Dentro de la comunicación humana, la letra y el ícono forman un romance irrompible. A lo largo de la historia, la ilustración se ha convertido lo mismo en medio que en fin de la imaginación del lector, y es muchas veces responsable de encumbrar los textos y de que su edición se vuelva realmente una joya de biblioteca.
Así, podemos pasar de El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha ilustrado por Gustave Doré a Nuestra Señora de París acompañada de las imágenes de Bejamin Lacombe; sin embargo, existe un artista mexicano que ha logrado posicionarse en este selecto grupo como uno de los ilustradores más importantes del mundo y, sin lugar a dudas, como el mejor referente nacional en el ámbito. Hablamos de Gabriel Pacheco.
Nacido en la Ciudad de México en 1973, Gabriel Pacheco estudió escenografía en el Instituto Nacional de Bellas Artes, además de dibujo y figura humana en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, aunque el resto de su formación es autodidacta. Desde el inicio de su carrera, Pacheco desarrolló un estilo único y admirable que paulatinamente le permitió ser considerado por diferentes editoriales para acompañar igualmente novelas, cuentos o poesías.
En su trabajo es posible apreciar un bello sentido estético que se expresa mediante colores en su mayoría fríos y nostálgicos pero a la vez proveedores de una atmósfera de fantasía delicada y perspicaz. La mezcla entre figuras sutiles y elementos naturales, así como escenarios perfectamente congruentes, hacen de su obra un conjunto armonioso y deliciosamente perceptible a los ojos y la memoria.
El mismo Gabriel Pacheco ha declarado, en numerosas ocasiones, que al ilustrar aprendió también a leer y con ello a darle forma al universo que plasma en las páginas; un universo que le ha permitido explorar y moverse a lo largo y ancho del mundo literario sin ataduras, pues los géneros, aunque específicamente matizados, resultan igualmente apreciables a su sensibilidad.
Así, en sus poco más de cuatro décadas de vida, Pacheco se ha encargado de darle vida a obras de la talla de Moby Dick, de Herman Melville, El libro de la selva de Rudyard Kipling y Arenas movedizas de Octavio Paz.
Pero una de sus facetas favoritas es ilustrar cuentos que, si bien tradicionalmente pertenecen al mundo infantil, no dejan de contener valiosos contenidos literarios para cualquier edad. La lista de títulos ilustrados por él es larga, pero destacan algunos clásicos como The Little Mermaid, de Hans Christian Anderssen; Pinocho, de Carlo Collodi; y La Bella y la Bestia, de Gabrielle Suzanne Barbot de Villaneuve. También es sumamente apreciado el ejemplar donde asistió los párrafos de Pascuala Corona, Cuentos mexicanos para niños.
Vale decir que sus imágenes han sido publicadas en países como España, Francia, Portugal, Rusia, Corea, Japón y Estados Unidos. Se trata pues de uno nuestros artistas más prolíficos en cuanto a labor y reconocimiento y que se encuentra sumamente activo en diferentes proyectos, presentaciones y exposiciones en México o el mundo, en donde, seguramente, seguirá dibujándonos las letras de manera tan magnífica como lo ha hecho hasta hoy.