En la era del integrismo religioso, lapso del fundamentalismo que lanza anatemas para revivir, de alguna manera, la Edad Media, el terrorismo del último siglo regularmente se sitúa en la plataforma de los argumentos religiosos para descalificar y anular la diferencia, solo valen los dogmas de los criminales para propagar miedo, odio para alimentarse de la muerte.

De nueva cuenta el terrorismo que invoca a Dios para comulgar con la maldad, otra vez los asesinos y la acumulación de estragos impunes paridos por el odio inútil para dejar un saldo sangriento. El contraste que se nutre de los embustes de quienes en sus trastornos creen poseer la verdad absoluta, el dogma opuesto a la dialéctica, se convierten en asesinos porque así interpretan los oscuros designios que creen interpretar.

Medio Oriente, Nueva York, Londres, Madrid y en días recientes Barcelona han sido los blancos de ciertos grupos religiosos que siembran el pánico, nada justifica acciones de esa índole porque el terrorismo es uno de los actos más deleznables que existen, en el fondo lo que le nutre es la cobardía.

En la era del integrismo y de un renacimiento del racismo no se pueden augurar muchas luces que se antepongan a la oscuridad de la praxis de los violentos, de los fanáticos que desconocen que el pensamiento diverso es piedra de toque de las democracias. Ya en Estados Unidos hace algunos años regresó el viejo fantasma de la segregación ahora empoderado bajo el mandato de Donald Trump maridado a causas retrógradas que se pensó que ya estaban en un pasado remoto.

El odio como combustible, la interpretación torcida de preceptos religiosos es caldo de cultivo para vigorizar el fanatismo primitivo, en pleno siglo XXI aún existen los entes que parecen reeditar otra absurda cruzada. En nombre de Dios. Desconozco cuántas deidades tienen sed de sangre y cuántos operarios están dispuestos a cabalgar rumbo a la muerte porque algún designio extraño se los exige en su nublada visión del mundo.

Las Ramblas de Barcelona fueron el escenario hace unos días de cómo un individuo en una loca carrera llevaba una máquina de matar, la capital catalana cosmopolita no merecía un ataque como el acaecido.

La condena  contra el atentado en la urbe condal llegaría enseguida, jefes de Estado y de gobierno expresaron su repudio al acto homicida, el Estado Islámico presuntamente está detrás de la barbarie como en otros capítulos en que la sangre se derramó de manera vil.

El terrorismo es un acto oscuro que no debe tener lugar en el mundo, el odio por diversas maneras argumentos o pretextos hace daño, aunque existen los seres que invocan su deidad para pretender imponer un pensamiento único sin reconocimiento a la diversidad. Esto es peligroso.

Nuestro mundo registra diversos conflictos, a través de la historia los más cruentos han sido regularmente por asuntos religiosos, los registros así lo indican. Cada acto terrorista es una agresión contra la humanidad, digo esto y evoco la canción Imagine de John Lennon que habla de la hermandad en los seres humanos. Imaginar un mundo en el que  no hay motivos para herir o matar, si imaginemos un mundo en paz. El mundo es nuestra casa común.