Los verdaderos progresistas
parten de un respeto al pasado.
Renan

El 19 de septiembre de 1917 la capital de la república fue el lugar de nacimiento de quien es, por antonomasia, referente indiscutible del esplendor recreativo hecho ballet: Amalia Hernández Navarro, hija del político mexicano y regente de la ciudad en 1931 Lamberto Hernández, lo que le permitió vivir de cerca el proceso del vasconcelismo y, particularmente, la búsqueda mexicanista que caracterizó la breve gestión de Pascual Ortiz Rubio, quien confió la Secretaría de Educación Pública a Carlos Trejo Lerdo de Tejada, encomendándole diseñar una política pública fincada en la recuperación de las expresiones populares como parte sustantiva de la mexicanidad.

Alumna de Anna Sokolow y Waldeen von Falkstein, Amalia Hernández apostó a la búsqueda de las expresiones dancísticas populares, y ello la llevó a recorrer el país recolectando sus expresiones dancísticas y obteniendo la oportunidad de presentar en la Sala Chopin, ese espacio cultural alternativo de las calles de Puebla en la colonia Roma, el Ballet Moderno de México, cuyo repertorio sorprendió a los asistentes por su belleza estética y armonía.

En 1959 la compañía de Hernández fue elegida para representar a nuestro país en los Juegos Panamericanos de Chicago, donde cosechó un merecido éxito, no solo entre la comunidad mexicana de aquel país, sino ante uno de los públicos más exigentes del mundo.

Este logro no pasó inadvertido a Emilio Azcárraga, productor y presidente de Telesistema Mexicano, quien propuso a Amalia Hernández para amenizar el programa dominical Función de Gala, espacio en el que participó durante 69 programas consecutivos, al tiempo de que el presidente López Mateos convocó al director del INBA, Celestino Gorostiza, a abrir el teatro de las Bellas Artes a la Compañía ya reconocida como el Ballet Folklórico de México, la cual es decana de los espectáculos ofrecidos por este recinto cultural.

A partir de ese momento, el Ballet fue y ha sido embajador cultural por excelencia en los más diversos escenarios del mundo, reconocido por propios y extraños como una de las más acabadas expresiones de la mexicanidad.

 

Sin género de dudas, su participación como grupo anfitrión en los XIX Juegos Olímpicos en México, permitió difuminar la profunda herida causada por la acción represora del gobierno diazordacista, pues el conjunto de Amalia Hernández exhibió el México recreado por el arte, por su música, su danza, sus pasos y sus colores.

Personalmente encuentro en el Ballet Folklórico de Amalia Hernández una agrupación vigorosa, ajena al esteticismo dancístico impuesto a grupos vernáculos en otros espacios del orbe; a lo largo de los años he constatado sus avances y libertades recreativas a través de sus reinterpretaciones, y es este espíritu renovador y creativo el que le brinda su carácter único y su autenticidad.

Por ello, en el centenario de su fundadora, me atrevo a aplicar a su legado la sentencia del historiador francés Joseph Ernest Renan, para quien el respeto al pasado provoca el verdadero progreso.