Era previsible, pero Andrés Manuel López Obrador y sus allegados no quisieron sopesar las consecuencias. La fantasmal encuesta que presuntamente realizó Morena (léase el hijo de AMLO) para elegir candidato al gobierno capitalino fue una farsa para que la voluntad del Gran Dedo tabasqueño se impusiera en favor de Claudia Sheinbaum y atropellara los derechos de Martí Batres y Ricardo Monreal (la participación de Mario Delgado fue para placearlo y justificar que se le otorgue una diputación).

El aspirante más calificado por su experiencia política y su conocimiento de la Ciudad de México es, indudablemente, Martí Batres, quien ha desplegado su brillante carrera política en la capital, donde es ampliamente conocido por su trabajo cotidiano como líder capitalino de Morena. Martí aceptó el dedazo porque es hombre de lealtades y difícilmente se ve fuera de su partido.

Muy distinto es el caso de Ricardo Monreal, político experimentado que empezó su carrera en el PRI para abandonarlo aconsejado por López Obrador, quien lo hizo candidato triunfador del PRD a la gubernatura de Zacatecas. Monreal ha sido legislador en varias ocasiones y se le considera un hábil operador político.

El tramo más importante de la carrera de Martí Batres está ligado a López Obrador, de quien ha sido uno de los colaboradores más cercanos. Caso distinto es el de Monreal, que suele jugar por su cuenta y hasta ahora lo había hecho con singular acierto. Su inconformidad con la “encuesta” echa por tierra la seguridad de un triunfo de Morena en la Ciudad de México y en la elección presidencial.

Si Monreal decide lanzarse en busca del gobierno capitalino, y todo apunta a que lo hará, será el candidato ideal de una coalición que agrupe a los inconformes de Morena, al decadente PRD, al PAN, que no tiene posibilidades de ganar la CDMX si juega solo, por supuesto a varios partidos de la bisutería y al mismísimo PRI, que no vería mal contribuir a una derrota de Morena en su principal bastión.

Monreal tiene la experiencia y la habilidad necesarias para unir a toda la oposición en torno a su candidatura, la que paralelamente haría ganar votos a los candidatos a otros cargos de esa misma oposición, además del reparto de puestos en el gobierno capitalino. Por supuesto, si Monreal gana la CDMX, y tiene muchas posibilidades, se convertiría automáticamente en el candidato presidencial capaz de disputarle el triunfo a AMLO, que de ser derrotado en la capital llegaría muy debilitado a 2018.

Esos son los elevadísimos costos del dedazo. ¿Lo entenderá Andrés Manuel?