Sin duda no es la economía lo que causa la irritación de los mexicanos.
La irritación social la causan algunas de las muy escandalosas acciones de la actual administración y sus funcionarios; es la corrupción lo que caracteriza a muchas de ellas. Algo que recuerda la sentencia del expresidente Bill Clinton a sus conciudadanos: “It’s the economy, stuped”.
La corrupción corroe prácticamente todos los escenarios de la vida, pública y privada, de los mexicanos.
Corrupción que se comete desde los litros incompletos que se despachan en muchas gasolineras a lo largo del país; hasta la liberación de personas condenadas por un delito a cambio de sobornos de muy diverso calado, pasando por las cuotas que los trabajadores deben entregar a sus sindicatos sin que estos den la menor cuenta de ellas o el desvío de recursos del Estado con fines distintos al bienestar y el desarrollo de la sociedad.
La mayoría de los mexicanos somos quienes sufrimos las consecuencias de la corrupción.
Un lastre vergonzante presente en la gran mayoría de las licitaciones de obra pública. Ejemplos de ello sobran: ahí está la famosa Estela de Luz creada en el gobierno de Felipe Calderón, que es un feo elefante blanco que salió costando mucho más de lo presupuestado originalmente; o la línea 12 del metro de la Ciudad de México inaugurada pomposamente por el pillo de Marcelo Ebrard, ahora convertido en consejero de otro pillo como Dante Delgado; o las altas tarifas que se cobran en los segundos pisos del periférico en la CDMX, y, para rematar, los socavones que se roban la vida de personas inocentes como el accidente ocurrido en el ya famoso Paso Exprés de Cuernavaca.
La impunidad cobija a los funcionarios involucrados en casos de ineptitud o corrupción en México. Funcionarios que, cínicamente, se niegan de mil maneras a aceptar su responsabilidad y mucho menos a renunciar a sus jugosos sueldos en un acto de dignidad, mientras están a la espera de posibles sanciones.
Un caso paradigmático de lo anterior es el del titular de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruiz Esparza, acusado de omisión en la vigilancia y auditoría de las obras del Paso Express en Cuernavaca. Cuando Ruíz Esparza se presentó ante los legisladores para hablar sobre el tema, solo pudo atinar a decirles a los representantes populares que le exigían airadamente que presentara su renuncia que “no era el momento de abandonar el barco”.
Ruiz Esparza insistió en que debe haber responsables por el caso del socavón, es decir: “las empresas, los supervisores, los coordinadores y todo aquel que tuvo que ver con esto”, pero obviamente él no. Repito: cobijado en la impunidad que le da su cercanía al círculo rojo del poder presidencial, a Ruiz Esparza le faltó valor y dignidad para asumir su propia participación, la cual fue muy activa en esos lamentables hechos.
El titular de la SCT dijo que las empresas que realizaron la obra antes mencionada, Aldesa y Epccor, deben asumir su responsabilidad si cometieron errores u omisiones.
También “advirtió” que si la Secretaría de la Función Pública determina inhabilitar las constructoras para realizar obra pública en México, se les retirarán los contratos que tengan en el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.