“Septiembre 19/ 7: 19 a.m”. “Truena la tierra,/ ¡Truena!/ Es un chirrido que viene de los avernos./ ¡Se abre la tierra!,/ Traga vida, mastica existencias, deglute esperanzas/ ¡Truena la tierra, truena tierra!/ Y el chirrido avernal ensordece el Tiempo/ Enceguece, macera, machaca, emascula, mata./ Vidas detenidas,/ destinos frente a frente con la Naturaleza/ Enfurecida/ Eclosión/ Espacio trastocado/ Terror, angustia, zozobra/ Sangre/ Nada,/ Destazamientos/ Nadie…/ Tierra, polvo de muerte/ Gemidos aplastados/ Oscuridad”.

Con estos versos da inicio el pasaje final de mi novela La cara del destino. El México gay antes del terremoto de 1985. En este 2017 las fiestas patrias las pasé corrigiendo pruebas de la edición que ha lanzado Catalina Miranda en Editorial Ariadna, en su Colección Los Tímpanos de Teseo y que habíamos programado para su publicación desde el año pasado. Ahora al fin podría ver mi novela publicada. Una novela que colinda entre la realidad y la ficción, que va del hecho histórico verificable, al suceso íntimo del narrador que puedo ser yo, pero que también puede ser cualquier miembro de mi generación, cualquier joven de los que, en aquellos 1984-1985 en que sucede la novela, contaba veinte, veintitantos años y se enfrentaba a la vida, al destino, a la vocación y a la sexualidad. El narrador, cuyo nombre no se menciona, escribe un diario, en él va dejando testimonio de su vocación por la literatura, de su descubrimiento de la vida cultural ochentera que en México era rica y deslumbrante, de sus inicios en el periodismo cultural y de su paso por el Movimiento de Liberación Homosexual Mexicano; quiere escribir un libro sobre la irrupción de la literatura gay en México y sostiene una amistad de alumno-maestro con Wozzek, un musicólogo amén de sabio, atormentado por la idea de la imposibilidad del amor en nuestra época. El narrador, típico muchacho de clase media de aquellos años ochenta, va descubriendo los claroscuros de la vida gay en México, la fuerza de los combatientes militantes gay que prohijan la Primera Semana de Cultura Gay o los activistas que celebran el Año de Acción Gay (1984) en Guadalajara, Jalisco, México. Apasionado por la literatura de temática homosexual, la joven voz narrativa de La cara del destino (izquierdista y admirador de Rosario Ibarra de Piedra) se abre paso para llegar a grandes escritores del momento como Octavio Paz y Elena Poniatowska y logra entrevistarlos, se hace amigo del cuentista, novelista (y traductor de Finnegan’s wake de Joyce), Carlos Valdés, ingresa al taller literario de Huberto Batis, comienza a tener el apoyo del gran editor Salvador Reyes Nevares… y a escribir su libro sobre la literatura gay para lo cual entrevista al adalid del movimiento gay mexicano, propulsor de la cultura rosa José Antonio Alcaraz y al notable escritor Jorge Arturo Ojeda. Vive el amor, las pasiones, el sexo, descubre la pansexualidad orgiástica que se vive en la Ciudad de México, se debate entre poder amar a un travesti (Stella) quien antes ha sido prostituto (Aníbal), o a un chico oficinista (Ulises), los dos le despiertan amor pero, al parecer, la canción de Lolita de la Colina, mencionada en la novela, se cumple a carta cabal: “No debes tener dos amores, es muy complicado besar en dos bocas…”. La Ciudad de México es el marco en que se desarrolla esta historia, Avenida Juárez, Paseo de la Reforma, Zona Rosa, Tlatelolco, San Rafael… En el Hotel Regis entrevista a Margarita Mendoza-López, investigadora teatral quien le toca el hipotético tema del terremoto y confiesa que “si llegase a temblar, mejor se quedaría donde le agarrara” porque está prácticamente ciega. El terremoto del 19 de septiembre de 1985 sobreviene, el narrador lo vive con todo el horror, la angustia y el pesar que provoca ver la ciudad destruida, la ciudad de los ligues furtivos, la ciudad de las razzias en contra de los homosexuales, la ciudad que recorre de madrugada con su maestro-amigo Wozzek para hablar de libros, amores, decepciones e ir a cenar a los restaurantes abiertos 24 horas y charlar interminablemente para discernir en torno la pandemia del AIDS-Sida que aún no infestaba el medio mexicano como lo haría inmediatamente después del terremoto, pero que ya era una amenaza latente. Personajes contra la intolerancia, la homofobia, la relegación; que sueñan con la utopía de ser libres y quizás en un tiempo no muy lejano, poder casarse y tener un lugar en la sociedad “¡Fuera del clóset!”, como grita Alcaraz, o mirándose vivir en La cara del destino como el narrador de la novela hace recorriendo los escombros, la destrucción de una ciudad que ya no habría de ser la misma, ni en la extensa crónica de lo que fue aquel 19 de septiembre de 1985 en el devastado Tlatelolco, en las derruidas colonias Roma, Condesa, Tabacalera… crónica de los estragos y sus días posteriores, en que la sociedad civil cobró mayor visibilidad y acción humana, que el mismo gobierno de Miguel de la Madrid y su nefasta, por demagoga, Renovación Moral. Porque aquella Ciudad de México se acabó casi enteramente, en forma y contenido, el 19 de septiembre de 1985, con el terremoto que nos cambió la vida a todos quienes lo vivimos (gays y hetero), como lo dejo sentir en La cara del destino. Coincidencia o no, el título se volvió premonitorio y su publicación coincidente con el destino funesto que nos ha llevado a vivir, nuevamente el 19 de septiembre de este 2017, 32 años después, un terremoto que ha azotado nuestras vidas y nuestras conciencias, confrontándonos con La cara del destino.

Hoy estoy asombrado de que —justo ahora, y ¿por qué ahora?— aparezca esta novela que concluí en 2010. Título premonitorio si los hay, circunstancias premonitorias, si las hay, La cara del destino, es uno de mis libros más amados. Ahí estoy yo de cuerpo entero, ahí mi generación con sus sueños y sus declives, sus paradojas y sus comedias, con sus dramas, ahí muchos de mis maestros: Batis, Valdés, Alcaraz… La cara del destino no es un retrato fidedigno de mis circunstancias personales, viene de raigambres autobiográficas, pero no es autobiografía, es una novela y, sí, constituye un mural histórico de lo que viví en aquellos años previos al terremoto del 19 de septiembre de 1985 y toda la riqueza que habría de nutrirme para intentar hacer de mi vida, siempre, una novela.

La cara del destino —con la bella portada, diseño de Eduardo Vangel— se presentará en la Feria Internacional del Libro en el Zócalo CDMX el próximo 12 de octubre, a las 4 de la tarde. Estaremos presentes, la editora Catalina Miranda, directora general de Editorial Ariadna, los jóvenes escritores Gabriel Gutiérrez García y Ernesto Reséndiz Oikión, y yo. Celebraré la vida y el amor por mi ciudad, por mi país, por la literatura y la memoria indomable.