Resulta inadmisible una ofensa en contra de cualquier mexicano por parte de un extranjero. Como inadmisible fue la ofensa del presidente venezolano, Nicolás Maduro, en contra del presidente mexicano, Enrique Peña Nieto.

No compartimos la declaración de la Secretaría de Relaciones Exteriores y del canciller Luis Videgaray de tomar posición respecto a la crisis venezolana, violando los principios constitucionales de política exterior, de no intervención y autodeterminación de los pueblos; sin que ello impida pronunciarnos por el respeto de los derechos humanos en ese país y en todo el mundo, aun cuando en nuestra nación se viva una realidad precaria en esta materia.

Las imágenes recientes del presidente Maduro no son las de un patriota y un hombre valiente, son las de un gobernante subsumido en una profunda crisis. La decisión de imponer a toda costa una Asamblea Constituyente en contra de la oposición y la condena internacional abonan a esta imagen.

La impertinencia de Maduro al ofender al presidente Peña, sin duda provocó una gran molestia en Los Pinos y malestar en algunos sectores de la población, solo que esta impertinencia fue aprovechada como “caja china” para desviar la atención sobre el contenido de la plática telefónica del presidente estadounidense Donald Trump y el presidente Enrique Peña Nieto, ocurrida el pasado 27 de enero y revelada recientemente por el periódico norteamericano The Washington Post.

La filtración de dicha conversación contradice la versión que sobre la misma divulgó el propio presidente en los complicados días  de finales de enero de este año, cuando el presidente Peña canceló su entrevista con su homólogo estadounidense.

El término “caja china” se ha vuelto a utilizar en la política nacional, más aún después de la película del cineasta mexicano Luis Estrada, La dictadura perfecta, de 2014. En comunicación política, este término corresponde a una manera de distraer, llamando la atención a otra noticia que despierta más curiosidad o morbo pero de menor trascendencia. Esto fue precisamente lo que ocurrió en el caso mexicano entre la comunicación telefónica Peña-Trump y su “caja china”, la declaración de Nicolás Maduro contra el mandatario mexicano.

Este concepto es uno de los once principios del padre de la propaganda nazi, Joseph Goebbels, que decía: “si no puedes negar las malas noticias, inventa otras para que las distraiga”. Su sinónimo sería: “cortina de humo”.

Desde mi perspectiva, el tema de fondo en esta materia debiera ser el comportamiento del presidente Peña y de la diplomacia mexicana en la crítica relación con Estados Unidos de América. México necesita a un presidente de la república y a diplomáticos que, en diálogos privados o públicos, telefónicos o presenciales, se comporten como visión de Estado y como representantes del mismo. El titular del Poder Ejecutivo debe hacerlo con la alta dignidad del cargo que ostenta y no como alguien a quien otro, más impertinente que Nicolás Maduro, es decir, Donald Trump, lo bromee, lo tutee y se atreva a decirle qué decir o qué hacer.

Independientemente de este incidente, Venezuela enfrenta la mayor crisis de su historia moderna y quizá la mayor de esta región americana en los últimos años. Latinoamérica no puede permanecer indiferente ante el naufragio venezolano. Si en algún momento las sociedades de habla hispana deben ser solidarias con el pueblo venezolano, esta es la coyuntura exacta. Sabemos la compleja red de intereses, internos y externos, que se tejen en torno al control y destino de los recursos energéticos de Venezuela, de los deseos de Estados Unidos de influir en este control. Lo mismo se reconocen los logros de la Revolución Bolivariana en los sectores más pobres de la población, pero de igual forma no pueden ignorarse la violación a los derechos humanos y el hostigamiento a la disidencia política.

Así como en un tiempo el término “colombianización” se utilizaba para simplificar un proceso de crecimiento del narcotráfico o como ahora en algunos círculos se refieren a la “mexicanización” para hacer referencia a la violencia o corrupción, resulta lamentable que en México se utilice la crítica situación que vive Venezuela para intentar generar temor o división social. No podemos permanecer indiferentes ante esta crisis, por lo cual resulta pertinente pedir a nuestro gobierno y a nuestros representantes diplomáticos altura de miras, apego a nuestros principios de política exterior y actuación mesurada y responsable.

En una buena medida, el destino de la democracia latinoamericana se define en Venezuela. No puede negarse lo evidente, existe un alto riesgo de un estallido social generalizado, violencia política y una mayor violación de los derechos humanos, por ese motivo es tiempo de utilizar todos los recursos de la política y de la diplomacia para encontrar una salida pacífica y democrática a la crisis. Por esta razón, no es el momento de “cajas chinas”, sino de solidaridad, la primera y más importante, con el pueblo venezolano y, en particular, con los migrantes de esa nación que han empezado a llegar de manera importante a nuestro país.

@MBarbosaMX

Presidente del Instituto Belisario Domínguez, del Senado de la República