Madrid.- A veces da la impresión de que la clase política —sus máximos dirigentes, al menos— andan buscando todos los días cómo poder liarla aún más. Creo que el fenómeno es universal y afecta, por tanto, también a América, pero los ejemplos que tengo más a mano vienen de España, donde en procesos como el soberanista catalán cada vez que se da un paso, consistente casi siempre en una declaración, cunde la sospecha de que el objetivo consiste en enfangar un poco más un camino lleno ya de barro.

Iniciativa tras iniciativa, lo que se imagina en España como un choque de trenes para el próximo día 1º de octubre, fecha del referéndum que la Generalitat catalana quiere organizar pese a la oposición del Gobierno de Madrid, logra parecerse al cabo a la colisión entre dos osos de circo con chichonera, subidos cada uno en su monociclo particular.

Pero no hace falta llegar hasta los asuntos de Estado para lograr que se monte una tormenta considerable en un vaso de agua. La presidenta de otra comunidad autónoma, la de Madrid esta vez, ha conseguido que la polémica arrecie sin más que declarar que no piensa irse de vacaciones este verano.

Las vacaciones fueron un logro considerable de la clase trabajadora, a añadir a las jornadas de ocho horas, las semanas laborales de cinco días, el seguro de enfermedad o la jubilación.

Decir, como ha hecho la presidenta de Madrid, Cifuentes, que las vacaciones son voluntarias supone meter el dedo en una llaga dolorosa porque todo lo que existe en el mundo es voluntario, incluso el permanecer vivo por la vía de no suicidarse, pero se trata de una trampa retórica porque lo que cuenta es lo contrario: lo mucho que ha habido que luchar para conseguir cualquier mejora laboral.

cartas desde Europa

Los futbolistas son un ejemplo excelente de lo que supone la supuesta voluntariedad de las vacaciones. Tienen derecho a ellas, sí, pero el entrenador ve con buenos ojos que renuncien siquiera a una parte por el bien del equipo.

En semejante planteamiento las vacaciones pasan a ser una rémora dañina para el bienestar colectivo y quienes no se avienen a limitarlas, o a perderlas del todo, entran en la categoría de sospechosos. Pero los futbolistas ganan unas verdaderas fortunas durante, eso sí, un tiempo más bien breve. Tomarlos como ejemplo es un disparate.

La clase política se encuentra en las antípodas de lo que es la dedicación y la eficiencia de los jugadores del fútbol, del baloncesto o del béisbol. Ya que estamos, lo que resulta escandaloso es el periodo de vacaciones con el que cuentan sus señorías los congresistas y senadores, con los de las instituciones europeas como ejemplo más sangrante.

Puestos a rectificar, no sería la presidenta de la Comunidad de Madrid sino los diputados en Cortes quienes tienen que dar el primer paso. Pero incluso en ese contexto cabe recurrir al sarcasmo.

Durante la legislatura anterior en España, aquella en la que no hubo ni investidura de presidente, ni Gobierno excepto en funciones, ni presupuestos salvo los prorrogados, cuando no se dio paso a ley alguna, el país funcionó a la perfección comenzando a salir de la crisis económica. Sus señorías los congresistas, no ya de vacaciones sino sin hacer nada, son de lo más eficaces.