El PRI vivió una semana trascendental para sus aspiraciones de cara a 2018. Y es que, en 88 años de vida, desde que irrumpió en la escena política como el Partido Nacional Revolucionario (PNR), el tricolor nunca se había visto inmerso en un proceso intestino en el que debiera confrontar tantas voces discordantes con respeto a la forma y el fondo de lo que será su futuro inmediato no solo en aquello que tiene que ver con la elección presidencial del año próximo, sino también con todo lo que está relacionado con su estructura, principios y operación.

Durante el miércoles y jueves pasados, en Zapopan, Jalisco; Toluca, Estado de México; Saltillo, Coahuila; Mazatlán, Sinaloa, y Campeche, Campeche (entidades todas gobernadas, lógico, por el PRI), el tricolor analizó y desmenuzó desde distintas vertientes cinco temas preponderantes —Visión de Futuro, Programa de Acción, Declaración de Principios, Rendición de Cuentas y Ética y Mesa de Estatutos— cuyas conclusiones deberán permitirle el trazado de una reingeniería que atisbe efectiva y operativamente en su modernización, reposicionamiento, controles de confianza, combate a la corrupción y apertura, aristas espinosas ante las que urge arremangarse la camisa y ponerse a trabajar en serio.

Y si bien la problemática actual priista todavía no alcanza los niveles de las crisis que viven partidos como el PAN y el PRD, lo cierto es que los resultados electorales más recientes obtenidos por el tricolor, que registraron descalabros sorpresivos e inesperados, apuntan a que ya es momento de diseñar y ejecutar una reingeniería que le permita, tanto a la dirigencia como a la militancia, refundar desde sus cimientos varias estructuraes que se han ido resquebrajando y que han permitido que surjan personajes como los exgobernadores Javier Duarte (Veracruz), César Duarte (Chihuahua), Tomás Yarrington (Tamaulipas), Roberto Borge (Quintana Roo), Rodrigo Medina (Nuevo León), Andrés Granier (Tabasco), Fausto Vallejo (Michoacán) y tantos y tantos más que sin duda alguna han afectado tanto la reputación como la credibilidad del partido.

¿Es posible que para este fin de semana el PRI registre, durante su XXII Asamblea Nacional, una fractura similar a la del movimiento democratizador de 1988, que dio pie al nacimiento del PRD? Sinceramente yo no lo veo así, pero sí hace falta que las voces discordantes (o inconformes) sean escuchadas y tomadas en cuenta, porque un poco de autocrítica no le hace daño a nadie y, como lo declaró recientemente César Camacho Quiroz, está haciendo falta un partido que aprecie los valores políticos de gente recta y condene las conductas incorrectas e inapropiadas, porque lo que más daño le ha hecho al PRI en los años recientes son aquellos que han deshonrado la confianza depositada por la ciudadanía.

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