La lectura política obvia de la eliminación de los candados que impedían que un ciudadano no militante del PRI pudiera ser candidato a la Presidencia de la República es que el gran favorecido es el secretario de Hacienda, José Antonio Meade Kuribeña.

Hace unos meses me contaron una anécdota en la que, debido al gasolinazo y a los problemas con los maestros y sus evaluaciones, tanto Meade como Aurelio Nuño cuando se saludaban se decían coloquialmente: “hola, desaparecido”. En efecto, los graves retos que enfrentaban en aquellos días los tenían virtualmente borrados del elenco de posibles sucesores de Enrique Peña Nieto.

El fuerte era Videgaray. Lo seguía Osorio Chong. De pronto apareció Narro como el priista más conocido por la población.

Reventar los candados dentro de esa arqueología política que son los estatutos del PRI fue un ejercicio importante por tratar de modernizar ese viejo partido por parte de quien hoy es su jefe nato, Enrique Peña Nieto; un jefe nato del partido a fuerza de respetar la tradición, los usos y las costumbres. Eran una camisa de fuerza para la evolución del PRI, la cual fue creada por los grupos y las camarillas que dominan esa organización, solamente para defender sus intereses. Eran una coraza que utilizaba la mafia del poder, como diría el clásico de Macuspana, para disfrazar de convicciones e identidades partidistas las trapacerías, desviaciones doctrinarias y las traiciones a los principios que fueron los móviles originales de sus fundadores.

Hoy los dinosaurios, la mafia del poder, trata de esconder las corrupciones que hacen al amparo de los fueros y privilegios que les otorgan los cargos de elección popular de los que los provee el partido fundado por Plutarco Elías Calles y refundado por Lázaro Cárdenas a través de Luis I. Rodríguez, artífice de la transición del caudillismo al primer intento serio de instaurar una auténtica democracia en la llamada época de la posrevolución.

Ciertamente el programa de reformas impulsado por el presidente Peña Nieto no ha caminado homogéneamente de manera exitosa y la corrupción e inseguridad se han convertido en los grandes negativos del peñismo.

Peña Nieto ha venido observando con evidente preocupación cómo el reclamo social a la pobreza existente crece, por ello no quería un perfil del priista típico que la sociedad rechaza de manera por demás contundente.

Un cisne negro en medio de los cisnes blancos que son los dinosaurios del tricolor. Nassim Nicholas Tales, en su novela titulada El Cisne Negro, expresa las siguientes consideraciones sobre la búsqueda de prototipos diferentes a los que la sociedad ya rechaza en automático.

El cisne negro es un suceso que se caracteriza por los siguientes atributos:

  1. Es una rareza, porque está fuera de las expectativas normales.
  2. Produce un impacto tremendo.
  3. Pese a su condición de rareza, la naturaleza humana hace que inventemos explicaciones de su existencia después del hecho, con lo que, erróneamente, se hace explicable y predecible.

¿Por fin encontró Peña Nieto, en José Antonio Meade Kuribeña, el cisne negro que tan afanosamente está buscando desde hace tiempo?