En este tiempo de oscuridad que atraviesa México, el fallecimiento de Ramón Xirau (Barcelona, 1924-Ciudad de México, 2017) nos hace rememorar por qué hubo una inmigración de españoles republicanos a México durante los años de la Guerra Civil Española (1936-1939) y después de ella, durante el régimen de Franco que duró hasta 1975.

La persecución política de hombres y mujeres en una España atosigada por el franquismo, hizo que México, quien durante la presidencia del General Lázaro Cárdenas tuvo una política exterior digna, les abriera las puertas, por lo que entraron al país unos veinticinco mil refugiados; aunque no todos fueron intelectuales, a todos los perseguían por optar por un régimen de libertad social. Entre ellos estuvo el joven Ramón Xirau, de quince años, y sus padres, Pilar Subías y el filósofo Joaquín Xirau, quienes llegaron de Francia a México en 1939, poco antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial. Quiero mencionar, para que nuestra memoria no flaquee, algunos nombres de los republicanos inmigrantes que aportaron su alma y conocimientos a nuestro país: el cineasta Luis Buñuel, la pintora Remedios Varo, el poeta León Felipe, el escritor Tomás Segovia, los filósofos Eduardo Nicol y Adolfo Sánchez Vázquez, entre otros.

Los republicanos españoles no luchaban por promesas de grandeza imperial ni por un orden social que sobajara el espíritu. Quiero pensar que su posición era más existencial, luchaban por la libertad que es la dignidad más alta del ser humano en contra de regímenes que la coartaban. Incluso dícese que el entrañable poeta Federico García Lorca, asesinado por la falange en 1936, se definía de manera tal que no se encerraba dentro de una sola visión del mundo: “católico, comunista, anarquista, libertario, tradicionalista y monárquico”.

La vida es libertad, toma de decisiones y elección por gozar y defender lo concreto, no sistemas de abstracciones, y a través de la mirada poética conocer lo que somos y lo que es. Ramón Xirau, en uno de sus más importantes libros, Poesía y conocimiento, concibe a la poesía como una forma excelsa de conocimiento de la realidad y de lo que ésta permite entrever. En la cultura hoy avasalladora, utilitaria, pragmática, ciega y sorda al canto de las cosas, que mata primero el alma y luego a los cuerpos, cierro con una estrofa de un poema de Ramón Xirau con la esperanza de que el espíritu de libertad encarnada nos ayude a salir de las mazmorras del sistema en el que nos ha tocado vivir sobre naves guiadas por un viento libertario.

Gradas

XI.

Barcas del mar azul,

los olivos ramos y remos de todo pájaro

hablan, cantan, Gregorio, con luz

que no admite tinieblas. Se abren los libros,

se abren todos los signos —barcas, barcas—

las estrellas nos miran lentamente,

cierran sus ojos las bahías. El arco de la luz

a pesar de Dolor, canta, todo canta,

cuando las naranjas maduras, en el campo

verde caen y son luz,

ah, mar, de barcas, barcas, barcas,

en la bahía abierta, en el cristal

de la bahía de las barcas, barcas, cuando

las naranjas se abren en el cielo.[1]

Además, opino que se respeten los Acuerdos de San Andrés, que se investigue Ayotzinapa, que trabajemos por un nuevo Constituyente, que recuperemos la autonomía alimentaria, que revisemos a fondo los sueños prometeicos del TLC.

[1] Traducción del catalán por Andrés Sánchez Robayna.