Cercado por la vertiginosa Avenida Cuauhtémoc y el Viaducto Miguel Alemán, puede apreciarse el que es considerado el cementerio más bello de la Ciudad de México, el Panteón Francés de la Piedad; guardián de hermosas muestras de arte funerario y última morada de importantes personajes de la aristocracia mexicana de los siglos XIX y XX.

Con área de 105 mil metros cuadrados, el Panteón Francés de la Piedad fue fundado en el año de 1864, formalmente dentro de la administración del emperador Maximiliano de Habsburgo. Tuvo la distinción de ser el primer camposanto creado después de la implementación de las Leyes de Reforma, es decir, el primero que salió de la jurisdicción eclesiástica católica, que mantenía casi un monopolio en el rubro de los servicios funerarios.

A partir del año de 1872, la concesión del manejo del sitio le fue otorgada a Don Juan Etcharen, quien fuera presidente del Comité de la Sociedad Francesa en México, brindándole así su toque distintivo.  Aunque al principio sólo se permitían inhumaciones de militares y ciudadanos europeos que habían llegado a nuestro país junto con la intervención francesa, poco a poco se fue convirtiendo en el sitio favorito para el descanso eterno de las clases sociales más encumbradas, transformándolo en un portento de lujo en cuanto a tumbas, mausoleos y epitafios.

Ethel Herrera Moreno, quien realizará en su tesis de doctorado el mejor y más completo estudio del recinto, recorrió cada uno de los 9,298 monumentos mortuorios y documentó las espléndidas obras de arte que contienen muchos de ellos. En la mayoría, realizados en mármol, se encuentran hermosas esculturas de ángeles y cruces, además de notables relieves; en estas obras de arte es posible identificar estilos artísticos como el gótico, el neoclásico, el art decó  y el art nouveau.

Además de las tumbas de tamaño convencional, sobretodo en la avenida principal del cementerio, existen imponentes mausoleos pertenecientes a las familias de mayor abolengo y fortuna en los  principios del siglo XX, por ejemplo, los Rincon-Gallardo, los Torres Adalid y los Rivas Mercado; vale mencionar que Don Antonio Rivas Mercado, precisamente fue, junto con otros grandes artistas como Ponzanelli y Navari, la mente detrás de algunas de estas joyas, incluyendo los elementos mencionados anteriormente.

Sin embrago, la edificación predominante en todo el Panteón es la capilla del Sagrado Corazón. Construida en 1890 por E. Desormes, conserva una notable fachada neogótica y en su interior se ostentan vitrales emplomados de la misma época hechos por Félix Gaudin, así como pinturas realizadas por Vignal.

Al atravesar la puerta principal con la leyenda Heureux qui meurt dans le seigneur, que significa Bienaventurados los que mueren en el Señor, será posible visitar en la necrópolis a personajes como  Emilio Portes Gil, Joaquín Casasús, Andrés Henestrosa, Guillermo Bonfil Batalla, Benjamín Hill , Joaquín Clausell, Luis N. Morones y ,recientemente, a Roberto Gómez Bolaños “Chespirito”. El Panteón Francés de la Piedad fue, también, el primer sitio de reposo de Francisco I. Madero y José María Pino Suárez antes de ser trasladados a sus respectivas sepulturas honoríficas.

Nunca está de más tomar conciencia de los tesoros, muchas veces ocultos, en nuestra ciudad. Reconocer su existencia y su valor nos permite seguir preservándolos y difundiéndolos. El Panteón Francés de la Piedad es uno de ellos; la muerte nos da un pretexto para expresar la belleza mediante su existencia y nos permite salvar del olvido  tanto a sus  personajes como al sitio mismo. Visitarlo es un buen paso para ello.