A pesar de que Gabriel García Márquez es reconocido en el mundo por su maravillosa narrativa, patente sobre todo en novelas y cuentos, es imprescindible valorar su labor periodística. Y es que a la par de consagrarse como el autor ícono de Latinoamérica dentro de la literatura universal, Gabo desarrolló una notable labor como reportero y corresponsal que le permitió entablar una disciplina propia para escribir y, al mismo tiempo, desplegar el inigualable estilo que lo caracterizó.
Y es que como escribiría su biógrafo, Gerald Martin, “el periodismo es un aspecto integral de su personalidad literaria, y por eso osciló siempre entre las dos actividades: ficción y periodismo: la literatura, que tiende más a a una expresión del yo, y la expresión documental, que exige que uno piense más en el público lector”.
Así pues, en agosto de 1955, cuando se encontraba trabajando como corresponsal en Europa de el periódico colombiano El espectador, Gabriel García Márquez escribió una nota desde Roma, hoy recopilada por Editorial Diana en Obra Periodística 3: De Europa y América (1955-1960), que da perfecto ejemplo de la confluencia de la que habló Martin, pues el retrato que realizó el Nobel de acontecimientos relativamente rutinarios se presentan como auténticos oasis en la cotidianidad.
En dicha nota, Gabo documenta las vacaciones anuales del Papa Pío XII. Comienza describiendo la salida de Su Santidad del Vaticano rumbo al Palacio de Castelgandolfo, dentro de un Mercedes Benz, con mucho tiempo de anticipación y custodiado por dos gigantescos guardias suizos, uno de ellos, nos dice, con “la nariz aplanada, como la nariz de un boxeador”. Posteriormente, nos cuenta que el Papa viaja sólo en el asiento de atrás de su berlina, pasa por la estatua de Garibaldi “que parece un pirata de Salgari” y se nota completamente indiferente al calor de “35 grados a la sombra” a pesar de que no porta lo que se conocería como “ropa de vacaciones”.

Se nos pinta después a Sor Pascualina, quien ejerce ”una inflexible soberanía” sobre Su Santidad, la única que puede decir, a pesar de los prestigiosos médicos, “como amaneció el Papa”. Recordó también que, un año antes, al séquito se le atravesó a medio camino un camión de ladrillos en la vía Apia Nuova y Pío XII pudo ver a su “colosal chofer en calzoncillos” gritando palabrotas.
Una vez llegado a Castelgandolfo, el vicario de Cristo, inconscientemente, puso a sufrir a los niños de la localidad: “Los niños de las escuelas, sudando la gota gorda dentro de sus uniformes de lana, agitaban los banderines amarillo y blanco —los colores del Vaticano— en una tarde vacaciones que no fue de vacaciones para ellos porque tuvieron que asistir a las vacaciones del Papa”.
Sin embargo, el pequeño relato con que el autor de Cien años de soledad corona su informe es verdaderamente delicioso y me permito transcribirlo sin recorte alguno.
“La cabeza de una mujer. Tradicionalmente Su Santidad inicia su periodo de reposo en los primeros días de julio. Esta vez tiene casi un mes de retraso , y son muchas y muy diversas las interpretaciones que se han hecho de ese aplazamiento. Una de esas interpretaciones tiene mucho que ver con la crónica roja. Hace veinte días apareció el cuerpo decapitado de una mujer a orillas del lago de Castelgandolfo. La policía llevó el cuerpo a una nevera. Lo examinaron milímetro a milímetro y se estudiaron los datos de 300 mujeres desaparecidas en los últimos días . Una a una, las 300 mujeres han ido apareciendo. Sin proponérselo, se han descubierto muchas cosas, como ganancia adicional en la actividad investigativa: adulterios, violaciones, fugas sin importancia. Pero la cabeza de la decapitada de Castelgandolfo no ha aparecido en ninguna parte a pesar de que los buzos del gobierno, trabajando durante veinticuatro horas todos los días, han sondeado el lago milímetro a milímetro.
Mañana, en su primer día de vacaciones, el Papa se asomará a la ventana de su palacio de verano para contemplar la superficie azul del hermoso lago de Castelgandolfo. Y aunque no se tienen noticias de que Su santidad se interese por la fecunda y escandalosa crónica roja de los periódicos de Roma, acaso no pueda evitar la visión de los buzos y de las lanchas de la policía. Y acaso sea la única persona que pueda ver —desde una ventana que domina toda la superficie del lago— lo que todos los romanos están desesperados por conocer: la cabeza que tarde o temprano, los buzos rescatarán de las aguas de Castelgandolfo”.
La invitación a sumergirse en la obra periodística de Gabo es ineludible. Cada nota es una aventura fascinante para explorar una delgada línea de las letras; Juan Villoro dijo alguna vez que “el periodismo es literatura con prisa”, para García Márquez, tal parece, el tiempo nunca existió.


