El futbolista Rafael Márquez y el cantante Julión Álvarez fueron elegidos con toda premeditación por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos para provocar una crisis política en México.
Es obvio que no se escogió a cualquier personaje, ni siquiera a los que puedan tener una vinculación más demostrable con el crimen organizado, sino a quienes han estado, en los tiempos recientes, más cerca de la figura presidencial.
Tal parece que eligieron con todo cálculo a unos de los muchos que a diario se retratan con el presidente mexicano.
Por los tiempos, la denuncia contra esas dos figuras resulta sospechosa. Se emite siete días antes de que comience la renegociación del Tratado de Libre Comercio, en un clima de incertidumbre e insistentes amenazas por parte del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de abandonar el acuerdo si no se incluyen ventajas para su país.
Extraña, también, porque la Oficina de Control de Bienes Extranjeros del Departamento del Tesoro decidió filtrar, apenas ahora, una lista de nombres que todavía no ha sido transferida al Departamento de Justicia pese a que, desde hace muchos años —según señala el mismo Estados Unidos—, Márquez y Julión han sido socios del capo Rafael Flores, alias el Tío.
La maniobra, por la forma y por el fondo, parece más política y mediática que justiciera. Encaja perfectamente con los amagos que Trump ha lanzado contra Peña Nieto cada vez que sostiene un encuentro o llamada telefónica con él.
Conforme se acerca el inicio de la renegociación bilateral del TLC, las posiciones se endurecen. El secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, ya advirtió que “tenemos que estar preparados para algo muy serio”, porque existe la posibilidad de que Estados Unidos se “levante de la mesa” y México, en consecuencia, deje de colaborar en materia migratoria y de seguridad con ese país.
De acuerdo con la oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas, cerca de 20 mil centroamericanos solicitan cada año estatus de refugiados en México con el propósito de trasladarse después a Estados Unidos.
Lo que hace el gobierno mexicano en la frontera con Guatemala es lo que han calificado algunos medios como “levantar un muro invisible” para impedir que nueve de cada diez centroamericanos atraviesen la frontera norte. Es decir, el país le ha venido haciendo un enorme favor al vecino del norte al operar —con los vecinos del sur— como un celador muchas veces más cruel e injusto que la Border Patrol.
A Trump, sin embargo, solo le interesa cumplir con sus promesas de campaña para impedir que escándalos como el de Rusia puedan minar su poder político; y cancelar el Tratado de Libre Comercio con México fue, precisamente, uno de los ejes de su éxito electoral, especialmente en el estado de Michigan, casa matriz de Ford, General Motors y Chrysler.
Se va a sentar, entonces, a la mesa de negociación un gobierno cuyo mandatario está condicionando todo a lo que pueda garantizar la preservación de su popularidad. Y si , para ello, es necesario sacar otras listas parecidas a las del Departamento del Tesoro que le permitan, en su momento, decir que Estados Unidos abandona el TLC porque México y su gobierno están dominados por los bad hombres, lo va a hacer. Que no quepa la menor duda.