En la ciencia económica los ciclos políticos han sido materia de estudio, dado que matizan la política económica que instrumentan los gobiernos de cara a los procesos electorales. Se ha visto con frecuencia que cuando se acercan procesos comiciales, se ponen en marcha medidas de política económica para influenciar de manera positiva al partido en el gobierno y, por ende, posicionar a sus candidatos y mantenerse en el poder. Se dice, pues, que ante la proximidad o lejanía de unas elecciones la política económica estará determinada por el ciclo político.

Generalmente se identifican tres fases, dos finales y una intermedia que definirán el rumbo de la economía. La primera es una fase expansiva al final de cada gobierno, la segunda es contractiva al inicio de cada nueva administración, y la tercera es de moderación en anticipación a las elecciones presidenciales.

Considerando estos supuestos, y si este año tuvieron elecciones presidenciales Haití y Ecuador, próximamente Chile y Honduras. En el 2018, Brasil, Colombia, Costa Rica, México, Paraguay, Venezuela renovarán su Poder Legislativo, valdría la pena preguntarse: ¿en qué medida han afectado la dinámica económica a nivel de cada país? y ¿Cómo influirán los procesos comiciales en la economía de la región latinoamericana?

Por ejemplo, en México algunos analistas refieren que dicho ciclo ha jugado un papel fundamental en el desempeño de la economía en las últimas tres décadas. Alfredo Coutiño, director para América Latina de Moody’s Analytics ha escrito que en este periodo la economía mexicana sufre el impacto del cambio de gobierno cada seis años, pero también se beneficia del gasto expansivo que se desembolsa en el proceso electoral, particularmente, el que se realiza al final de cada administración, que dicho sea de paso, este año ascenderá a 18 mil 226 millones de pesos para el ejercicio 2018.

Sin embargo, el gasto expansivo no necesariamente se refleja en el crecimiento económico. Al menos no se vislumbra en el último informe sobre perspectivas de la economía mundial del Fondo Monetario Internacional, donde prevé que la actividad económica se recuperará en el 2017–2018 en la medida que países como Argentina y Brasil se recuperen de la recesión.

Considera que en el caso de Brasil, la persistente debilidad de la demanda interna y la agudización de la incertidumbre en torno a la situación política y a la política económica, se verán reflejadas en una recuperación más moderada y, por ende, en un crecimiento menor en 2018. En el caso de México, el pronóstico de crecimiento para este año creció de 1.7% a 1.9%, y no se prevén cambios significativos para 2018.

Lo importante de este informe radica en que las revisiones para el resto de la región son principalmente a la baja, incluido un nuevo deterioro de las condiciones en Venezuela. Estos datos nos llevan a la conclusión, que en el caso de los países emergentes y en vías de desarrollo, el crecimiento económico responde en mayor medida a la actividad de los países importadores de commodities y a la variación de los precios internacionales, y no necesariamente a los ciclos políticos.

Sin embargo, en la antesala de las elecciones en América Latina para 2018 el escenario es sumamente complejo e incierto. La turbulencia económica en un entorno multipolar, donde países desarrollados regresan al proteccionismo, y el mundo vive estragos de las políticas neoliberales, los virajes políticos que se den como resultado de las próximas elecciones, influirán determinantemente en el futuro económico de la región, al menos en el corto y mediano plazo, por lo que será fundamental hacer una revisión de los esfuerzos de integración regional y tomar en cuenta el alcance que esta vez puedan tener los ciclos políticos en la región latinoamericana.

*SECRETARIA DE LA COMISIÓN DE RELACIONES EXTERIORES AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE

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