Los días se volvieron semanas y estas meses y trascurrieron los años. Hoy estamos inmersos en el fin del sexenio, que muchos quisieran terminar antes de tiempo. Como suele acontecer, erraron nuevamente quienes, sin más sustento intelectual que sus ocurrencias, sostuvieron que vivíamos tiempos de la “restauración autoritaria” priista. Los hechos y la realidad los desmienten. En principio, el tiempo no tiene vuelta atrás.

El régimen puede ser acusado de muchas cosas por los inconformes de siempre, menos de que regresaron los tiempos de coartar las libertades, los mismos que en pantalla, micrófonos y letra escrita se refocilan en contra del gobierno, pueden hacerlo porque se respeta la libertad de expresión, de prensa, de disentir. Ahora que deben ser nominados los candidatos de los partidos para la sucesión presidencial de 2018, la inminente celebración de la vigésima segunda Asamblea General del PRI tiene a todo el mundo pendiente de lo que ahí acontece.

Afirmábamos que las cosas cambian con el tiempo, dado que hoy no pueden regresar viejas prácticas como el tapado o el dedazo que imperaron en el viejo sistema político, o por lo menos no igual, y tampoco los procesos de elección sucesoria, que se realizaban como superficialmente la describieron, como un capricho personal o una decisión “in pectore” que se guardaba el presidente en funciones y jugaba y engañaba a tirios y troyanos con la verdad.

Lo elección que realizaba el Tlatoani sexenal y que formaba parte de las denominadas facultades metaconstitucionales del Ejecutivo, consistía en consultar a los sectores del partidos, a los expresidentes, a los líderes parlamentarios, a los cuadros destacados y muy importante era también consultar o sondear a los factores reales de poder, los banqueros, los empresarios, la Iglesia, el Ejército, los medios de comunicación y desde luego que era importante e influía la propia visión de las necesidades del país, por parte de quien decidía, así como su conocimiento de sus colaboradores, su pertenencia a los grupos políticos en el interior del partido, sus alianzas y enfrentamientos y hasta su vida personal y privada. En conclusión, no era una decisión personalísima, unilateral o tomada a la ligera.

Por las decisiones que se adopten en la mesa de trabajo de los estatutos, y que se quiten, se mantengan o se modifiquen las exigencias estatutarias para designar candidatos, en la Asamblea General que se estará clausurando cuando los lectores de Siempre! tengan en sus manos este número, habremos de conocer si prevalece la proverbial disciplina priista.

Se equivocan quienes niegan al presidente Peña sus habilidades políticas; ha demostrado en muchas ocasiones que es un zoon polítikon a la altura, o más, de quienes deambulan con credencial de políticos inteligentes, astutos y sagaces; los que así piensan olvidan que él tiene el poder y sabe ejercerlo. Su éxito será impedir la división en el partido y un posible éxodo de los inconformes.

Llegado el momento se conocerá quién será el candidato del PRI en 2018, el reto para este y para el partido será inmenso, difícil, complicado,  en un contexto social adverso.