Madrid.-Uno puede mantener la idea que quiera respecto de lo que dicen los científicos. De hecho, ni siquiera ellos cuentan con nada parecido a lo que cabe llamar el pensamiento único; la actividad de la ciencia descansa por definición en el contraste de pareceres, teorías e interpretaciones. Pero lo que no cabe es creer que, acerca de las consecuencias de nuestra postura y, sobre todo, de nuestro comportamiento, carece de importancia el darle la espalda a aquello que la mayoría de los científicos sostiene.

El ejemplo mejor para el peligro que tiene ignorar las teorías de la ciencia está en la manera como algunos políticos de altura han abordado la cuestión del cambio climático. Bajo el supuesto, a todas luces equivocado, de que se trata de una cuestión ideológica, al menos dos presidentes, Rajoy en España y Trump en los Estados Unidos, han negado que el planeta se calienta y que el uso irresponsable de determinados combustibles está acelerando ese proceso natural. Supongo que habrá más pero con esas dos referencias basta.

Negar que el clima está yendo hacia el progresivo calentamiento y desertización es simple ignorancia. La Tierra ha pasado por muchos ciclos de sucesión de épocas glaciares e interglaciares, con una aceleración e intensificación de los procesos pendulares de cambio en el último millón de años. Vivimos ahora en un interglaciar que comenzó hace cerca de diez mil años, así que el incremento de las temperaturas es inevitable. Pero lo que los ignorantes —presidentes o no— niegan es en realidad el hecho de que la actividad humana, la industrial en particular, contribuya a que ese calentamiento global sea más rápido y grave.

cartas desde Europa

Creer que la Tierra es plana o que hay un tesoro enterrado allí donde termina el arco iris son ideas que cuentan con pocas consecuencias, incluso si uno preside el Gobierno. Pero hay ignorancias más peligrosas. Estos días ha dado la vuelta al mundo la fotografía de Donald Trump mirando el eclipse de sol del lunes 21 de agosto sin gafas.

Se puede pensar que un eclipse augura grandes desgracias, o que viene a anunciar el fin del mundo, sin apenas peligro salvo que la desesperación lleve al suicidio. Pero mirar al sol, incluso eclipsado por la luna, puede llevar a lesiones muy serias en los ojos. De nuevo, uno puede tomar la decisión de contemplar el eclipse sin gafas porque cada uno es libre de cometer las estupideces que desee, pero siempre y cuando esa conducta no afecte a los demás.

Tener que gastar recursos de asistencia médica para curar a quienes miran al sol con los ojos desnudos es absurdo e injustificable. Aunque la ignorancia respecto de lo que la ciencia dice acerca del calentamiento global es mucho peor. Que los Estados Unidos no respeten el Acuerdo de París de hace dos años sobre las medidas a tomar para combatir los peores efectos del cambio climático es una barbarie que nos perjudica a todos nosotros.