amenaza etarra—, que en uno de sus últimos análisis publicados en ABC dice: “(los actos terroristas) no cambiarán la idiosincrasia de los catalanes, pueblo pacífico donde los haya, cuya manera de ser ha sido forjada a lo largo de mucho siglos…Los terroristas no solo pretendían matar catalanes, sino infieles.

De igual modo, los atentados de Atocha en 2004 no se planearon para asesinar a españoles, como hacía ETA. Ahora bien se podría objetar el terrorismo islámico no sólo mata infieles. También causa víctimas entre los musulmanes”.

“Efectivamente, pero eso es un argumento más contra la teoría de que el blanco  de los atentados es una comunidad nacional o étnica concreta. Para los terroristas, cualquier lugar donde no se aplique la ley islámica es Casa de la Guerra y todo musulmán deberá combatirlo aunque sea su lugar de nacimiento.

Por eso el Profeta luchó contra La Meca, aunque era de allí y allí vivían los suyos. El islam no es un territorio, ni una nación ni una etnia…”

Salvando las circunstancias, cabe decirle que el atentado de Hipercor hace 30 años tuvo una repercusión social y política muy importante ya que se trataba de un acto indiscriminado —como el de ahora— dirigido contra población (local y extranjera: las víctimas son originarios de 35 países) y con el único objetivo de causar el mayor daño e impacto en la sociedad.

Los efectos fueron la indignación y la condena de la mayoría de la ciudadanía española, que salió a las calles a manifestar su rechazo a la violencia.

En Cataluña, las aguas están revueltas desde hace meses. El atentado de ISIS podría dar la oportunidad, para todas las partes, de apaciguar la marejada, aunque de antemano se sabe que todos están montados en su macho y nadie quiere dar un paso atrás.

Mientras los acontecimientos políticos se definen en Cataluña, hay que exponer varias cuestiones acerca de los atentados del EI en España y en otras partes de Europa. La matanza en Barcelona, como el rosario de atentados que ha cometido en otros puntos del Viejo Continente, sirven a DAESH para continuar su guerra de propaganda, clave en los procesos de radicalización primero y de su incorporación después de jóvenes musulmanes.

El radical grupo sabe que las continuas derrotas militares que desde hace varios meses sufre en Siria e Irak funcionan como un agente desmovilizador de sus bases, por lo que necesita llevar a cabo ataques de gran impacto como el de la capital catalana, según afirman expertos antiterroristas.

Analistas especializados en el Estado Islámico consideran que éste tiene la necesidad de hacerse presente con brutales acciones de este tipo (o peores aún), para tratar de evitar la desmoralización en sus filas. Y también con las bestiales decapitaciones de “agentes enemigos” que han hecho circular en vídeos repartidos por todo el mundo.

La “célula de Ripoll”, autora de los hechos de la ciudad condal y Cambrils, perfectamente sabía que una acción contundente en Las Ramblas, punto neurálgico de la vieja ciudad mediterránea, tendría un enorme impacto mediático al tratarse de una de las zonas turísticas más importante no solo de Europa sino de todo el planeta y  que, con toda seguridad, habría víctimas de muchos países, como sucedió.

Cuando ISIS supo que perdería la batalla de Mosul, en noviembre pasado, el líder Abu Baker al-Baghdadi, pidió a sus fieles “hacer que la sangre de los impíos fluya como ríos”.

A partir de ese momento se han dado varios atentados yihadistas en naciones europeas, todos con el indudable  mensaje de que la trama terrorista es fuerte y que sobrevivirá en cualquier circunstancia. Los servicios de inteligencia españoles sabían  que la Yihad se haría presente en la península en cualquier momento.

La inteligencia de la Unión Europea no ignora que DAESH ha podido introducir a sus “lobos solitarios” en varias partes, aunque también es cierto que mucha de esa “información” forma parte de la estrategia propagandística del EI.

La forma de actuar de los “soldados islámicos” en los últimos meses ha cambiado. Ya no son los auto-bomba, sino las grandes concentraciones populares, ya sea en las calles (Las Ramblas), o en estadios deportivo, teatros o conciertos —como sucedió en Manchester, Inglaterra—, o salas de baile o medios de transporte masivo: Metro, aeropuertos como en Bruselas, etcétera.

Estas “innovaciones” no son únicamente operativas cuyos desarrollos se mantengan en secreto, sino que incluso las dan a conocer al público. Por ejemplo, un día antes del atentado en Las Ramblas el órgano oficial de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQM),  la revista Inspire, publicó un artículo titulado “Los medios de transporte como objetivos”, en el que resalta el alto impacto que estos atentados tienen en las economías occidentales. En esta información destaca el proceder de los yihadistas contra tres objetivos: los trenes, las líneas férreas y las estaciones terminales o puntos de tránsito.

En el tercer objetivo, la revista cita como ejemplo la matanza del 11-M en Madrid, recordando que muchos pasajeros perdieron la vida incluso antes de subir al tren.

La información citada incluso se ilustra con gráficas de como ejecutar una operación de descarrilamiento de un convoy ferroviario —accidentes que incluso por razones distintas a un acto terrorista siempre son aparatosos—, e incluye una fotografía del descarrilamiento sufrido por un Tren Alvia en Santiago de Compostela en 2013, aunque este percance no se debió a un acto criminal.

En fin, el terrorismo islámico no es un fenómeno que pueda terminarse en poco tiempo. Aunque DAESH pueda derrotarse a corto plazo, esto no significa que desaparezca, porque la base ideológica del problema tiene raíces muy profundas, es la interpretación ideológica de una religión.

En este sentido es paradigmático lo que sucedió con Al Qaeda cuando el gobierno estadounidense la dio por derrotada tras matar a Osama Bin Laden y golpear las bases terroristas en Afganistán, el gran problema de EUA hasta la fecha. Pese a todo, Al Qaeda continúa viva y, además, apareció otra organización más poderosa por ahora, como es el Estado Islámico. Los expertos creen que la pérdida de territorios del “Nuevo Califato” dará paso a su adaptación a las nuevas circunstancias. Grave problema sin solución a la puerta.

Por fortuna, pese a la desgracia, Las Ramblas continúan siendo un patrimonio de la Humanidad. VALE.