Benjamín Robles Montoya

En la medida que ocurría la destructora cadena de sismos del 07 al 19 de septiembre que abarcó el Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, Chiapas, Ciudad de México, Estado de México y Puebla – en la misma medida – arribaron al país grupos de expertos internacionales con binomios caninos, bioradares, detectores de calor humano y otras tecnologías en busca de sobrevivientes.

Israel envió a sus expertos de guerra; Japón hizo lo propio con un grupo altamente disciplinado y profesional. Argentina envió a sus mejores binomios caninos; los Estados Unidos participan con un grupo de bomberos de Los Ángeles que asistieron los rescates fuera de la Ciudad de México. Otros como Venezuela, Perú, Panamá, Honduras, Guatemala, España, Canadá, Costa Rica, El Salvador, Colombia, Ecuador, Chile, Suiza, se hicieron presentes con ingenieros, unidades caninas y rescatistas. China se sumó con un donativo de un millón de dólares, El Vaticano con 150 mil dólares y otras naciones como Emiratos Árabes Unidos no estuvieron ausentes.

A ello se sumaron otros importantísimos apoyos nacionales, de instituciones privadas. Por ejemplo, en Oaxaca, en la región del Istmo de Tehuantepec, donde el número de afectados supera el millón de personas y la destrucción llega a 110 mil inmuebles repartidos en 41 municipios, la Cruz Roja hizo llegar 130 toneladas de alimentos; por su parte la local asociación civil ViVa, que dirige Maribel Martínez, apoyó la gestión y distribución de miles de litros de leche, de cientos de carpas y apoyo social. Igualmente los migrantes oaxaqueños enviaron 10 toneladas de ayuda humanitaria, y empresas privadas también hicieron aportes importantes.

Los jóvenes más que rescatistas

Pero cuando expertos internacionales y responsables oficiales de los rescates, llegaban a los puntos de derrumbe de los inmuebles siniestrados, se encontraron con centenares de jóvenes rescatistas voluntarios que ya quitaban pesados escombros con sus propias manos, en un acto sublime de la defensa de la vida humana. Lo importante era salvar a las personas atrapadas. Esas imágenes recorrieron el mundo en cuestión de minutos y sirvieron de inspiración para la movilización internacional de apoyo solidario.

Los jóvenes organizaron en cuestión de minutos, centros de acopio de alimentos, víveres, ropa, medicamentos y otros productos de auxilio para los damnificados. Sin necesidad de avinagrados manuales de organización, ni sellos ni permisos para colaborar, ellos en la práctica pusieron el ejemplo de eficiencia y eficacia, con tan solo actuar en defensa de la vida.

Mientras tanto

Lo anterior es una bella lección para esos encumbrados políticos en el poder de las instituciones que solo miran de su nariz para arriba.  Y es así porque, ahora, el corrupto rostro del desprecio por la vida y la ayuda humanitaria se mostró con mucha claridad en la confiscación burocrática de la ayuda que millones de mexicanos organizados por los jóvenes enviaban a los damnificados. Anónimas bodegas se llenaron por la confiscación de la ayuda humanitaria, y solo la denuncia pública hizo que se obligara a la entrega inmediata de los envíos.

Por eso ahora que la ayuda aumenta en bienes y dinero, es urgente una fiscalización y auditoría rigurosa, que bien los jóvenes podrían establecer sobre los destinos que se le está y estará dando a todos esos apoyos, antes que desaparezcan de oscuras bodegas y de cuentas bancarias.

*SENADOR DE LA REPÚBLICA POR OAXACA

@BenjaminRoblesM