La solidaridad no es un sentimiento superficial, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común, es decir, el bien de todos y cada uno para que todos seamos realmente responsables de todos.
Juan Pablo II

Grandes lecciones ha dejado el terremoto del 19 de septiembre. Nuevamente, la solidaridad reflejada en gente sin dormir ayudando a las labores de rescate, decenas desprendiéndose de lo poco que tenían para ayudar a los otros que se encontraban en una desgracia más grande que la suya. Incluso, la escena que ha conmovido prácticamente a todos es la de miles de jóvenes millennials, que habían forjado una imagen de desinterés social y una apatía en el involucramiento en las acciones sociales, económicas y políticas que vive el país.

Esta vez se volcaron a las calles para con sus propias manos contribuir a desalojar los escombros de los edificios colapsados, otros más se organizaron en la colecta de víveres y medicinas, algunos empacaban, cargaban y los distribuían. Escenas que conmueven y que generan un aliento de esperanza de que el presente y el futuro de nuestro país puede ser diferente.

Sin embargo, debemos de reflexionar sobre algunos aspectos que no pueden dejarse de lado, por más crudos que sean, el detonante para la participación de los jóvenes millennials es una desgracia generada por el terremoto que acabó con cientos de vidas y el patrimonio de muchos. Sin duda, debe reconocerse la participación de estos jóvenes, pero ahora en un esquema profundo de lo que significa la solidaridad, esta participación no puede quedarse como una mera reacción a este hecho concreto porque estaríamos hablando de que necesitaríamos eventos o desgracias tales como un terremoto para que muchos de ellos se volcaran a demostrar la capacidad de ayudar y de trasformar al país.

Porque nadie puede negar que nuestra nación, derivada de la corrupción y la inseguridad pública que vivimos, nos encontramos en una desgracia permanente donde se han perdido muchas vidas por la falta de medicamentos o los recursos que no llegaron a su destino, miles de oportunidades truncadas, familias afectadas, escenas desgarradoras que se repiten una tras otra de manera permanente y cotidiana.

Estas circunstancias que vivimos en México no deben ser pasadas por alto ni por los jóvenes millennials ni por nadie, si ya demostramos que podemos unirnos ante la adversidad y sacar lo mejor de nosotros para tener un país distinto, entonces llegó el momento de ser solidarios permanentes, es decir, buscar que nuestras instituciones y nuestras autoridades cumplan con el deber para el que fueron creadas y la sociedad asumamos nuestra responsabilidad de forjar el país que necesitamos y nos necesita.

La solidaridad demostrada puede ser el motor de cambio. Los millennials pusieron el ejemplo, hagámos de ello una realidad permanente y continua.

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