¿Quién fue Marilyn Monroe?/I-II
Pregunte usted, y jóvenes, personas mayores, hombres, mujeres —la hayan conocido o no, hayan visto sus películas o no— le dirán cualquiera de los clichés que se escuchan siempre que se habla de Marilyn Monroe: que era la mujer más sexy del mundo y que tuvo “miles” de amantes, entre ellos, el más famoso de todos, el presidente John F. Kennedy; que era la rubita tonta de películas intrascendentes, que no sabía cantar, pero cantaba en casi todas sus películas; que posó desnuda para una foto de calendario; que se casó un montón de veces y se divorció otras tantas; que siempre estaba borracha o drogada; que para dormir solo usaba unas gotas de Chanel núm. 5 y que no le gustaba ponerse ropa interior.
They thought they could dispose of me
Verdades a medias y mentiras disfrazadas de verdades. Si eso era todo o lo único que era Marilyn, ¿habría sobrevivido en el recuerdo por 55 años después de su muerte?, ¿se habría vertido tanta tinta en libros, noticias, homenajes póstumos? Cada año, el 5 de agosto aparece en algún periódico del mundo alguna nota igual de sosa. En México no podía ser menos: aquí tuvimos la “fortuna” de que nos visitara la rubia más famosa, que “tuviera un romance” con un mexicano —dicen—, que fuera invitada especial del Indio Fernández y su esposa Columba Domínguez en su casa de Coyoacán, donde el Indio le enseñó a beber tequila como debe ser: con sangrita, limón y sal.
I suffered each indignity / But now rise above it all
Pero lo mejor de todo, lo que fue la gran noticia, es que un fotógrafo, Antonio Caballero, durante una entrevista de prensa que dio MM, “descubrió” lo que todo el mundo sabía: que Marilyn no era rubia natural. Me cuenta mi marido, que estuvo durante esa entrevista, que Caballero le confesó que había estado aguardando el momento oportuno, un poco agazapado frente a la mesa del presídium, hasta el momento en que MM al acomodarse en su silla abrió las piernas y, zaz, el flashazo certero: ni ropa interior ni rubia.
Yes, the price I paid was all I had *
Me he negado siempre a quedarme con esa imagen de Marilyn y he invertido cualquier cantidad de tiempo en leer mucho de lo que se ha escrito sobre ella: supuestas biografías, libros escritos por personas que la conocieron, unos bien y otros no tanto, y algunos más que ni siquiera de lejos la llegaron a ver.
Hay dos libros esenciales para quien desee conocer quién fue en realidad Marilyn Monroe, y quién fue Norma Jeane Baker —ese fue el nombre con que fue bautizada—: el primero es una novela de Joyce Carlos Oates, Blonde —a mi parecer el mejor libro que esta prolífica autora hay escrito y quien desde hace mucho merece ser tomada en cuenta para el premio Nobel—. El segundo libro, del que hablaré en una próxima entrega, es Goddess: The Secret Lives of Marilyn Monroe, de Anthony Summers.
Blonde, dice su autora en una nota preliminar: “…es una vida radicalmente destilada en forma de ficción (…) El lector que desee conocer datos fidedignos de Marilyn Monroe no debería de buscarlos en Blonde”.
Y en la cuarta de forros, Ann Patchett, de The Times, dice. “Oates nos hace vivir la vida de Marilyn Monroe. Y es un verdadero infierno. Y es brillante. Porque nos queremos arrancar los ojos para dejar de mirar, y es imposible”.
De verdad resulta imposible sustraerse de su lectura hipnótica y aunque Oates diga que no son datos “fidedignos”, ahí está Marilyn de cuerpo entero. No, me equivoco, ahí está Norma Jeane de alma entera.
A lo largo de 933 páginas somos testigos y casi cómplices de los 36 años que pasaron desde que Norma Jeane nació hasta que Marilyn Monroe murió. Y no eran la misma persona, aunque se parecieran y tuvieran cosas en común, aunque ambas buscaran siempre al padre ausente y resintieron y temieron la enfermedad mental de la madre; aunque las dos recorrieron el camino de soledad entre la muchedumbre y buscaron el Amor en cada rincón. El Amor con mayúscula, no el de los amantes de una noche, ni el que se exige a cambio de unas migajas de compañía antes de abandonarte.
For a kiss they paid a thousand / Yet they paid fifty cents for my soul*
Norma Jeane conoció desde pequeña el sentimiento de saberse no querida, no amada; supo también de la maldad, del abuso y las carencias, físicas y afectivas.
Y era también muy joven cuando se dio cuenta de que había algo en ella que sí gustaba a los demás. A los hombres en especial. Y creyó que ese era el camino para lograr lo que tanto anhelaba; y perdió el orgullo y la vergüenza, “Bastaba una palabra cordial o la mirada de cualquier hombre para que me sintiera agradecida”.
But forget every man who I ever met / ‘Cause they only lived to control /
Y entonces Norma Jeane creó a Marilyn, la bella, la seductora. “¿Quién es? Carne de estupro”. Pero tenía que ser solo eso, una rubita tonta que obedeciera las órdenes de los productores, los directores, los que en adelante dirigirían su vida.
Y se esmeró en conseguirlo, y llegó a ser la más deseada, y se creyó el cuento de hadas: ahora era “alguien”, y la aclamaban y pensó que así podría encontrar el Amor.
Pero llegaba la noche, la madrugada y el disfraz se desvanecía junto con el maquillaje, y su cama seguía vacía, y las sábanas estaban frías y los Nembutales y los Seconales le permitían no sentir ese hielo en el alma y ayudaban a alejar, a veces, las pesadillas, la inseguridad, la fragilidad.
La actriz más fotografiada de Hollywood, desde que comenzó como modelo y chica de calendario, desnuda sobre un lienzo rojo, con la falda levantada por el aire de un respiradero del metro en Nueva York, la de la boca roja roja que todos querían besar no es la Marilyn que yo veo. Yo veo a la chica que escribía poemas, que leía a Chéjov y a Pascal y a Darwin y a Dostoyevsky, la que quería ser actriz y no una estrellita y demostró que podía actuar y no solo bambolear el trasero frente a una cámara.
When you sing happy birthday / To someone you love *
Veo a la ingenua que creyó en el amor del presidente, al que le cantó con una “nostálgica voz de fantasma” hap ppy birth day to you, enfundada —literalmente— en su vestido transparente color carne tachonado de pedrería que destellaba bajo la luz de los reflectores del Madison Square Garden, mientras el presidente, entre risotadas, decía a sus amigos: “al menos mientras te la tiras no tienes que oírla cantar”.
La Marilyn que yo veo después de leer Blonde es una chica hermosa, de cabellera platinada, con una copa de champán en la mano derecha… y en la izquierda, su alma destrozada.
*Don’t Forget Me, canción tema del musical Smash sobre MM