Para este fin se dio al hombre el más peligroso de los bienes: el lenguaje, para que dé testimonio de lo que él es. Friedrich Hölderlin

Hermann Kafka, padre, y Julie Löwy (nombre de su madre soltera), Kafka, apellido checo que significa “Grajo”. El joven Franz Kafka nace en 1883 en Praga, ubicada en la periferia del Imperio austro-húngaro; fue el recipiente de culturas en que se cruzaron la historia eslava, austriaca, alemana y judía, muere en 1924 en el sanatorio Kierling junto al Viena.

Quien exteriorice el mundo de Franz Kafka y pueda representarlo debe iniciar reconociendo que no pretende más que intentar descubrir u osar resolver su fantástico laberinto interno de cómo se formó Kafka en los cortos años de su vida.

No consuma ser interpretado íntegramente porque es en sí, plurisignificativo ha de ser desentrañado de muchas grafías. En la obra de Kafka no hay ninguna existencia que valga deducir a partir de supuestos anímicos, no hay un acuoso espiritual en el que una cosa provenga de la otra, ningún adelanto predecible, ninguna coexistencia obstruida yaciendo en sí e interpretable a través de sí misma que sea expresión de una experiencia cósmica firme, determinada y fija.

Las novelas de Kafka encarnan un suceso interior que se precisa en figuras y hechos que tienen el carácter de signos de lo que acontece en su interior. La representación de su mundo y la solución de sus conflictos fueron buscadas por el propio Kafka está en su literatura, escribir es para él “La lucha por mantenerse” esto refleja que nuestro autor cifra para encontrarse a sí mismo, a la par encontrar la verdad. Kafka siempre está en el camino de su auto-interpretación su herencia al pueblo judío le ocupa tanto como su sumisión de su familia en especial su padre, por otro lado fue un sionista convencido mucho antes de la persecución judía.

Quizás insondable cimiento de que la figura primordial que siempre aparece en su obra literaria la invista perennemente con una “no-pertenencia” a un mundo adyacente oprimido que él mismo no conquistó y fue que nunca echó raíces firmes ni con los judíos ni con lo no judíos.

En la obra Kafkiana hay que buscar en esas experiencias dolorosas aquellos fundamentos humanamente cognoscibles de la aventura metafísica de un escritor tan atormentado que es un prisionero de sus sueños que llegan a él con profundidades desconocidas. Su genio trabaja en forma de “un sueño” que va construyendo y entretejiendo a partir de zonas inconscientes en la que el narrador es un “yo contemplativo” puede observar los sucesos, es decir, es un juego de un extraño que va a una realidad creativa-objetiva y su interés descriptivo es la conciencia donde surge una habilidad inconmensurable de los elementos oníricos.

A lo que cuestiona Kafka ¿Qué eres? Soy miserable “una vez más grito al mundo a pleno pulmón” ha sido traído en diversos tiempos de aquí para allá y vuelve a contestarse “La inseguridad terrible de mi existencia interior” son estas voces impresionantes que saltan de la necesidad de su propia alma, por ello descubrimos con frecuencia fragmentos atormentados en su obra literaria, ejemplo claro Carta al padre: “Yo sólo podría vivir en las zonas que no cubres o están fuera de tu alcance; pero dada la idea que tengo de tu magnitud, no quedan demasiados espacios libres”.

La literatura al escribirse provoca una suerte de desdoblamiento entre que aquel que escribí y aquello de lo que escribe en una conversación que tuvo con Gustav Janouch, amigo muy cercano le confirma “Mis historias son una forma de cerrar los ojos”, Kafka, así, juega una suerte de descentramiento respecto de la conciencia del escritor exteriorizando lo que él desconoce pero lo implica, su literatura entraña siempre un redescubrimiento y por lo tanto una nueva enseñanza. Escribe la filósofa María Zambrano en Hacia un saber sobre el alma, ensayo “La escritura implica la Fe, acto de Fe el escribir, y como toda Fe, de Fidelidad”, Fidelidad del escritor con respecto a aquello que escribe en él, “ser fiel a aquello que pide ser sacado del silencio” por lo que para Jaques Lacan en su Seminario I escribe: “La palabra es sin duda mediación, mediación entre el sujeto y el otro, e implica la realización del otro en la mediación misma (…) en la medida en que el reconocimiento del ser no culmina, la palabra fluye enteramente hacia la vertiente a través de la cual se engancha al otro (…) Pero existe otra faceta de la palabra que es revelación. Revelación y no expresión: el inconsciente sólo se expresa mediante una deformación, Entstellung, distorsión, transposición”.

La relación del escritor con su padre es referencial especialmente en las narraciones de La Condenada y La Metamorfosis, leamos un fragmento de La Condenada: “Por lo tanto tal vez sea mejor soportar todo, pasivamente, comportarse como una mera masa pesada y si uno se siente arrastrado, no dejarse, inducir al menor paso innecesario, mirar a los demás con la mirada de un animal, no sentir ningún arrepentimiento, en fin, ahogar con una sola mano el fantasma de vida que aún subsista, es decir, aumentar en lo posible la postrera calma sepulcral, y no dejar subsistir nada más. Un movimiento característico de este estado consiste en pasarse el dedo meñique por las cejas”.

Este límite es donde Kafka lleva su escritura, vive para y por su literatura una experiencia asombrosa y terrífica del precipicio que se abre el hombre, narra-sella este destino, no es más que el de La Metamorfosis de liberar al personaje Gregorio Samsa que custodia a Franz Kafka, sería errado de ver una relación quimérica, aunque se hable de una imagen.

La Metamorfosis tiene un lugar significativo, Kafka, un muerto escriba. Es interesante donde este juicio culmina y resurge este personaje repulsivo y entrañable que termina siendo desvalorado como una escoria para que la familia pueda continuar existiendo y Franz Kafka advenga a la inmortalidad como escritor. Cartas a Felice: “Llora, mi amor, llora. ¡Ha llegado el momento de llorar! El héroe de mi cuento ha muerto hace un rato. Si ello te consuela, te diré que ha muerto; bastante apaciblemente y reconciliado con todos”.