“El día del derrumbe”, cuento que forma parte de El llano en llamas (1953) no es de los textos más memorables de Rulfo, sin embargo, destaca por su parodia a la retórica del priismo de los años cuarenta y cincuenta. La historia narra cómo luego de los temblores llegó el gobernador a Tuxcacuesco y pronunció un discurso; Melitón y su colega dialogan y recuerdan frases del dignatario como estas: “…cuando la naturaleza nos ha castigado, nuestra presencia receptiva en el centro del epicentro telúrico que ha devastado hogares que podían haber sido los nuestros, que son los nuestros; concurrimos en el auxilio, no con el deseo neroniano de gozarnos en la desgracia ajena, más aún, inminentemente dispuestos a utilizar muníficamente nuestro esfuerzo en la reconstrucción de los hogares menoscabados por la muerte”.

La mordaz ironía, incluso, en su parodia alcanza el pastiche de la época de los prolongados discursos de los políticos. Los tiempos han cambiado; ahora los discursos no apelan al nacionalismo; aunque sí a la noción de identidad: al patriotismo, sintetizado en el lema “Fuerza México”. La identidad y la nación en pie expresadas en banderas de México, cerca de las zonas de desastre que dejaron los sismos del 7 y 19 de septiembre de 2017.

Esta analogía entre literatura y realidad cotidiana, esta última documentada con efectismo en consignas patrioteras —en realidad, trasuntos de intereses económicos (de las televisoras) y políticos (de los funcionarios y legisladores en el preámbulo a los procesos electorales)—, se torna absoluta en una texto como el que Rulfo escribió para La fórmula secreta (o Kokakola en la sangre, 1965) de Rubén Gámezcuyo texto, leído en off por Jaime Sabines— fue escrito por Rulfo cuando ya se había filmado la película.

Este mediometraje se ha considerado una de las seis mejores películas del cine mexicano. Gámez escribió, dirigió y, también, fotografió este mediometraje que dura 43 minutos. La crítica especializada ha coincidido en el lugar excepcional que esta película tiene en la historia de nuestro cine. Su vigencia no deja de sorprender; la aspiración de un cuestionamiento se respira sin estar frente a un producto panfletario.

Ética y estética se complementan sin opacarse. La austeridad de la película, que en el proyecto original se concibió para que durara alrededor de noventa minutos, es sorprendente la fusión y coexistencia de temas esenciales en la vida y en la obra de Rulfo: el mundo rural y la Ciudad de México —desde la alienación y la explotación de campesinos y obreros— al que se añade la irrupción del American Way of Life; imágenes delirantes se sobreponen cíclicamente: el zócalo capitalino, paisajes rurales yermos, imágenes de campesinos que ascienden un cerro; una transfusión de Coca-Cola como si fuera sangre. Son diez escenas —episodios, los llama Jorge Ayala Blanco– con diversas anécdotas: flashazos sobre imágenes en la iglesia de Tonantzintla; un hombre cargado en un camión de redilas como saco de papas; una madre que bendice a su bebé; un jinete que transita en el Centro Histórico de la capital y persigue a un hombre que camina por la solitaria calle hasta que lo enlaza y lo azota contra la banqueta; un hombre que degüella y destaza una res, y con intermitencia se ve cómo brota y se desliza la sangre del animal, cuya mirada es la de un ángel mancillado; al fondo, mientras tanto, se observa a una pareja fogosa que se abraza y se besa.

El ensueño de manera natural se poetiza por la estructura del texto de Rulfo y se intensifica —entre la plegaria y el drama— con la sonoridad de la voz de Sabines. El texto —versificado por Carlos Monsiváis— en yuxtaposición con las imágenes del ángel con mirada suplicante.

La fragmentariedad de la sucesión de las imágenes y su aparente desconexión puede vincularlas con el ensueño; ráfagas de vida fuera del tiempo, dentro de una realidad , claro, reconocible. Las imágenes aparecen como flujo de la conciencia; imágenes y cuadros se mezclan con el leitmotiv de una realidad depauperizada y violentada, como una paradoja, de la sobrevivencia. A primera impresión, aun podría suponerse la presencia de elementos surrealistas, pero en conjunto emerge una crítica política; en un momento de inconformidad ante la letargia de un Estado férreo, cada vez incapaz de mantener la tranquilidad con un discurso nacionalista (que desde los años cincuenta, el pintor José Luis Cuevas llamó “la cortina de nopal” al referirse al arte “folklórico, superficial y ramplón”) frente a la irrupción de modelos de vida, estimulados por el gran mercado y el consumismo.

Hay un choque entre la aspiración enaltecedora de la religiosidad y el desmoronamiento de las estructuras sociales e ideológicas del mundo. La afinidad estética discursiva entre el flujo incesante de imágenes que Gámez concibe e integra es como un resplandor crepuscular; en conjunto crean una atmósfera poético visual que caracteriza, también, los cuentos y la novela de Rulfo.

El texto de Rulfo se escucha paródico (Ánimas benditas del purgatorio/ ruega por nosotros / tan alta que está la noche y ni con qué velarlos / ruega por nosotros…). La sucesión de imágenes y la narración poética se complementan y parecen haber sido concebidas de manera simultánea. Las primeras líneas tienen una vigencia no exenta de fatalismo, de cruda conciencia: “Ustedes dirán que es pura necedad la mía, / que es un desatino lamentarse de la suerte, / y cuantimás de esta tierra pasmada / donde nos olvidó el destino”. Realidad, sueño, recuerdo y muerte se funden: “El mundo está inundado de gente como nosotros. / Y alguien tiene que oírnos, alguien y algunos más…”

La fórmula secreta. Rubén Gámez (Edit. Alias) reúne testimonios de la época alrededor del estreno de esta película, todo un hito en la historia de nuestro cine; se incluyen más de una docena de textos; destacan los de Damián Ortega, Dylan Brennan, Jorge Ayala Blanco, José de la Colina, Emilio García Riera, Carlos Monsiváis, Rafael Aviña, Jesse Lerner y las entrevistas a Rubén Gámez, Alejandro Pelayo Rangel y Conchita Perales.

En opinión de José de la Colina es: “Una obra totalmente insólita en el cine mexicano, vanguardista y valiente”. El texto de Rulfo parece concentrar su poética escritural. Parte de su originalidad es la vigencia que en nuestros días mantiene. Crítica, creación e intuición están presentes en la obra de Rulfo y en la obra artística de Rubén Gámez, tan breve como reveladora y excepcional.

La fórmula secreta. Rubén Gaméz, México, Edit. Alias-Conaculta, UNAM, FICUNAM, 2015.

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