Lo mismo que un músico no describe o representa sino que compone sobre un tema, para los exponentes pertenecientes al Renacimiento, Manierismo y Barroco, el tema fue un motivo de inspiración que transcurría en toda la composición, relacionando los momentos a través de ecos a distancia, dándole esa andadura alegre y extravagante a escenas que reflejan amplios tratamientos del escenario arquitectónico y del paisaje, para crear un ambiente perfecto para el desarrollo armonioso de la figura humana.

A partir de esos periodos, obras maestras reunidas por su alta calidad y belleza han sido elegidas para establecer un enriquecedor diálogo entre los acervos Colección Colnaghi de Londres y del Museo Nacional de San Carlos, en la exposición Del Pontormo a Murillo. Entre lo sagrado y lo profano, para brindar así una oportunidad única de emparejar piezas de las dos instituciones, y “crear una experiencia novedosa para el público visitante y propiciar una forma de acercamiento con una mayor contextualización y riqueza de contenidos”, aseveró en entrevista para Siempre! la directora del recinto museístico, Carmen Gaitán Rojo.

“Pocas exposiciones como esta —añadió la funcionaria— van a permitir darnos una idea tan amplia de lo que es el periodo de estas formas expresivas en la plástica del Renacimiento, el Manierismo y el Barroco”.

 

Influencia islámica en los inicios del gran arte europeo

Con un ambiente que demuestra el gran interés por la luz y el color de las 50 obras exhibidas, explicó Gaitán, la muestra parte del gótico español, con el retablo Adoración de los Reyes Magos, del denominado Maestro de Perea. Indicó que en la pieza que data de finales del siglo XV no solo predominan los temas religiosos, se observan también, elementos medievales que denotan la presencia de la influencia islámica.

“A través de la factura de las telas, de los brocados, veremos el dominio del mundo del islam, de los musulmanes; recordemos que la pieza es realizada en tiempos en que la reina Isabel I de Castilla y el rey Fernando el Católico inician la expulsión de los judíos de sus reinos y, años más tarde, también a los musulmanes”.

Añadió Gaitán que la pieza de Perea es comparada con las características y estilo de otra de las piezas estrella de la muestra, La adoración de los magos, del pintor español Pedro Berruguete (1450–1503), única obra de ese autor de la que se tiene conocimiento que esté en una colección pública en México. “Para nosotros es importante que tengan conocimiento de que en América Latina no hay un conjunto de arte gótico tan importante como el que hoy está en aquí, en el Museo de San Carlos”.

 

De lo religioso del gótico a lo profano del Renacimiento

La fuerte tradición clásica latente en Italia unida al escaso apogeo de la manifestación gótica favoreció la creación de un nuevo estilo artístico, el Renacimiento, término empleado por Vasari en 1550, “volver a nacer”. No obstante no fue una ruptura definitiva con la tradición medieval sino más bien una “culminación”, señaló la directora del recinto.

Para iniciar el discurso expositivo del Renacimiento —dice Gaitán— se tiene la obra de Lorenzo Lotto, Pintor en su estudio (1527), que viene del Museo Franz Mayer, y acompaña a un inédito y raro Concierto del francés Jacob Bunel, pintor de la época del rey Enrique IV, integrada por elementos muy adornados, por ejemplo, en la música y los seres humanos. Con  ambas obras, asegura, se entra de lleno en la pintura del Renacimiento con elementos más profanos.

“Es el momento del hombre para liberarse del vínculo religioso para centrarse consigo mismo en la humanización. Se trata de una liberación espiritual e intelectual, por lo que el hombre vuelve a fijarse en el mundo clásico, buscando la inspiración filosófica o neoplatonismo”.

En esta misma línea de transformación, se integra la meticulosidad y detallismo de la pincelada de Luis de Morales, mejor conocido como el Divino. Explica Gaitán que su obra básicamente se integra por temas sagrados, por lo que en la muestra se exhibe La Virgen enseñando a escribir al Niño Jesús, una de las cinco vírgenes emblemáticas que realizó el artista.

“Las escenas religiosas de el Divino se caracterizaban por ser muy dolientes, él buscaba la exaltación de la pena, a veces hasta de manera morbosa. No obstante logra realizar figuras humanas empleando un colorido y un esfumado emparentados con la tradición leonardesca, como es el caso de la virgen, que refleja un rostro como de porcelana”, apunta.

