El PRI llega a su XXII Asamblea Nacional, en la que la principal discusión es la modificación o no de sus estatutos para la elección del candidato a la Presidencial de la República en la elección de 2018.

Hasta el cierre de está edición, el pasado 9 de agosto, la Mesa de Estatutos aprobó el dictamen que retira los “candados” para que simpatizantes del partido puedan acceder a candidaturas para cargos de elección popular, incluida la Presidencia de la República.

Hoy el PRI se enfrenta a la más grande encrucijada: si va con “candidatos simpatizantes”, no militantes o externos; o una consulta amplia a los militantes y simpatizantes como método para elegir al abanderado presidencial tricolor.

Edgar Ortiz Arellano, catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de Mëxico (UNAM), sostiene que no obstante este debate, “lo que le interesa y lo que le preocupa al PRI es su unidad partidista, porque siempre que el partido se divide apuesta a la derrota electoral. Pero más allá de entrar en el detalle de si se piden 10 años de militancia, que tengan puestos de elección popular o ciertas características, el tema tiene que ver con las estrategias que cada grupo y facción hace para obtener la mayor ventaja política con miras a 2018.

 

Candidato externo o priista tradicional

El politólogo explica a Siempre! que en el tema de la elección de un candidato externo o un candidato priista tradicional se tiene que hacer un cálculo eminentemente técnico, esto es, si la militancia decide por un militante que cubra todos los requisitos, sería una gran ventaja para el partido, pues los grupos inconformes se verían representados, en el sentido de decir que se está privilegiando la militancia y el trabajo partidista para acceder a los puestos de elección popular.

“Es muy bueno en el interior del PRI, no en términos electorales, porque si ese candidato o ese militante que se lanza no se encuentra bien posicionado en las encuestas o no tiene buena presencia pública o la suficiente capacidad mediática para acercarse a otros grupos políticos de diferente posición ideológica, el partido está condenado a la derrota”.

Por otro lado, si se decide por un candidato externo que está bien posicionado, además de que la estrategia de campaña y la estrategia política va dirigida no solo al interior del PRI, sino a diversos sectores que no se ven representados en ese partido, pero que a través del candidato se puede lograr dicha representación, en términos electorales sería muy bueno para el partido; sin embargo se estaría discutiendo siempre el tema de que no se privilegia la militancia ni la carrera partidista y eso a la larga puede debilitar al PRI.

Por tanto, el tema es un cálculo electoral, si un candidato externo nos ayuda a ganar y el objetivo del partido es conservar el poder, tendría que apostar a una gente externa; si la política es mantener un partido firme, unido y que pueda ser una fuerza política más o menos congruente, aunque no necesariamente gane elecciones, la apuesta tendrá que ser hacia un militante formado en las filas del PRI, esos serían los grandes debates.

Aunque advierte: “que sea un candidato externo, no es garantía de nada a menos de que traiga en su bolsa política a diferentes grupos ajenos al PRI que sean significativos y tengan peso en términos electorales, porque podría haber grupos que hacen énfasis en que son importantes, mas no tienen presencia electoral. Aquí lo importante es que ese candidato externo pueda sumar a diversas fuerzas que le ayuden al PRI a remontar ese tercer lugar en el que se encuentra.

Por eso, si no le genera nada un candidato externo, deberán apostarle a su militancia interna con el riesgo, tal vez, de perder la elección a la Presidencia de la República, pero ser una fuerza importante en términos políticos para el siguiente sexenio, como ya lo demostró en los diferentes gobiernos panistas, fue una fuerza importante, pero basada en la cohesión interna de su grupo, que es su partido.

Imposición presidencial

En caso de que el presidente decida imponer un candidato o no, habrá grupos inconformes, sin embargo no afectará la perspectiva, salvo que haya alguna cuestión extraordinaria que afecte la continuación de la tendencia electoral. El PRI en los últimos años va a la baja electoralmente, si el presidente impone o no impone un candidato externo o interno no afectará esa tendencia; lo que afectará será el comportamiento del candidato y del gobierno en los próximos meses y en el próximo año, asegura Ortiz.

El académico advierte que pese al método que se elija para elegir al candidato presidencial priista siempre está latente el riesgo de una “desbandada” o la salida de algunos priistas de peso. “Este asunto de las migraciones no es nuevo, siempre ha habido migraciones del PRI, tan es así que si observamos la vida política de muchos partidos políticos, en especial de izquierda, vemos que muchos de esos políticos tienen pasado priista. Siempre los grupos que están inconformes en términos electorales, de que no les tocó candidatura o posiciones políticas, se van y también es común que estos cuadros sean aprovechados por otros partidos”.

Pese a que haya una migración de priistas esta no será de personas tan importantes y tan relevantes, como en el caso de Manlio Fabio Beltrones, pero sí de actores menores que en este afán de seguir en el pandero político o en la escena pública aprovecharán las oportunidades que, especialmente, los partidos de izquierda pudiesen ofrecerles para obtener candidaturas o posiciones políticas, eso sin lugar a dudas sucederá”, afirma el politólogo.

Los suspirantes

Al hablar de quién pudiera ser el mejor perfil para el PRI, el analista político indica que “el aspirante presidencial que mejor está posicionado en las encuestas, por el puesto que ocupa y por el desempeño que tiene, sin lugar a dudas es Miguel Ángel Osorio Chong; cubre todos los requisitos estatutarios además, es un secretario de Estado que se mantiene en el puesto, inició el sexenio con Peña Nieto y sigue en la secretaría a diferencia de otros aspirantes.

Sin lugar a dudas, José Antonio Meade es un funcionario altamente eficiente, con una buena imagen, pero no tiene militancia priista, estuvo en la administración del PAN, de Felipe Calderón, que de alguna manera está estigmatizada por la violencia que tuvo ese sexenio y fue la herencia que le dejó al sexenio peñista, que no se ha diferenciado mucho.

En el caso de Aurelio Nuño, está en una situación difícil; ser secretario de Educación Pública y luego estar en una reforma de gran envergadura como la que se intentó realizar, sin lugar a dudas el desgaste político es mayor que el de otros candidatos o que el de otros posibles precandiatos.

Aunque este escenario puede cambiar, en función ya de la actividad de precampaña y de campaña. Ahorita solo estamos viendo la fotografía, pero lo que también influirá mucho es la función de gobierno. Si, por ejemplo, se lanza un candidato externo que pudiese tener buen soporte por la sociedad, pero que no cuenta con el apoyo de la estructura territorial del PRI, eso complicará el escenario.

Por otro lado, si este candidato no tiene la venia del señor presidente o no está muy de acuerdo con su candidatura, también perderá el apoyo de toda la clase política que se encuentra ahorita en el poder y que es priista, entonces la realidad es que es un escenario sumamente complejo.