La tragedia humana provocada por el terremoto de 7.1 grados arrojó importantes lecciones. La primera y más importante de ellas es lo que puede lograr el binomio ciudadanía más instituciones.

Ese mano a mano, ese abrazo entre hombres, mujeres, militares, marinos, policías, bomberos y servidores públicos logró salvar cientos de vidas y permitió que la Ciudad de México, pese a la dimensión de la catástrofe, siguiera de pie.

Las Fuerzas Armadas, Ejército y Marina, se han convertido durante las últimas semanas en la esperanza de México. Su presencia, lo mismo en Oaxaca que en Chiapas, Morelos o en la capital del país, ha dado –en medio del miedo y la incertidumbre, del pánico y la desesperación–, seguridad y aliento a los mexicanos.

El país entero, ha sido testigo de cómo miles de soldados y miles de marinos han trabajado durante horas, noches y días enteros en las tripas de los escombros, en las cavernas de la desolación, tratando de salvar vidas.

Y lo han hecho, sin importar quién es quién, con la humildad y vocación de servicio que distingue a dichas instituciones, en una inusitada y milagrosa unidad con millones de ciudadanos solidarios. Unidad que debe, o debería abrir un nuevo capítulo, el principio de algo nuevo, en la relación entre las fuerzas armadas y la sociedad.

Por lo pronto, los hechos se han encargado de poner en duda los mitos y estigmatizaciones que algunos sectores han construido para dañar la imagen del Ejército mexicano.

El 19 S/2017, trae inevitablemente a la memoria el otro 19 de septiembre. Hace 32 años, después del sismo de 8.5 grados en la escala de Ricther, la ausencia del presidente de la república y del gobierno en turno, la incapacidad de respuesta y la mezquindad oficial, acrecentaron el caos.

Ese vacío, tuvo una repercusión política similar a la del mismo terremoto. Baste decir que la misma falla sísmica que afectó a la ciudad, se abrió en la conciencia nacional. Fue ahí donde se consolidó el resentimiento –largamente anidado– hacia la clase política instituida.

Ahí, en medio de una ciudad en ruinas, es donde surgieron movimientos sociales que se apoderaron después de la Ciudad en forma de una izquierda demagoga, vividora, dedicada a mentir y a usufructuar la pobreza de los capitalinos.

La lección, por lo que hemos visto en estos días, se aprendió. Enrique Peña Nieto ha cumplido con su obligación constitucional y también humana. Entre más polvo haya en sus zapatos y más sudor haya en su rostro demacrado, entre más similitud exista entre él y el pueblo doliente que representa, más reconocimiento habrá.

La reconstrucción de la capital del país y de los estados afectados, impone tomar decisiones que vayan más allá, de las labores de asistencia y rescate. Ha llegado la hora de que los partidos políticos demuestren qué tanto compromiso tienen con el país y los mexicanos.

De tal forma que ellos mismos y como algunas voces sugieren, el mismo Presidente de la República, envíen una iniciativa de ley para que el Congreso reduzca en 50% los recursos al INE y a los partidos.

Dinero que debe ir a resolver la tragedia. Este sismo ha dejado como herencia grandes desastres, pero también enormes lecciones.

@PagesBeatriz