La humanidad se encuentra frente a un grave riesgo que puede llevarnos a una Tercera Guerra Mundial, por las inconsistencias repetitivas y la conducta errática del presidente de Estados Unidos.

En todos los terrenos, ya sea con majaderías que rompen la cortesía diplomática o con la emisión de tuits absurdos, varias veces cada día, tenemos información dura de una conducta irregular que puede tener un origen patológico, que a todos nos afecta.

En efecto, el mandatario norteamericano, ha cometido faltas de respeto con muchos de sus homólogos presidentes y jefes de Estado de diversas e importantes naciones del mundo; desde luego, resalta el no aceptar la mano amistosa de la primera ministro alemana, Angela Merkel, el haber empujado groseramente al primer ministro de Montenegro, Dusko Markovic, asimismo, la conducta ambivalente con el presidente Vladímir Putin de Rusia y con el primer ministro chino Xi Jinping. No termina ahí la lista de constantes y absurdas conductas, por supuesto, la actitud antimexicana y grosera con el presidente Peña Nieto a quien le atribuye, en estos días, una conversación que no existió en la que supuestamente el presidente mexicano lo felicitó por su política migratoria; en el G20 reiteró su absurda salida del Tratado de París sobre el Cambio Climático.

A estas conductas se agregan los cambios inesperados y caprichosos —a los que por cierto tiene derecho— de los diferentes funcionarios de alto nivel que ha relevado, como a su jefe de gabinete Reince Priebus, a su vocero Sean Spice, al exjefe del FBI James Comey, por sus investigaciones en el Russiagate, a funcionarios como Michael Flynn, ligado también con la conexión rusa y, la más reciente, a su flamante nuevo vocero Anthony Scaramucci.

En todos los tópicos maneja la misma estrategia: un día adula exageradamente a alguien y al día siguiente lo golpea, lo cual resulta inexplicable, absurdo y peligroso.

Lo grave de esa situación es que este señor, en un arranque de locura, puede iniciar una conflagración con Corea del Norte y hasta con China; dice apoyar a Corea del Sur y a Japón y después afirma “que ellos se defiendan solos”. No tiene pies ni cabeza su política interna y externa, la única línea constante de conducta ha sido la persecución terrible contra los inmigrantes mexicanos, que han contribuido de manera fundamental en la construcción y éxito de esa potencia.

Todo esto quizá no tuviera relevancia, como hace muchos años sucedió en Ecuador con un presidente desquiciado, lo que nos aterroriza, es que en la mano de este señor se encuentran los códigos nucleares que pueden desatar un nuevo holocausto.

Valdría la pena que las fuerzas democráticas —que equilibran el poder en la potencia imperial— pudieran actuar a tiempo, el Congreso con ambas cámaras, la Suprema Corte de Justicia, los gobernadores y los alcaldes deben reflexionar con seriedad si estas conductas obedecen, o no, a una verdadera enfermedad mental; por eso, sería conveniente que los institutos de psiquiatría y psicología de esa nación pudieran hacer una evaluación, absolutamente imparcial, sobre la capacidad mental de este individuo.

Para México, en medio de las negociaciones del TLCAN y en la necesidad de reconstruir las políticas migratorias y de seguridad nacional, este tema no puede pasar inadvertido, debemos estar alertas frente a los caprichos absurdos del mandatario más importante del planeta.

La historia ya registró un caso semejante con Adolfo Hitler, no repitamos ese capítulo horrendo y negro de la humanidad.