Hay que dejar la vanidad  a los que no tienen otra cosa que exhibir. Balzac.

Los meteoros Harvey y Claudia, registrados a fines del pasado mes de agosto, dejaron al descubierto las severas deficiencias de la administración capitalina en cuanto a las necesarias acciones preventivas que, en relación con las lluvias, debió haber implementado, junto con el gobierno federal, a efecto de inhibir e impedir las tragedias vividas por millares de capitalinos como consecuencia de su ineptitud y de las precipitaciones torrenciales.

No solo fueron zona de catástrofe el aeropuerto de la Ciudad de México y las demarcaciones afectadas, también lo fueron las colonias aledañas al Río de los Remedios; pero lo más dramático se registró en el recientemente inaugurado deprimido de Mixcoac, joya de la corona de la administración mancerista, cuyo segundo nivel se anegó a solo tres días de haberse inaugurado.

A pesar de las múltiples advertencias que vecinos y legisladores expresamos en torno a esta innecesaria obra, pesó más en el ánimo de la administración generar el negocio bajo el supuesto de agilizar la movilidad de una zona que colapsará, con o sin túneles, por la redensificación de dos grandes proyectos a los que pretende servir: las torres Manacar y Mitikah, una ubicada en Insurgentes y Mixcoac, y la otra en el corazón del añorado pueblo de Xoco.

La multimillonaria obra se diseñó a la vera del antiguo cauce del entubado río Mixcoac, por ende, las medidas de mitigación y preventivas en dicha intervención debían de contemplar un sistema de captación de agua pluvial de enorme caudal, pues el sentido común indica que a depresión construida la naturaleza desalojaría el torrente pluvial en cualquiera de los dos niveles, pero sobre todo en el más profundo.

La inquietud a ese respecto se combatió con el anuncio oficial de la Secretaría de Obras y Servicios (Sobse) del pasado mes de junio, a través del cual afirmaron que “el cárcamo de bombeo evitaría inundaciones por lluvia en el doble túnel”, promesa literalmente pasada por agua el pasado jueves 31 de agosto, cuando se registró una inundación —anegación dicen ahora— con un tirante de 50 centímetros que, a efecto de permitir el desazolve ante la saturación del sistema de desfogue previsto, obligó al cierre del nivel 2 por varias horas.

A la par del problema del deprimido de Mixcoac, a Mancera le llueve cada vez más sobre mojado, pues un enorme socavón —de 12 metros de diámetro y 9 de profundidad— se abrió en pleno Centro Histórico, en las calles de Colón y Humboldt, a unos metros del Paseo de la Reforma y la Avenida Juárez, en la delegación Cuauhtémoc; y en la Venustiano Carranza se dañaron setecientas casas de la colonia Pensador Mexicano, demostrando que el sistema de desfogue de la ciudad no está preparado para captar lluvias, torrenciales, como las registradas.

Cuánta razón le asiste a Balzac cuando afirmaba que hay que dejarle la vanidad, en este caso al gobernante capitalino, pues ya no tiene otra cosa que exhibir.