Pontormo, de la mano con el Renacimiento

Muchos talentos copiaron la forma monumental del gran maestro del Renacimiento, el pintor y escultor italiano Miguel Ángel, entre ellos Jacopo Carucci, el Pontormo —quien corona el inicio de la exposición—, así como Pedro de Campaña, Lucas Cranach o Tintoretto.

“Ya de la mano del Renacimiento, tenemos a Pontormo y su obra Madona con el Niño o La Virgen de la leche —pieza de la colección de San Carlos—, donde apreciamos una virgen frondosa, a la manera de Miguel Ángel, con un perfil muy cercano a los inspirados en el clasicismo griego, resalta la muy bella solución en el trabajo de las manos, expresada con realismo”.

De igual manera, no menos interesante, resulta el cotejo entre el magnifico Astrónomo de la antigüedad de Luca Giordano, conservado en San Carlos, con las dos obras pertenecientes a la Colección Colnaghi de este célebre pintor napolitano: “El Alquimista —en el que refleja la individualidad del modelo tanto física como psíquicamente— y el Arrepentimiento del rey David, obra maestra del pintor, procedente de la colección Salazar”, apunta la promotora cultural, quien dice que se muestra en la exposición la rica y variada escuela napolitana.

Entre Murillo, el Barroco y las expresiones naturales

El Siglo de Oro español fue una época de auge cultural en el que se dieron varias corrientes. Una de las más importantes fue el Barroco, que abarcó todas las manifestaciones artísticas desde los inicios de 1600, extendiéndose a lo largo de aproximadamente 150 años.

“Una nueva pauta que se diferenció del Renacimiento fue que ya los rostros de los bellos modelos desaparecieron, dando lugar a expresiones naturales, resultándonos hoy sorprendentes al incluir una especie de apoderamiento de un sentimiento, para después, transmitirlo”, expresa Gaitán.

Este período artístico ha sido testigo de grandes genios del arte —dice la directora del recinto museístico—, ejemplo de ello es la sección concreta de la escuela madrileña, en donde encontramos a Mateo Cerezo, con su lienzo Ecce Homo, Juan Antonio de Frías y Escalante, con su Inmaculada Concepción, así como el lienzo Cristo y la Samaritana, de la etapa madrileña del pintor granadino Alonso Cano, firmado con su anagrama, que sigue de cerca la composición del mismo asunto de la Real Academia de San Fernando.

“Esta sección del Barroco es capitaneada por Bartolomé Esteban Murillo, con su lienzo Job y su esposa, que nos habla de un pintor de redondeces y dulzuras. Si a una imagen se asocia el nombre de Murillo es a la de sus vírgenes, siempre puras y delicadas, sencillas en la comprensión y exquisitas, envueltas por una gracia que hoy quizá para algunos gustos pueda pecar de sentimental en exceso”.

Una nueva forma de ver y pensar el arte 

Con este recorrido de forma esquemática en el Museo de San Carlos esta sucediendo “lo nunca antes visto en México”, asegura Gaitán, al tener 21 piezas provenientes de la Colección Colnaghi, la galería de arte más antigua del mundo, fundada en 1760, con cede en Londres y sucursales en Madrid y Nueva York, además de ser proveedores de recintos museísticos como el Museo del Louvre.

Por ello, a casi medio siglo —añadió la promotora cultural—, cumpliendo con la misión de comunicar y exhibir el arte europeo, el Museo de San Carlos se honra en presentar esta magnifica exposición, curada por Frenchina, con la intención no solo de reflexionar sobre un momento especifico de la historia del arte, sino de mostrar una nueva forma de ver y pensar el arte.

“Es un recorrido muy claro, para que el público se dé cuenta de los cambios que hay dentro de las paletas de los pintores, y de la etapa que le tocó en la historia del arte, porque cada una tiene su importancia y su momento. Pero además, que el público se permita tener la experiencia y la vivencia de venir a verlas como si estuvieran en algún museo europeo, para escoger la que más le guste, porque para eso están expuestas y eso es una obra de arte”.

Además, asegura Gaitán, la muestra es un recorrido que nos va contando una historia como si se estuviera viendo una película o una obra de teatro, o como en esos siglos en que se contaban historias a través de las imágenes religiosas de la iglesia.

“El publico al ver esas historias se queda arrobado, exaltado, pero además, siempre sale con algún mensaje, con algún conocimiento nuevo. Es lo que hizo en su momento el muralismo mexicano, al tratar que todos los analfabetas del país entendieran la historia de México a través de las historias reflejadas en los murales, y eso, precisamente, es lo que nos da la pintura”, concluye Carmen Gaitán.